¿Sobre ruedas?

Moverse de un lugar a otro de la capital, sea por trabajo o por ocio, por necesidad o placer, demanda tiempo, dinero, esfuerzo y no pocas veces creatividad.

Ciclista se agarra de un auto para no tener que esforzarse en dar pedales, La Habana, Cuba. Foto: Otmaro Rodríguez.

Ciclista se agarra de un auto para no tener que esforzarse en dar pedales, La Habana, Cuba. Foto: Otmaro Rodríguez.

El transporte, o más bien su ausencia, es una de las odiseas cotidianas de los cubanos. No es reciente ni desconocido para quienes habitan, por ejemplo, La Habana; pero en tiempos de crisis como los que vive la isla, el desafío se multiplica.

Moverse de un lugar a otro de la capital, sea por trabajo o por ocio, por necesidad o placer, demanda tiempo, dinero, esfuerzo y no pocas veces creatividad.

Una persona mayor aborda una Gacela en la calle Zulueta. Foto: Otmaro Rodríguez.
Inspectores de transporte chequean documentos a conductores de autos privados que trasladan turistas. Foto: Otmaro Rodríguez.
Camión de transporte interprovincial. Foto: Otmaro Rodríguez.

Las ruedas, los vehículos de cualquier tipo, se convierten en tablas de salvación, en objetos del deseo. Y también en agujero constante en el bolsillo.

Por eso, para quien no es botero, o chofer de su propio auto, las opciones pueden comprimirse —o exprimirse—, y el tiempo dilatarse tendiendo al infinito cuando de ir de aquí a allá, o de allá a acullá, se trata.

Mudanza en bicitaxi. Foto: Otmaro Rodríguez.
Hoy una bicicleta suele costar como mínimo 200 USD. Foto: Otmaro Rodríguez.
Riquimbili rodando por la avenida del Puerto de La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez.
En tiempos de crisis de transporte estos dos cubanos se la ingenian para trasladar mercancía y una mesa. Foto: Otmaro Rodríguez.

Muchos caminan, otros desempolvan las bicicletas en una ciudad sin ciclovías, o “invierten” en motos o ciclos eléctricos, o se resigan al harakiri de un almendrón o a la espera interminable en una parada.

La espera puede durar horas. Foto: Otmaro Rodríguez.
Cola para abordar ómnibus en La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez.

Algunos arman sus propios carromatos o carretillas y mueven por sí mismos lo humano y lo divino. Otros le regatean una y otra vez a camioneros y taxistas, intentando que el golpe a la billetera sea más soportable.

Por estos días, unos y otros han cruzado los dedos y han mirado al cielo por el anunciado aumento de los precios del combustible y del transporte de pasajeros. O sería mejor decir aumentos adicionales, porque desde los anuncios oficiales, todo ha ido aún más hacia arriba. En los medios particulares y en el mercado negro.

Se ha intensificado el uso de carriolas eléctricas. Foto: Otmaro Rodríguez.
Moto eléctrica (motorina) sirve de medio de transporte a una familia, La Habana, Cuba. Foto: Otmaro Rodríguez.

Finalmente, los aumentos oficiales no han entrado en vigor, por un “incidente de ciberseguridad”, según lo informado por el Gobierno.  

Los precios que ya subieron, sin embargo, no parecen dispuestos a dar marcha atrás. E, incluso, podrían aún continuar su temido ascenso.

Mientras, los habaneros siguen intentando moverse día tras día —sobre ruedas o a pie—, y también mirando al cielo y hurgando en sus bolsillos: su odisea cotidiana.

Muchos camiones están parados por falta de combustible. Foto: Otmaro Rodríguez.
Lanchitas que atraviesan la bahía, con horario limitado. Foto: Otmaro Rodríguez.
Coches a tracción animal para trasladar personas y mercancía. Foto: Otmaro Rodríguez.
No todos tienen las posibilidades económicas para alquilar un transporte. Foto: Otmaro Rodríguez.
Un camión es utilizado para transportar pasajeros en La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez.
Transportando en una carretilla la base de una cama. Foto: Otmaro Rodríguez.
El trencito es utilizado por muchas personas para trasladarse desde La Habana al Vedado. Foto: Otmaro Rodríguez.

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