Salvar la belleza

Fotos: Jorge Laserna

Más de una historia se ha tejido sobre la vida y milagros de una casa que marca la entrada a la Quinta Avenida en el barrio de Miramar. Al tiempo que crecían historias de tesoros escondidos en su sótano, fantasmas que deambulaban por sus salones y otros tantos embrujos, la vistosa Casa de las Tejas Verdes avisaba del inminente peligro de su pérdida cuando la Oficina del Historiador asumió su restauración como una deuda con la belleza y el alma citadina.

De singular fisonomía, ejemplo de la arquitectura doméstica tipo chalet de principios del siglo XX, con gran influencia de los cottages norteamericanos, la casa sorprende por las formas geométricas que se entrelazan en su fachada, coronada por una cubierta inclinada con ventanas abuhardilladas y torrecilla en forma de cono que le conceden gran belleza a este lugar. Precisamente sus techos de exagerada pendiente y recubiertos por tejas de color verde son sus atributos más destacados, que la distinguen en un entorno caracterizado por grandes mansiones. Un amplio portal bordea el frente y laterales, y un jardín sirve de antesala a esta vivienda que cuenta con tres niveles relacionados entre sí por la escalera de servicio y otra de forma helicoidal, chapada con piezas de mármol de Carrara y baranda de hierro con pasamanos de madera.

Al igual que otras mansiones de la avenida habanera, esta responde a la descripción que varios autores han recogido en sus investigaciones. Juan de las Cuevas Toraya en su libro 500 años de construcciones en Cuba hace referencia a elementos comunes como las escalinatas de mármoles italianos, el vitral al fondo de la escalera, la gran sala, la biblioteca, el comedor rectangular con dimensiones apropiadas para 12 o 24 comensales y la salita de estar de la segunda planta que da acceso a las habitaciones.

Tales residencias surgen entre los años 1917 y 1919 cuando el barrio de Miramar alcanza gran desarrollo. Así lo expresa Emma Álvarez Tabío en su libro Vida, mansión y muerte de la burguesía cubana: «La actitud de vivir con mayor intensidad la apariencia que la realidad, provoca que los comportamientos sociales asuman un carácter decididamente teatral, lo cual requiere a su vez de escenografías apropiadas que sirvan de marco a las puestas en escena…. cada familia pretendía representar… la sólida posición económica, la importancia de su ubicación en la sociedad, la del alcance político y la del nivel cultural adquirido… también como miembro de una familia se imponía la interpretación de diferentes papeles, que podían ser el de pródigo anfitrión, el de hombre de mundo, el de respetable cabeza de familia o el de sólido hombre de negocios».

Varios fueron los propietarios del inmueble que, construido en el año 1926, realizaron cambios en su interior, en cuanto a distribución y uso de los espacios. La falta de mantenimiento sumió al lugar en un deplorable estado que obligó al equipo de la Oficina del Historiador a realizar una reparación capital con vistas a su total recuperación.

La pérdida de la cubierta permitió la entrada del agua de lluvia que provocó el daño de la madera en la techumbre, conformada en una parte por losas de hormigón armado y en otra con sistema de vigueta y bovedilla de los entrepisos, así como de toda la estructura de la casa. Fue esta una de las principales causas del deterioro del inmueble que, a consecuencia de las filtraciones, perdió molduras, florones y otros elementos de yeso que adornaban techos y paredes. Los muros de ladrillo también perdieron su revestimiento y se agrietaron; y apareció la huella del óxido en otras partes de la vivienda, la que mostraba también abandono en sus jardines y en la carpintería.

Ante esta situación y el alto va-lor simbólico del inmueble, los especialistas determinaron realizar una intervención sumamente cuidadosa que la devolviera a su estado original, por lo que fueron rescatados los elementos que se encontraban aún en la obra, y protegidos los pisos y marcos sin desmontar. Asimismo, se involucraron en una búsqueda de documentos y fotografías que sirvieran de referencia para la restauración.

Hoy, la Casa de las Tejas Verdes cuenta con la obra de muchos artistas contemporáneos que otorgan mayor valor y belleza al inmueble, preparado para que se pueda vivir en él y que sirva para explicar la arquitectura moderna y contemporánea de la ciudad, la del Vedado y la de Miramar. Distintas manifestaciones como la pintura, la fotografía, la escultura, la cerámica, convergen en este sitio que exhibe las dos últimas piezas realizadas por el maestro Pepe Rafart; así como las creaciones de Vicente Rodríguez Bonachea, Éver Fonseca, Ángel Ramírez, José Omar Torres, Carlos Guzmán, Eduardo Abela, Jorge Pérez Duporté, Agustín Bejarano, Luis Alberto Rodríguez, Lourdes Gómez, Manuel Cruz Igarza, Agustín Drake, Yoryana Hernández, Rita Mirabal, José Raúl Colomé, Carlos y Karen Marcoleta, Miguel Osorio, Leticia Abad, Julia González y Juan Quintanilla.

Premio Nacional de Conservación y Restauración del año 2010, esta bella mansión se ha convertido en muy poco tiempo en un importante centro promotor de la arquitectura, el urbanismo y el diseño interior. Con una intensa vida cultural, la institución fomenta talleres, ciclos de cine y conferencias con el propósito de acercar a los más diversos públicos al patrimonio arquitectónico, así como a historias urbanas y peculiaridades de edificaciones representativas, entre otras aristas.

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