Contra reloj: La historia no contada de Ariel Martínez en Japón

El receptor matancero, una de las sensaciones entre los peloteros cubanos contratados en Japón, conversa con el periodista Aliet Arzola sobre su camino hacia el máximo nivel del béisbol nipón, que ha estado cargado de tropiezos y decepciones hasta ahora desconocidas.

Ariel Martínez es el hombre de moda en la pelota cubana. Su nombre se repite una y otra vez en los medios deportivos antillanos y en múltiples espacios noticiosos en Japón, donde ha conquistado los corazones de los fanáticos de los Dragones de Chunichi, luego de su estelar debut con el equipo principal.

La expectación es lógica. En la historia de la Liga Japonesa, casi ningún receptor latino había llegado al máximo nivel, salvo el dominicano Francisco Cabrera en la década de 1990. Durante los últimos 20 años, ni un solo cátcher extranjero había logrado jugar en el circuito, desde el australiano David Nilsson.

Por cierto, Nilsson es un viejo conocido de la afición cubana. Como jugador, discutió contra nuestro país la final de los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 y el pasado año, ya como manager de la selección australiana, volvió a verse las caras con la escuadra antillana en el Premier 12.

Nilsson llegó al béisbol asiático en el 2000, después de ocho temporadas con los Cerveceros de Miwaukee y después de participar en el Juego de las Estrellas de MLB en 1999. Perfectamente pudo continuar en Grandes Ligas, pero renunció porque quería competir en los Juegos Olímpicos de Sydney. Esa decisión lo llevó entonces a la Liga Japonesa, donde jugó 18 partidos, también con los Dragones de Chunichi.

Dos décadas han pasado desde aquello. Por eso tiene tanta trascendencia ahora la eléctrica escalada de Ariel Martínez, convertido de la noche a la mañana en uno de los referentes de los Dragones, club donde también militan los cubanos Dayán Viciedo y Raidel Martínez, además de Omar Linares como entrenador.

Ariel es un pelotero millenial. Creció admirando a Yulieski Gurriel, Frederich Cepeda, Alfredo Despaigne, Alex Rodríguez, Yadier Molina, Salvador Pérez y Ariel Pestano, “el mejor receptor de Cuba en estos tiempos”. Sin embargo, entre sus mayores referentes se cuenta un jugador de la vieja guardia: Lázaro Junco.

“Es con el que más he compartido y convivido porque fue mi entrenador. Tremenda persona, tremendo carácter, es un tipo que me gusta mucho por su forma de ser, por todo lo que logró en Matanzas y en Cuba. Es un buen modelo a seguir para mí”, asegura el máscara yumurino, en diálogo exclusivo con OnCuba.

Ahora Ariel triunfa en Japón, pero el camino hasta aquí, contrario a lo que pudiéramos pensar, no ha sido tan sencillo. Ha vivido momentos extremos, algunos de absoluta zozobra, en los que hasta se ha cuestionado su continuidad en el sistema asiático.

“Hubo un momento en que yo llegaba solo a la casa aquí en Japón y sufría mucho, porque durante dos años me estuvieron quitando el béisbol, como cuando le quitas un juguete a un niño”, relata.  

La génesis de ese sufrimiento está en las Ligas Menores, escalón que solo se puede superar con mucha fuerza mental, mucha concentración y dedicación plena a los entrenamientos. Para salir airoso de ahí, debes tener como máxima que nadie te va a regalar nada.

Eso Ariel lo aprendió con el tiempo, pero los inicios fueron bastante complicados. “El primer año tenía tremendas expectativas. Llegué en marzo, con la temporada empezada, por atrasos en los papeles en Cuba, y los mismos coaches se sorprendieron de que estuviera ahí, no sabían ni que yo iba a incorporarme al equipo. Yo pensé: ‘qué cosa es esto, cómo esta gente no va a saber que yo venía para acá, no entiendo qué hago aquí entonces’. Me demoré tres o cuatro meses en jugar el primer partido. Después solo salía cada una o dos semanas y, como no estaba dentro del roster, ellos no tenían apuro en ponerme, porque había que priorizar a los que sí podían subir”, relata el matancero.

