Dos rarezas y un clásico de la gran literatura rusa

Las tres novelas hablan del amor, de la vida y de la muerte, son protagonizadas por adolescentes y están cargadas de enseñanzas y lirismo.

Para esta ocasión he traído tres obras de la gran literatura rusa, dos de ellas son de autores menos conocidos por la mayoría, y la última, un clásico de la pluma de un autor bien renombrado.

Las tres novelas hablan del amor, de la vida y de la muerte, son protagonizadas por adolescentes y están cargadas de enseñanzas y de lirismo.

No son historias refrescantes como las que he ido trayendo en las últimas semanas, por esto del calor, pero tampoco viene mal reflexionar un poco en las vacaciones; quizás, tras la lectura de algunas de estas historias, aproveches el tiempo y también te revises por dentro, que si el calor no pega con la elegancia tampoco pega con la represión. 

Ahora, a leer, a conocer nuevos horizontes del espíritu, y a permitirnos ser un poco más felices con lo que conseguimos o se nos ha dado:

Novela con cocaína de M. Aguéiev

Es una historia de revisión de conciencia, con toques existencialistas y muy filosófica.

Cubierta de libro.

Se le atribuyó a Nabokov, pero su esposa negó la autoría, aludiendo al estilo narrativo de su marido, y con cierto desdén con respecto a Novela con cocaína. Su verdadero autor fue un misterio durante más de 50 años, hasta que una investigación arrojó que la escribió Marko Levi, un escritor que tuvo que redactar una carta de arrepentimiento para complacer a los soviéticos y que lo dejaran en paz, por publicar una novela en el exilio, esta que nos ocupa. Marko vivió el resto de su vida como profesor en el anonimato, ya que su libro lo conocemos firmado con el pseudónimo M. Aguéiev, manuscrito que envió desde Constantinopla a París, dónde fue publicada por compatriotas rusos que llevaban una revista y una editorial para el exilio; del cual ya hemos hablado cuando recomendaba la obra de Nina Berberova. 

La historia es contada por Vadim, un joven de 17 años que va al instituto, se trata de un chico arrojado, inmaduro, irrespetuoso, cruel, cínico, snob, indeseable, ingrato, despectivo, manipulador, una especie de psicópata… En fin… Vadim vive en medio de una sociedad cambiante, en la Rusia que está a las puertas del socialismo, y busca tener una vida hedonista. Se reúne con gente más pudiente que él, y rechaza a su madre, a quien solo utiliza para quitarle dinero y ella, avergonzada, contribuye a la construcción de un monstruo al no arremeter contra la maldad del hijo y hundirse en su amor incondicional.

La novela la leí junto a un amigo español llamado David, algo que en Bookstagram llamamos LC (lectura conjunta), y consiste en ir leyendo el libro cada quien por su parte e irlo debatiendo; pues David me decía que no sabe cómo recordará esta historia, pero que a la madre no la podrá borrar nunca. Estoy con él. Parte el alma esta mujer, y causa repugnancia su hijo maltratador, que reconoce la maldad de sus actos pero no cambia de actitud. 

Vadim también busca experimentar el amor, pero no lo logra del todo, siempre termina fingiendo, además, hace cosas como para ser odiado por el lector: “(…) Indisposición tiene algo en común con simulación…”.

También llegué a cuestionarme su preferencia sexual, pero esto no es tema en la novela. A pesar de todo lo malo que tiene el protagonista, sostiene criterios avanzados e indaga en la naturaleza humana, quizás en busca de justificarse, critica la desigualdad entre hombres y mujeres y se expresa con acierto sobre el amor: “(…) El amor es un sentimiento que debe crecer y moverse en todo momento, y para ello debe recibir estímulos…”.

