Un viaje a Asia en cuatro libros

Un pasaje menos costoso a esos países tan enigmáticos y llenos de mitos, costumbres e historias maravillosas.

Qué lejano, geográfica y culturalmente, nos sigue sonando todo lo referente al continente Asiático, a pesar de que hoy en día tengamos las redes sociales y muchas herramientas para acceder a información de cualquier tipo.

Por eso he decidido acercarme, desde la literatura, que al cabo es un pasaje menos costoso, a esos países tan enigmáticos y llenos de mitos, costumbres e historias maravillosas.

Como hace poco les hablé de En la tierra somos fugazmente grandiosos de Ocean Voung, el escritor vietnamita, en este viaje he decidido pasar solo por China con Diario de un loco; Japón con La bailarina de Izu; Corea del Norte con La acusación y de Corea del Sur con Almendra.

¿Empezamos el viaje?

China: Diario de un loco de Lu Xun

Lu Xun, en 1918, publicó este relato con el mismo título de la obra del ruso Nikolás Gogol, después de traducirla al mandarín. 

“¡Reformaos en seguida! ¡Reformaos desde el fondo de vuestro corazón!”: es el grito interno del personaje con transtorno mental a los moradores de su pueblo, un llamado al cambio para avanzar como sociedad y dejar atrás los salvajismos del régimen feudal que todavía existía en la China de principios del siglo XX.

Esta fue la primera narración de estilo “occidental” en China, escrita sin mucho vuelo poético y con lenguaje directo y claro. Gracias a Lu Xun se empezó a valorar el relato breve en el país, así como la narración en primera persona, que se alejó de los narradores omniscientes para adentrar mejor a los lectores en las mentes de los protagonistas de las historias.

El personaje con transtorno mental es un hombre que está convencido de la antropofagia del resto de las personas de su pueblo, incluso de los miembros de su familia. A través de sus confesiones en el diario se nota cómo su estado de paranoia va aumentando, al punto de escarbar en sus recuerdos y traer a colación hechos del pasado que encuentran en su estado de delirio una explicación a tono con sus creencias, como que, por ejemplo, su hermano se comió a su hermana y por eso la madre lloró tanto cuando la niña murió. 

“Las cosas hay que estudiarlas a fondo para poder entenderlas”: repite, en medio de sus devaneos cada vez que aporta una idea más a su estado mental. 

“¿Habrá acaso niños que no hayan comido hombre? Hay que salvar a los niños…”: plantea, desesperado por cambiar la cultura arcaica de su sociedad, aquí parodiada como antropófaga.

Este canibalismo se refiere a la opresión del régimen feudal, a la posibilidad que tienen algunos de “comerse” a otros, si tenemos en cuenta el comer como el sometimiento y el abuso que constituye ese tipo de sistema económico en el que la mayoría está mal parado, o sea, es carnada. El loco piensa en el futuro de su sociedad, de ahí que quiera salvar a los niños, que como bien nos enseñaron en la escuela que dijo José Martí: “los niños son la esperanza del mundo”.

El diario de un loco es una historia que de cierto modo parodia la realidad de la China confuciana de principios del siglo XX, un llamado de atención desesperado, de ahí que use un personaje transtornado mentalmente para hacer la crítica social de su época. El loco representa al que ha comprendido la necesidad del cambio como algo que debe enseñarse desde la niñez, en pos de salvar la sociedad del atraso y de la falta de prosperidad, de la continuidad de las costumbres antiguas y por tanto anticuadas ante el resto del mundo. De ahí que el protagonista cite tanto a las escrituras antiguas y su vigencia en las costumbres de los pobladores.

Es una obra breve pero muy profunda sobre la “locura“ que significa mantener costumbres viejas en tiempos modernos, puestas como una visión esquizofrénica del inadaptado, del que ha entendido mejor las cosas pero, vencido por la necedad de la mayoría, sufre.

Japón: La bailarina de Izu de Yasunari Kawabata

Relato breve, contado en primera persona, con un alto nivel de lirismo y melancolía. Propone un retrato impresionista de un joven estudiante durante un viaje emprendido en sus vacaciones, en los años 30 del siglo pasado, en el que conoce a una bailarina menor de edad de la cual queda prendado.