“El primer año jugué como 20 partidos nada más. Era muy difícil tener continuidad y un buen rendimiento para que la gente de arriba se fijara en uno y te metiera en el roster. El segundo año fue todavía más complicado, porque tenía un coach de ‘catcheo’ que no quería trabajar conmigo; solo se enfocaba en un muchacho novato que había aquí. Al final, el año pasado solo estuve como receptor en un juego y medio”, abunda Martínez.

¿Te imaginabas que iba a ser tan complicado el camino para llegar al máximo nivel del béisbol en Japón?

Nosotros venimos con contrato de entrenamiento, con el cual no podemos, desde un principio, optar por jugar en el equipo grande. Entonces, tenemos que primero ganarnos la opción de entrar en el roster y después incluirnos entre los cuatro extranjeros que se permiten para poder subir. No es el mismo caso de Despaigne o Gracial, a quienes los firmaron directo al roster y, cuando están bien, los pueden utilizar en el equipo grande.

Ellos nos ven como peloteros de grandes condiciones, pero que no estamos listos. Entonces, cuesta trabajo porque muchas veces no recibimos la cantidad de oportunidades necesarias para subir. Muchas veces, pasamos trabajo para mejorar porque, como somos extranjeros, los coaches no nos ponen mucho interés, no nos hablan, no nos corrigen. Colás se demoró tres años para entrar en el roster y subir, Raidel pasó una temporada que casi no lanzaba.

¿Cómo te sobrepones a esos contratiempos?

Muchas personas, desde Cuba y otros lugares, me decían que no me desanimara, que siguiera trabajando para lograr que me vieran más, que se fijaran en mí. Muchos también me decían que, si me estaban pagando y me tenían en el club, era por algo.

Con esa mentalidad iba todos los días al terreno a tratar de mejorar. Era siempre de los últimos en salir. Me quedaba bateando de más, haciendo gimnasio de más… Tomé también consejos de varios entrenadores, no del equipo, sino de otros lugares, porque los de aquí en estos dos años anteriores prácticamente no me ayudaron nada.

Otros coaches en Cuba y en Miami, con muchos conocimientos, me ayudaron. Se comunicaron conmigo y me decían haz la técnica así, haz la técnica “asao”. Fui mejorando, mejorando, les llené la vista y logré subir. Pasé dos años muy amargos, muy difíciles, en los que me cuestionaba mi calidad, pero nunca bajé la cabeza.

Ariel Martínez con los Dragons. Foto: Facebook.

¿Qué cambió para este 2020?

Este año cambiaron la dirección casi completa en las Ligas Menores. Coaches nuevos y director nuevo, que prácticamente es quien me ha llevado adonde estoy, porque me apoyó, dijo que había que darme importancia, que había que ponerme a jugar, no solo a batear, sino también a ‘catchear’.

Él me dio la oportunidad, yo respondí y enseguida se comunicó con la dirección del club y les dijo que yo podía ayudar al equipo. Así fue que logré entrar en el roster de 70 jugadores.

Tengo que agradecer también por haber ido a Cuba el pasado año y jugar la Serie Nacional. Eso me ayudó a recuperar la confianza, a encontrarme nuevamente con el juego, a entrar en calor, a tener continuidad… Igualmente, la preparación física que hice me permitió llegar ahora a Japón en una forma tremenda, a pesar de la lesión que sufrí en la final contra Camagüey.

¿Cómo has vivido entonces esta parte dulce de la historia?

Desde los juegos de preparación, en las Ligas Menores y ahora en las Mayores, siento tremenda satisfacción por lo que he logrado. Este año vine con la mentalidad de que la iba a romper o me iba. Tenía que cambiar las cosas y, si no existía un avance, no seguiría aquí.

Mucha gente no confió en mí, en Cuba, en Japón y en otros lugares, pero sobre todo aquí desde que llegué. Ahora mira cómo están saliendo las cosas; cada vez que juego, el equipo gana. Pude sobreponerme a todas esas dificultades y demostré que podía hacerlo. Todavía hay tramas por el tema del idioma, pero he probado que puedo ayudar al equipo y hacer una buena carrera aquí.   