Vadim presenta a la cólera y a la lujuria como cálculos mentales cotidianos, más que la búsqueda de la bondad y la empatía, que solo parecen aflorar, luego, bajo los efectos de la droga, y desaparecer ante su ausencia. Cuestiona la raíz de nuestros sentimientos y nos invita a revisarnos como seres humanos: “(…) ¿Cuál es la causa de la rabia? (…) La excesiva exaltación de los sentimientos más bondadosos, humanos y nobles (…) ¿No será el alma humana algo semejante a un columpio que, tras recibir un impulso hacia el lado de los sentimientos humanos, muestra una predisposición a desplazarse hacia el lado de los sentimientos más salvajes? (…) El hombre sufre y se fatiga con esa oscilación…”.

Tiene largos discursos (no confundir con digresión) que tocan temas sociales y políticos en diálogos entre personajes, y esto hay que entenderlo, pues habla de un época en la que Alemania y la URSS tenían sus encontronazos, el mundo se veía sumido entre el antisemitismo, el socialismo, el fascismo, las guerras, en fin, la mierda humana, y estas cosas exaltan a la mente intelectual. El discurso del “amigo” Burkievits en contra de la falsa moral cristiana, de corte nacionalista y pacifista, es canela fina. Y aquí he de anotar que la novela empieza y termina con esta frase: “Burkievits se ha negado”, y este personaje, que luego desaparece para al final ser evocado, no debe pasarse desaparecido. 

Vadim es un personaje ácido —de los que me gustan, porque o me hacen reír o los detesto, y siempre te hacen reflexionar—, el desprecio por la madre pudiera tener una respuesta simbólica, como el desprecio a la pobreza, a la humildad a la que se veía obligada Rusia con esto de la Unión Soviética, y nuestro protagonista es un chico esnob, que quiere escalar socialmente, que gusta de los placeres y los lujos. Claro, es injustificado y deleznable, teniendo en cuenta el amor de su madre, y créanme, causa una tristeza enorme ver cómo ella le entrega todo y él la maltrata y la desprecia. 

Critica el burocratismo del sistema socialista, que pone el servilismo al sistema por encima de lo humano, pero esto se verá solo al final de la novela, lo cual explica por qué solo pudo ver la luz en Rusia tras la caída de la Unión Soviética.

No es explícito en las escenas carnales, que son más bien evocadas o sugeridas, aquí le pongo una pega, pues se trata de un adolescente, y esa etapa es súper carnal, pero bueno…

La novela está entre un Guardián entre el centeno de J. D Salinger,  cualquier cosa de Dostoievski y El extranjero de Alber Camus —salvando las distancias de estilo, época y demás. 

Esta es una novela sobre la rabia, las apariencias, el amor truncado, las consecuencias negativas de la represión sentimental, la importancia de la moderación, del respeto, del autocontrol, de la consideración, sobre la ambigüedad del alma humana y la deformación del hombre ante una crisis mal gestionada y el consumo/abuso de drogas. Tiene giros inesperados y se trata de una historia redonda que va adquiriendo más y más sentido a medida que avanza.

Novela con cocaína es una joya semi olvidada, que vale muchísimo las horas de lectura. 

Alas de Mijaíl Kuzmín

He aquí una joya, y no solo por tratarse de la primera novela rusa de corte homosexual, publicada en 1905, —etiqueta que vende, por supuesto— sino por la exquisitez con la que está escrita; el lirismo, lo realista y lo inspirador de su prosa. 

Cubierta de libro.

Quien busca erotismo y/o porno, también y tan bien evocados en todas las pinturas usadas para promocionar y apoyar la novela, aquí se decepcionarán. Esta breve historia carece de esa sensualidad, pero se eleva muchísimo en cuanto a lo espiritual, pues se trata de una historia de coming of age de un joven huérfano, Vania, que se va a vivir a San Petersburgo, y empieza a experimentar una libertad y unas influencias hedonistas a las que poco a poco se va adaptando, como pájaro que aprende a volar, a pesar del miedo al abismo, al cielo, a los depredadores, a su propia capacidad, o sea, a sus alas. 