“Su risa era como el abrirse de las flores. Se me ocurrió la expresión de risa florida y comprendí que solo para ella era adecuada”. El joven que cuenta esta historia, intrigado por todo lo que no conoce de la bailarina, así como por lo que no puede experimentar con ella, la idolatra y eleva con profunda emoción.

La adolescente es cuidada por una madre celosa y avispada que gusta de mantenerle la castidad, a pesar del trabajo al que se dedica su hija como cantante de alquiler y apoyo de un grupo de artistas callejeros. El resto de la familia establece un repentino vínculo amistoso con el protagonista, y esto provoca sospecha en el lector, que se motiva a seguir con la historia a pesar de que, en verdad, no sucede casi nada. 

Tiene un final insospechado, realista y abierto, por muy cerrado que parezca. 

Es un relato que habla sobre la forma en la que vivimos ciertos romances, lo cual me trae las palabras que alguien me dijo una vez: “A lo largo de mis años de matrimonio, no tienes idea de la cantidad de otros hombres que, en silencio y sin que ni ellos mismos se enteren, he deseado con fervor”.

¿Quién no se ha enamorado de alguien con quien no puede estar? Se sueña, se desea, se elucubra, se sufre: “No pensaba en nada. Pero sentía que las lágrimas me devolvían la paz de espíritu”, expresa el protagonista en su viaje de regreso.

“Me parecía que toda mi cabeza se diluía en agua clara, que iba goteando lentamente dejando tras de sí la dulzura de una dicha incomparable”. Con estas palabras concluye el relato.

Y esta frase nos habla de gratitud, porque después de todo, siempre queda el sentimiento, y el sentimiento es la huella más auténtica del roce humano, ¿no es así?

Corea del Sur: Almendra de Son Won-Pyung

“Si se piensa bien, una vida común y corriente a veces es lo más difícil de alcanzar”. Esta es una historia de crecimiento y superación personal, de autodescubrimiento y amor al prójimo. Son Won-Pyung ahonda en el verdadero significado de las emociones y las ideas que escondemos detrás de las palabras que expresamos. 

Novela narrada en primera persona por su protagonista Yunjae, quien nació con un problema en las amígdalas cerebrales —no se desarrollan y se quedan del tamaño de las almendras: 
“Por esta razón, nunca sé por qué los demás se ríen o lloran y apenas puedo percibir de manera vaga lo que es la tristeza, el amor o el miedo. Para mí, palabras como ‘sentimiento’ o ‘empatía’ no son más que un conjunto de letras con un sentido muy impreciso”.

El primer giro que tiene la trama antes de pasar a la segunda parte es un crimen Tarantinesco, que cambia el curso de la vida de Seon Yunjae y el de su madre.

Ya en la adolescencia conoce a Goni, un muchacho que viene siendo como su antagónico, alguien que siente demasiado mientras Yunjae no siente nada, y nace una extraña amistad entre interacciones típicas de enemigos que encuentran una zona común.

La novela está escrita con un estilo cinematográfico, lenguaje sencillo, capítulos cortos y mensajes directos sin muchas ideas encriptadas ni uso de símbolos, ni exceso de descripciones, lo cual la hace fácil y rápida de leer. Los saltos y mudas están bien definidos y se empastan con el presente propuesto de forma armónica y explicativa. También hay que acotar que es una novela juvenil, de ahí los códigos que maneja. 

Es también una historia que atestigua el poder transformador de la lectura, de la amistad, de la paciencia, del tacto y de la comprensión para lidiar con personas en situaciones difíciles.

Remarca la importancia del amor, la solidaridad y el apoyo familiar, sobre la huella perenne que dejan los padres en los hijos, ya sea por sus presencias o por sus ausencias.

“Lo que quería mamá era que tuviera una vida normal, aunque la verdad es que a veces no estoy muy seguro de qué significa eso”.

Reflexiona desde su discapacidad, para también cuestionar la supuesta capacidad de los que no sufren su condición, y pueden experimentar una amplia gama de sentimientos y al cabo se malgastan en hermetismos y torpezas. 

Almendra es un grito de esperanza en una cueva sin eco, pero bien profunda y dispuesta a aprender de la luz para no quedarse solamente con la oscuridad.

“Yo he decidido afrontar la vida del modo que lo he hecho siempre: tal como viene y en la medida en que puedo sentirla”.

Corea del norte: La acusación.Cuentos prohibidos de Corea del Norte de Bandi.