¿Qué tan grande es ahora el reto de mantenerte en el primer equipo de los Dragones?

Ya di el primer paso, las cosas están saliendo bien. Ahora el reto de continuar pienso que no es tan difícil, porque me siento en un estado de forma tremendo, sobre todo bateando. Creo que puedo mantenerme a un buen nivel. Lo que pasa es que son solo cuatro extranjeros por equipo, cinco este año, pero solo puede haber cuatro en el campo diariamente.

No sé cuáles son los planes de la dirección, pero si mantengo el nivel, puedo quedarme al menos toda esta temporada en las Mayores. Debo seguir muy concentrado para que a los lanzadores no les hagan carreras, porque por ahí también me miden. Es lo que me toca por mi posición. El reto es grande, pero no tan difícil si me enfoco en ayudar al equipo, que es lo más importante.

¿Quiénes han sido las personas más importantes para ti en todo este proceso?

Mi familia ha sido fundamental. Todos los días hablan conmigo, me dan ánimos para seguir. Hablo igual con mis amigos y con otros peloteros que están en Cuba. Ellos me dicen que siga trabajando, que muchos quisieran estar donde yo estoy.

También ha sido muy importante mi novia Camila. Este año he podido estar con ella desde el principio y su compañía aquí ha sido fundamental porque me ha ayudado a estar más tranquilo, a no estar solo, a estar feliz.

Los traductores que han estado conmigo también me han tratado bien. Algunos peloteros japoneses me han apoyado y, por supuesto, los latinos, que en todo momento me dijeron que trabajara y trabajara, que ellos me iban a tener en cuenta. Por ejemplo, Zoilo Almonte estuvo conmigo en Ligas Menores y me dio muchos consejos a la hora de entrenar. Linares y Viciedo también me han ayudado, y con Raidel he compartido en la casa y en el terreno.

Ahora se habla de la posibilidad de que Dayán Viciedo y otros peloteros cubanos que han emigrado puedan jugar de nuevo por el equipo nacional. ¿Qué te parece esa idea?

Me parece muy buena. No es un secreto para nadie que, actuación por actuación, el equipo cubano ha sido un desastre, y esta medida puede ayudar mucho. Si los peloteros que juegan en otras ligas, aunque no estén por intermedio de la Federación, quieren unirse al Cuba, vamos a estar mucho más fuertes.

Además, yo quiero ganar y no quiero que me pase más lo que ha pasado en los últimos torneos, que nos han metido uno, dos, tres y para la casa otra vez. Con estos peloteros podemos coger más calidad. Creo que la calidad de los jugadores de la Serie también va a aumentar, pues todos vamos a tener que trabajar el doble o el triple si queremos llegar a la selección nacional.

Eso va a levantar el nivel de los peloteros que están en Cuba, que a lo mejor se ha achantado porque, como quiera, llegan al equipo nacional. Ahora vamos a tener que trabajar más, ser profesionales y estar en buena forma todo el tiempo para poder entrar al equipo nacional.

Es para bien del béisbol cubano.

Después de llegar al máximo nivel en Japón, ¿has pensado en algún momento de tu carrera dar el salto a MLB?

Todo el mundo sueña jugar en MLB. Yo quiero probarme a ver si puedo llegar, pero sé que me falta mucho para estar a ese nivel. Todavía estoy mejorando y, si sigo con la progresión que estoy llevando, puedo jugar allá en algún momento.

Espero que se sigan dando pasos y que sea un poco más fácil para un cubano jugar en MLB. Por lo pronto, seguimos en Japón, dándolo todo por Cuba. Quiero seguir participando en el equipo Cuba. Estamos aquí, más adelante veremos.

Aliet Arzola Lima.

La vida lo llevó a graduarse de periodista en el 2013, pero siempre tendrá espíritu de deportista. Por eso ha disfrutado al máximo sus coberturas en Juegos Panamericanos, Centroamericanos, Series del Caribe y Campeonatos Mundiales. Desde hace mucho tiempo no practica ningún deporte, pero todos los días batea más de 50 pelotas y lanza otras tantas desde un montículo imaginario; a veces lo hace en la soledad del hogar, a veces en medio de la calle.

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