Vania se une a un grupo de intelectuales y hedonistas que le inyectan sus conceptos sobre arte, religión, moral, amor, libertad, en fin, la vida. Viaja a Italia en busca de cultivar su erudicción y para huir del amor de una joven a la que no corresponde, aunque también para confrontar a su verdadero interés romántico, aquí mellado por un crimen sospechozo, celos y miedos. Otra vez Italia y el amor entre hombres en edades diferentes. La escena de la playa me recordó a Muerte en Venecia, con un Vania convertido en un Tadzio más grande y más… No haré spoiler.

Esta novela celebra al amor y a la libertad, en su EXCELENTE prólogo, Manuel Ángel Chica Benayas aclara: “El amor se nos presenta como el resultado de la libertad. Y la libertad no puede existir sin el conocimiento, sin la cultura, sin la comprensión profunda de los vericuetos del alma humana, sin la consciencia del yo y del otro, que no son otra cosa que el amor. Y ese conocimiento y esa comprensión sólo pueden llegar a través del estudio y del arte…”. Verdad de concreto sobre nuestras cabezas. 

La novela estuvo muchos años “apagada”, pues salió el mismo año que sucedió El domingo Sangriento, La rebelión del acorazado Potemkin, y luego todo el curso de la historia rusa que conocemos —para nada amigable con la diversidad amorosa. 

Es un texto hedonista, espiritual, existencialista, a veces puede oscilar entre el fatalismo y el romanticismo, según mi juicio aporta tanta luz que es optimista, e invita al disfrute pleno de la vida, a pesar de la finitud de las cosas; aquí uno tres frases cazadas a lo largo de la lectura que justifican lo que digo: “Todo placer cansa (…) El misterio es que el alma se inflame cuando te entregas a otro y lo tomas por completo, aunque sea tan sólo por un día (…) Todo se puede amar, pero el corazón no hay que entregarlo a una sola cosa para no ser devorado por ella…”

Se compone de pequeñas escenas, casi de corte cinematográfico, está repleta de diálogos y muchas elipsis que no pierden al lector en ningún momento, incluso la fiesta en la que hay muchos trozos de diálogos indistintos es tan exquisito el estilo que uno lo devora como si fuese El banquete de Platón. 

Alas celebra la libertad de ser quién se es de manera irreverente, y de amar y celebrar la belleza. Encontré cierto paralelismo con Dorian Gray; Vania, el protagonista, encuentra en Shrtup y en sus amigos hedonistas y esnobs que se reúnen en las fiestas privadas y cultas, lo mismo que encontró Dorian Gray en su amigo Lord Henry Wotton, lo que aquí el amor homosexual no es fatal, ni el amor propio es vanidad extrema, diabólica, ni enfermiza. Se trata de un texto para aprender a volar, ¡vaya! Aunque como en Dorian Gray se nos enseña a ser un poco desconfiados, por supuesto. 

Esta corta novela es una joya, repito, y los datos sobre la vida del autor son geniales, ayudan a entender mejor todo, ya que hay detalles autobiográficos. Mijaíl Kuzmín tuvo una intensa vida amorosa y fue muy bohemio. Como escritor es más conocido por su poesía, y su novela sigue siendo una especie de rareza literaria por el alto de nivel de exquisitez y los muchos años de “olvido”. 

Un must de cualquier persona que ame las lecturas filosas-filosóficas y busque confirmar la necesidad que tenemos de ser libres desde dentro, así como nos enseñó Epicteto. 

El primer amor de Iván Turguéniev

Esta es una novela corta, apenas 93 páginas, escrita en 1860 por Iván Turguéniev, considerado como el más europeísta de los escritores rusos y autor más que reconocido cuya obra sigue siendo admirada y estudiada. 

Cubierta de libro.

Inicia con un narrador omnisciente que nos lleva a la reunión de unos amigos que, a falta de otros temas, propone que cada quien cuente sobre su primer amor. Entonces Vladímir Petróvich, convocado por el resto, redacta un escrito en el cual cuenta cómo fue su primer amor, y la narración se ejecuta desde la primera persona con reflexiones y algún que otro flujo de pensamiento. 

