El Ballet en Cuba, pasión de muchos

Fotos: Archivos BNC

Hace más de medio siglo, al referirse a la histórica tarea que debía llevar adelante el arte del ballet en Cuba, el sabio Don Fernando Ortiz, justamente considerado el Tercer Descubridor de nuestra nación, dejó esta importante advertencia: “Debe darnos un arte con alma de Cuba, pero en su plena y gloriosa integridad nacional, traducido a un lenguaje de universal vibración… y auguramos que lo hará con bellas floraciones, si no reniega de sus profundas raíces ni de su rica savia, y sabe airear su frondoso follaje en las más altas corrientes de la cultura contemporánea”.

Esa hermosa manifestación artística, nacida en la Italia renacentista, había llegado a la Isla, entonces colonia española, a finales del siglo XVIII, con el surgimiento de los primeros teatros y las presentaciones en ellos de importantes conjuntos danzarios europeos. Por su privilegiada posición geográfica y la receptividad de los criollos a las manifestaciones danzarias, el ballet echó pronto sus raíces en esta tierra, que conoció la visita de celebridades del calibre de la austriaca Fanny Elssler y logró un acervo cultural proveniente de los más eminentes coreógrafos del ballet d’acción y el romanticismo, en una cuantía muy superior a la del resto de los países de Latinoamérica.

Al instaurarse la República, luego de un interludio de más de treinta años, provocado por la gesta independentista, la célebre bailarina rusa Anna Pávlova lo haría renacer con los nuevos bríos aportados por el clasicismo y la revolución coreográfica encabezada por el genio de Mijaíl Fokine. Sus visitas en 1915, 1917 y 1918, abarcaron no solamente a La Habana sino también a Matanzas, Cienfuegos y Santiago de Cuba. Como una especial coincidencia, el propio año de su muerte en 1931, nació en Cuba la primera institución dedicada a enseñar sistemáticamente esa forma del baile escénico: la Escuela de Ballet de la Sociedad Pro-Arte Musical de La Habana, cuyos más eminentes alumnos fueron Alicia, Alberto y Fernando Alonso. Ellos, poseedores de una verdadera vocación, debieron marchar al exterior para hacerse profesionales, pero siempre decididos a edificar la gran obra de un ballet netamente cubano.

El 28 de octubre de 1948, nacía el Ballet Alicia Alonso, raíz de nuestro actual Ballet Nacional de Cuba (BNC), con la finalidad de cumplir ese impostergable compromiso con la historia. Se inició entonces un largo camino que, aunque plagado de incomprensiones, agravios y agresiones de los desgobiernos de la época, ellos supieron recorrer con una alta cuota de sacrificios, calidad artística y patriotismo. Funciones populares a lo largo y ancho de la Isla, en teatros, estadios y plazas públicas; la fundación de una Academia que posibilitó que talentos de procedencia muy humilde no se perdieran; la gestación en ella de un método pedagógico propio, que fue la base de la hoy mundialmente aclamada escuela cubana de ballet; y la realización de varias giras por catorce países de América, como representación de la cultura cubana, fue el valioso saldo de ese titánico empeño en tan difíciles tiempos.

Luego de su reorganización, en 1959, el BNC se dio a la conquista total de su gran meta histórica: hacer del arte del ballet un derecho de todo el pueblo cubano. Una red sistematizada de escuelas en toda la Isla, ha permitido la formación de varias generaciones de bailarines que han alcanzado los más altos reconocimientos y son hoy día puntales de una compañía de estatura mundial, que ha llevado su mensaje ético y estético a sesenta naciones de los cinco continentes y creado un vasto repertorio que abarca varios centenares de títulos de las más diversas tendencias estilísticas. Una constante labor de divulgación masiva de ese arte, consistente en espectáculos didácticos, conferencias y montajes especiales en fábricas, planteles estudiantiles y unidades militares, ha iniciado y formado masivamente a los cubanos en el gusto por el ballet. Cursos especiales y talleres vocacionales, han sumado una incontable cantera popular a ese crecer masivo en la afición por el ballet, en el que participan niños y jóvenes de todas las capas sociales del país. Bajo el influjo del Ballet Nacional han surgido otras agrupaciones que como el Ballet de Camagüey, el Ballet de Cámara de Holguín, el Ballet de Santiago de Cuba y el Centro Pro-Danza, son factores coadyuvantes en el crecimiento de un hecho artístico que los críticos más prestigiosos no vacilan en llamar ”el milagro del ballet cubano’’.

Desde 1960 y gracias al apoyo del Estado y el don aglutinador de Alicia Alonso, el Ballet Nacional de Cuba convoca a la celebración del Festival Internacional de Ballet de La Habana. Este año, entre el 28 de octubre y el 7 de noviembre se realizará su vigésimo tercera cita, bajo el lema “La tradición y los nuevos caminos”, al que ya han confirmado su asistencia compañías, bailarines, críticos y observadores de una veintena de países, para disfrutar una variada programación en el Gran Teatro de La Habana y los teatros Mella, Nacional, Karl Marx y el Cárdenas, de la ciudad matancera del mismo nombre, así como numerosas actividades colaterales, entre ellas conferencias, ciclos de cine especializado, exposiciones fotográficas y de artes plásticas, ediciones de textos y emisiones postales.

Una vez más, esa pasión cultivada, ya devenida en tradición, volverá a convertir a Cuba en la capital mundial de la danza.
 

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