Arte en un campo de golf

Fotos: Alain L. Gutiérrez y Archivo

Las Escuelas de Arte de Cubanacán donde radican hoy la Universidad de las Artes de Cuba y varias especialidades de la Escuela Nacional de Arte, constituyen uno de los ejemplos más sobresalientes de la arquitectura cubana contemporánea.

El diseño del lugar goza de una riqueza visual impresionante, por el modo en el que se combina el verde de la vegetación con el rojo de los ladrillos que arman las distintas edificaciones, lo cual crea una perfecta armonía entre las construcciones y el entorno natural.

Sus arquitectos, los italianos Vittorio Garatti y Roberto Gottardi y el cubano Ricardo Porro, iniciaron el proyecto en el año 1961, cuando el Gobierno Revolucionario cubano decidió construir una ciudad escolar dedicada a las artes, en los terrenos del antiguo campo de golf del Havana Country Club.

Cada uno de ellos trabajó de manera independiente. Porro fue el encargado de las escuelas de Artes Plásticas y Danza Moderna; Garatti, de las de Ballet y Música; y, Gottardi, de la Facultad de Artes Dramáticas.

Según cuenta Porro, acordaron que las edificaciones debían tener en común su espíritu: serían orgánicas y no estilo Bauhaus, Le Corbusier o Mies Van der Rohe. Debían ser como seres vivos. Pero cada arquitecto tendría total libertad para concebir sus diseños.

Los proyectistas se instalaron en el edificio, que antes alojara la administración del Country Club y, desde allí, supervisaron las obras de construcción que marchaban a la par de las del proyecto.

Los materiales empleados fueron los mismos en todas las escuelas: el ladrillo y la bóveda catalana —formada de losas de cerámica—, para lo cual contaron con la experiencia de Gumersindo, un maestro de obra catalán que dominaba a la perfección esa técnica, quien se encargó de enseñarla a los obreros cubanos.

Así, cada una de las facultades fue tomando cuerpo. Sus creadores las concibieron como pequeñas ciudades independientes que se conectaban a través del propio entorno natural.

La Facultad de Artes Plásticas, por ejemplo, tiene en su entrada tres arcos que se prolongan en una calle estrecha con soportales que llevan a la plaza central, alrededor de la cual se encuentran los talleres de pintura, escultura y grabado. Está inspirada en la imagen de Ochún, diosa de la fecundidad. La forma de los talleres puede verse como senos y la escultura de la plaza central, como papaya, fruta que en Cuba tiene una connotación de sexo femenino.

En el caso de la Escuela de Danza Moderna, las bóvedas de la entrada y las salas de danza son imagen de la exaltación. Están cubiertas de cúpulas fragmentadas, como un velamen inflado por un espacio en explosión. Las paredes blancas y lisas que rodean las salas, tienen la altura de dos bailarinas, y sirven de fondo. Los pilares de la calle que conducen a la plaza central y la rodean, apuntan en distintas direcciones dando una sensación de intranquilidad. La placita y los escalones de la entrada, así como el conjunto del edificio, tienen forma de un vidrio astillado, roto por un puñetazo.

Vittorio Garratti, al diseñar la Escuela de Música, también conocida como El gusano, dice haber pensado en un espacio en el que cada alumno tendría su cubículo individual para estudiar. Cada uno de estos cubículos se comunica con el otro a través de un pasillo largo y estrecho en forma de callejuela, interrumpida por pequeñas plazas con bancos y escalerillas que servirían además como sitios de ocio. El gusano bordea el río Quibú y desde sus ventanillas a ambos lados, puede observarse la riqueza de la vegetación.

La Facultad de Ballet aprovecha la irregularidad del terreno en la que fue construida, de modo que los techos de las aulas servirían también como pasillos al aire libre desde los cuales se pudiesen observar los ensayos en los pequeños teatros; los techos simulan pañuelos suspendidos por sus cuatro puntas. El teatro principal es, probablemente, uno de sus mayores logros, con un tragador de luz natural que se proyecta a través de una cúpula de cristales.

La Facultad de Artes Dramáticas, según Gottardi, nace con la conciencia de una pequeña comunidad con un objetivo común: hacer teatro. Los espacios funcionan independientes unos de otros, pero todos confluyen a la vez en el espectáculo teatral. Las aulas teóricas están en el exterior y los talleres hacia el interior. El teatro se concibió para que se pudiese transformar en teatro arena, con el público alrededor del actor, con espacios flexibles para que se trabajara de acuerdo con el tipo de obra que se estuviera representando.

El proceso de construcción de estas joyas de la arquitectura contemporánea en Cuba duró hasta 1965, año en el que por circunstancias económicas hubo que detener el proyecto. Con el paso de los años muchas de estas construcciones se deterioraron. Hace poco más de una década se emprendió el largo y difícil camino de restaurarlas. A pasos lentos, debido a la complejidad que dicho proceso implica, se han ido recuperando algunas de sus áreas. El resto, fueron declaradas ruinas museables, intentando mantener lo que el tiempo logró conservar.
 

Salir de la versión móvil