Vladímir nos lleva a sus dieciséis años, casi como en Novela con cocaína, estamos ante las memorias de un adolescente, este, por suerte, menos loco, y justo un siglo antes que la novela referida. Cuenta su estadía en la casa de campo con la familia, sus libertades, y cómo conoció a la princesa de familia venida a menos Zinaída Aleksándrovna, una joven pícara, segura y arrojada de quien se enamora: “(…) Todo lo comprende, todo lo ve…”.

Ante el evidente y no tan celebrado enamoramiento del joven, su padre le aconseja: “Tú apodérate de lo que puedas, pero no te dejes dominar. Todo el “truco” de la vida consiste en ser dueño de uno mismo (…) ¿Y sabes tú lo que puede hacer libre a un hombre? (…) La voluntad propia, capaz de darle también el poder, que es mejor que la libertad. Aprende a obtener lo que quieras, y entonces serás libre, entonces mandarás…”

El padre le advierte, pillo al fin, y portador de un gran secreto, pues sabe que la joven es mayor que su hijo y sonríe a todos los hombres que la cortejan. Por momentos recordé a ese famosísimo atribulado de Los sufrimientos del joven Werther de Goethe, aquél que seguía cual perro fiel a la joven que cebaba su autoestima a costa de la devoción de su enamorado para al final, ¿qué?… Ahí lo dejo, pues en El primer amor, los tiros van por otro lado. 

Turguéniev reivindica a la mujer con esta breve novela, aquí, con Zinaida, permite que el personaje femenino sea libre dentro de lo posible por la sociedad y se permita “jugar” (más bien disponer) con los hombres a su antojo, sin ser por ello tenida como una cualquiera —aunque cabe anotar que es todo por su belleza, lo cual dice mucho también del carácter de los hombres. En ese juego de narrar cosas inventadas, —historia dentro de la historia narrada como otra historia dentro la principal, caja china de toda la vida—, Zinaida dice: “(…) ¿Un marido? ¿ Para qué?…” y se hace más que evidente la proyección de sus sentimientos y del lugar en el que tiene a todos sus pretendientes dentro de la fantasía que propone.

Vladimir recibe consejos por doquier, y el doctor Lushin, otro de los que ronda la casa de Zinaida, le hace una pregunta que deberíamos hacernos todos ante cada sentimiento o arranque de furia —entiéndase por furia también a la pasión — : “(…) Lo que siente ahora, ¿es acaso bueno, es provechoso para usted?”, algo que más adelante remata: “Lo esencial es vivir normalmente y no dejarse arrastrar por las pasiones. Porque ¿de qué sirve? Con las olas, te lleven a dónde te lleven, siempre se sale perdiendo…”.

La historia, que también presta importancia a la intuición como elemento preventivo o iluminador, propone una lucha entre la razón y los sentimientos; aquí se hace evidente la “moraleja” del autor, al presentar personajes que solo terminan mal si se dejan llevar por los sentimientos, y otros, como el padre de Vladímir, casado por interés y sin dejarse dominar por las pasiones, aparentemente, como un individuo que vive tranquilo; tranquilidad que el lector descubrirá que es una fachada que le cuesta bien cara.  A lo que concluyo, ¿no es mejor sentir plenamente y aprender de la experiencia, más que privarse de ello solo por temor? Al ofrecernos las palabras del padre: “(…) Hijo mío, huye del amor de la mujer, huye de esa dicha, de ese veneno…” y contarnos la versión de los hechos desde Vladimir, podemos concluir que lo esencial es sentir el amor sin perder la razón, pero ya, que no soy psicólogo ni terapeuta. 

Contiene muchísimas referencias culturales y literarias de grandes autores como Pushkin, Lord Byron, Marie Sophie Cottin y otros. 

La novela discursa sobre la juventud, el paso del tiempo y el aprovechamiento de la vida. He aquí una historia sobre los celos, el amor, la manipulación, los secretos, la fuerza de la pasión y sobre todo, un gran clásico, pues en todas las épocas están presentes esos sentimientos. 

Espero que alguna de estas propuestas los anime, yo me siento más que feliz de haber encontrado en una semana tres joyas de la literatura, y más, por tener la oportunidad de compartir estos “Librazos” con ustedes. 

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