Distopías necesarias (I)

Las distopías son siempre realidades indeseables creadas por un autor para advertir sobre los peligros potenciales de ciertas ideologías ya existentes.

Antes de hablar sobre los dos libros que quiero proponer me gustaría dar respuesta a dos preguntas que para muchos son obvias en el mundo de la literatura, pero por si acaso, aquí van: 

¿Qué es una distopía? y ¿por qué son necesarias? 

Una distopía es un tipo de sociedad imaginaria e hipotética, regida por un gobierno totalitario, o por el control tecnológico, en la que se obliga a las personas a pertenecer a una masa bajo un igualitarismo que condena al individualismo, lo cual está soportado siempre por pilares inhumanos.

La distopía es lo opuesto a la utopía, que propone lo ideal. Las distopías son siempre realidades indeseables creadas por un autor para —y ahora hablo sobre la importancia del género— advertir sobre los peligros potenciales de ciertas ideologías ya existentes, sobre prácticas y conductas que predominan en ciertas sociedades, así como la dependencia tecnológica, farmacéutica, y el control religioso, estatal, del consumismo, de los sistemas políticos, entre otras cosas. 

Con esto sobre la mesa, voy a comentarles en esta primera parte, sobre dos “Librazos” imperdibles para cualquiera, que como clásicos del género distópico llevan a la máxima expresión los peligros que nos acechan en la era moderna. 

Farenheit 451, de Ray Bradbury 

Farenheit 451 es el grado de temperatura en la que se quema el papel —los libros—, y de esta información parte el autor para titular esta distopía, que sucede en un Estados Unidos futurista en el cual la lectura es prohibida, las casas son a prueba de fuego y el trabajo de los bomberos es quemar libros, pues la intención del gobierno es que la gente no tenga acceso a una cultura que no sea la dictada por ellos, la cual está basada en programas de televisión, radio y solo con fines de entretenimiento. Ya lo aprendí en la escuela, José Martí, el gran cubano por excelencia, una vez dijo: “Ser culto es el único modo de ser libres”. En ese relato, estamos ante una dictadura que no quiere que sus habitantes sean cultos, para así poderles manejar mejor. 

“Fahrenheit 451”. Cubierta del libro.

Montag, el protagonista, es un bombero adoctrinado que no ve nada de malo en su trabajo, y de pronto conoce a la vecina, Clarisse, una joven que desde la supuesta locura le enseña a abrir sus sentidos, su sensibilidad, su mente, y le propone preguntas que remueven su conciencia. 

Clarisse se toma el tiempo de sentir y de vivir la vida sin pasar por alto los detalles que la media sí deja escapar, ocupados como están en vivir deprisa y en ir al ritmo impuesto por la tecnología moderna, ¿no es así como viven muchos hoy en día? 

Clarisse desaparece, y la vida de Montag empieza a cambiar en el momento en el que decide robarse un libro de los que debe quemar. Entonces Montag tendrá que enfrentar a su esposa, a su jefe, crear nuevos amigos y conocer el sabor de la persecución hasta que…

Esta es una novela sobre el poder de los libros y de la cultura; sobre el fallo al que siempre se dirigen los gobiernos dictatoriales; sobre la estupidez humana que insiste en olvidar la historia y las historias para recaer en los mismos errores…

Visionario, ya en 1953, cuando Bardbury escribió esta novela, supo que en el futuro habrían estudiantes armados matando en las escuelas, alienación por pantallas y dispositivos electrónicos, exceso de publicidad, superficialidad generalizada, materialismo a pulso, fake news, obsesión por la inmediatez, la oleada de cancelaciones —hoy más arrasadora que nunca—, holgazanería mental ante tanta distracción al alcance de la mano o casi obligatoria —shows y juegos que te mantienen enganchados y te embotan la mente—, y el “dominio” de la incultura, siempre tan comercial ella.

La novela tiene mucha acción, mantiene un ritmo tenso que te hace querer saber qué sucederá con Montag, personaje al que resulta fácil apreciar y seguir. 

No sé por qué no leí esto antes, y de haberlo leído más joven, ¿lo hubiera sentido igual? Uno vive lo que tiene que vivir en el momento adecuado, es solo que uno no siempre entiende. 

“El libro que llevaba oculto latía como un corazón contra su pecho”, dice el autor sobre Montag, cuando roba el libro, y de ese modo llevaré yo esta novela en lo adelante.

Últimamente mi lista de novelas favoritas ha engordado.

El cuento de la criada, de Margaret Atwood

Una distopía que, a ratos, me resulta muy, muy posible. La serie de televisión homónima ha ayudado a que el mundo vuelva a saber de esta novela, una de las más importantes de la autora, publicada en 1985. Yo la leí en inglés, pero la versión en español está disponible lo mismo en ebook que en libro físico. 