“En el año 2013 un escritor norcoreano —que se oculta bajo el seudónimo de Bandi y del que poco se sabe— consiguió sacar fuera de su país un manuscrito que contenía unos cuentos que había escondido durante años. Poco después se publicaría en Seúl un libro con esos relatos, La acusación, un contundente retrato de la vida cotidiana en Corea del Norte”. Sinopsis del libro.

“Aquel viejo barbudo europeo proclamó que el capitalismo es un mundo de oscuridad mientras que el comunismo es un mundo de luz. Yo, la Luciérnaga, que vivo en el mundo de la luz, estoy destinado a brillar en el mundo de la oscuridad y denuncio que esta luz es, en realidad, una noche sin luna, negra como un río de tinta surcando el fondo de la tierra”. Prefacio del libro escrito por el autor.

Tiene lógica que estas narraciones, tan realistas e iconoclastas, fruto del silencio obligatorio de un pueblo, del hermetismo oficialista de su régimen totalitario, del abuso de poder y los horrores a los que se han visto sometidos los norcoreanos, estén prohibidos en ese país que aún se rige por normas que parecen copiadas de los antiguos egipcios, obligados a adorar a un Dios-Faraón, aquí Gran Líder, por encima de todo un pueblo adoctrinado, sometido, motivado a punta de pistola y en el fondo de un hueco lleno de las dos principales formas de la miseria: la material y la espiritual.

En todo momento del libro queda claro que Corea del Norte es un país-cárcel, una distopía hecha realidad.
En el cuento La capital del infierno, a mitad del libro, el personaje principal, la señora Oh, narra una historia que da título al cuento y que, a mi juicio, resume a la perfección la esencia de todo este compendio de narraciones que conforman La acusación:

“Érase una vez una colina cercada por diez hileras de vallas. Dentro vivía un brujo rodeado de miles de esclavos. Pero la cosa más sorprendente era que tras las diez hileras de vallas no se oía nada más que risas. Se oían las risas fuese otoño, invierno, primavera o verano. Y eso sucedía porque el viejo brujo tenía hechizados a sus esclavos. ¿Y por qué los tenía hechizados de tal forma? Porque quería ocultar que los estaba maltratando y engañar de este modo a la gente que vivía fuera de la colina y hacerles creer que en aquel lugar todo el mundo era feliz. Había ordenado construir diez hileras de vallas para que nadie procedente de los pueblos vecinos pudiese entrar y ver lo que pasaba. Piénsalo. Cuando la gente que vivía en la colina se hacía daño o estaba triste y lloraba, lo que salía de su boca eran grandes carcajadas. ¿Cómo era posible que existiese una magia tan cruel, una colina tan terrorífica? 

Sin darse cuenta, la señora Oh empezó a sollozar. Su intención había sido contar una historia para olvidarse de todo, pero había sido inútil. Era muy tarde y los altavoces bramaban de nuevo con otra historia de “sonrisas de la felicidad”. Eso le dio a la señora Oh más ideas para nuevos cuentos”.

Entre las páginas de La Acusación encontraremos a la mujer que no quiere parir bajo ese régimen para ahorrarle sufrimientos a su primogénito; a los que deciden emigrar para huir del comunismo y de sus abusos; al niño que ve en la cara gigante de Carlos Marx al Obi, que es en norcorea el equivalente al “Hombre del saco” o “el Coco”; al hijo que no puede ir a ver su madre moribunda por culpa de maniobras militares y dictámenes absurdos; a los mayores llenos de medallas pero muertos de hambre y traicionados por el sistema. Todo contado con mucha sencillez, pues claro, el autor —o autora, que no se sabe— de seguro no tuvo acceso a manuales de técnicas narrativas, aunque debo recalcar que se trata de un/a gran narrador/a, y que en muchos momentos alcanza un lirismo que está relacionado con la oralidad asiática, tan conectada a la naturaleza, a lo bucólico y a las mitologías. 

“Nada en el mundo es comparable a la decepción y al remordimiento que supone tomar conciencia de que todas las esperanzas y convicciones (…) no son nada más que un espejismo”.

Esta es solo una pequeña muestra de la enorme creación literaria que existe en el continente Asiático, pero al ser relatos breves, son buenos para iniciar el estudio de esas culturas tan ricas y tan llenas de sabiduría ancestral. 

Hasta la próxima semana, que por esta ya les he dado varios “librazos”. 

 

 

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