“El cuento de la criada”. Cubierta del libro.

El cuento de la criada presenta una realidad indeseable con toques futuristas. Gran parte de los Estados Unidos se llama Gilead, y se trata de una dictadura puritana, religiosísima, en la que las leyes de convivencia se dictan a través del Viejo Testamento, ese libro que, a mi criterio, es el mayor libro de terror que existe —no por gusto la Iglesia tuvo que hacer El Nuevo Testamento para limpiar un poco la crueldad divina que se despliega en El Viejo

La protagonista de la novela, June, pasa a convertirse en una criada y su nombre es DeFred, pues le pertenece al señor de la casa Fred Waterford, tanto como su esposa, Serena Joy. Gilead y sus leyes religiosas han supuestamente ayudado a resolver una parte del gran problema de la esterilidad que predomina en ese futuro propuesto, y las criadas están en las casas para ser violadas bajo un ritual en el que participan la esposa y el marido con tal de concebir. 

Defred narra en primera persona para que el lector sienta más empatía, y a medida que describe cómo es la vida en Gilead, sin lograr entenderla del todo, también recuerda cómo lo fue antes de la dictadura, cuando las mujeres eran más libres y podían leer, ocupar puestos de trabajo, ganar salarios, aborta,r incluso. Es un llamado de atención a cómo pueden cambiar las cosas en los sistemas, a la importancia de ver las señales y tomar medidas a tiempo, pues ni siquiera las dictaduras llegan de pronto. 

En Gilead las mujeres solo pueden ser:

Criadas: las mujeres fértiles, que visten de rojo y blanco.

Tías: quienes adoctrinan a las criadas, su trabajo es controlar y reprimir la insubordinación. Suelen ser un poco mayores, no tienen pareja y visten de marrón. 

Esposas: Que visten de color azul, como supuestamente se vestía la Virgen María; mujeres de alcurnia casadas con los comandantes que solo se dedican al cotilleo y a vivir tranquilamente, la mayoría son estériles. 

Marthas: Son criadas estériles que cocinan y atienden las casas, visten de color verde pálido, y al menos no son violadas por los comandantes bajo el ritual psicópata-religioso que predomina en ese lugar. 

Y luego están las no mujeres: quienes por homosexualidad y otras cuestiones moralistas son forzadas a trabajar en las fronteras hasta que mueren; y las econoesposas: quienes visten a rayas y son las esposas de los hombres pobres. 

Por su parte, los hombres, cuya posición es privilegiada siempre, pueden ser: comandantes, si ocupan un cargo en el gobierno, visten siempre de negro; ángeles, cuya función es la de servir a la república; guardianes, que son los guardaespaldas de los comandantes; y los ojos de Dios, o sea, los informantes, espías, chivatones de aquí a Hong Kong. 

Defred, nuestra protagonista, tiene como deber darle un hijo a la familia Waterford, a cuyos miembros pertenece, pero hay un problema, su comandante también es estéril, lo cual pudiera suponer un problema para ella. Ante esto, Serena, la esposa, la manda a tener relaciones sexuales con Nick, el chofer, con tal de que salga embarazada, a cambio de una foto de su hija Hannah, a quien tienen en otro sitio. El comandante Fred, por su parte, disfraza a June y la lleva a un prostíbulo oculto, en el cual ella encuentra a su mejor amiga del pasado. ¿Qué le depara a June en este triángulo amoroso prohibidísimo? ¿Logrará escapar y recuperar a su hija? 

Si bien la novela no abarca tanto como la serie de televisión, sugiero no comparar mucho, pues este primer libro llega hasta un punto, y aunque haya un epílogo sobre el cese de la dictadura, tiene un final abierto que los realizadores de la serie supieron aprovechar al máximo.

Esta es una novela que nos pone a pensar sobre la fragilidad de los derechos humanos, sobre la maldad que existe detrás de los que dictan las religiones, la ignorancia de los pueblos cuando se dejan arrastrar por fervores políticos y religiosos hechos para fabricar corderos, así como sobre los derechos de las mujeres.

La novela es una distopía, pero recientemente en los Estados Unidos el aborto está siendo condenado en algunos sitios y los extremistas religiosos están desplegando su ignorancia con fuerza y odio, y de esa misma forma empezó a gestarse Gilead, lo cual convierte a esta novela en una verdadera historia espeluznante; sin dudas, un gran clásico del género, prohibido en algunos estados estadounidenses y hasta editado de forma inquemable, para evitar estupideces tipo Farenheit 451, y ver si la advertencia que propone Margaret Atwood llega a más personas.

Por ahora me despido, y la próxima semana seguiré hablándoles sobre esas grandes distopías tan necesarias para iluminarnos y evitar un futuro indeseable.

 

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