La frontera del sueño americano: Mafia

Hace algunos años el negocio del tráfico ilícito de personas ha sido tomado por los cárteles de la droga y otras organizaciones criminales transnacionales.

Ciudad Juárez, ciudad fronteriza mexicana, colindante con El Paso, en Texas, es un importante corredor para el tráfico internacional de drogas y migrantes. Foto: Kaloian.

Coyotes o polleros. Así se les conoce a los intermediarios que facilitan la travesía, y ofrecen rutas y servicios para llegar al territorio estadounidense desde distintos puntos del continente americano. Sin embargo, desde hace algunos años es conocido que el negocio del tráfico ilícito de personas ha sido tomado por los cárteles de la droga y otras organizaciones criminales transnacionales, que aprovechan la desesperación de quienes están dispuestos a todo para alcanzar el otro lado de la frontera.

“A veces es más rentable transportar personas a Estados Unidos que droga”, afirma un portavoz de la Patrulla Fronteriza, subrayando cómo para el crimen organizado el tráfico humano provee altas ganancias. Mientras que el tráfico de drogas implica altos costos en materia prima, transporte y sobornos, los migrantes no suponen una inversión de entrada y además pueden ser explotados repetidamente durante el viaje.

Un helicóptero de la Border Patrol patrulla en el desierto, cerca de la valla fronteriza. Foto: Kaloian.

Uno de los motivos del auge de esta actividad delictiva responde al creciente número de migrantes que buscan cruzar la frontera. Los cárteles controlan las zonas fronterizas de México con Estados Unidos, mientras que los coyotes organizan la primera parte del viaje. Una vez en territorio controlado por los cárteles, estos intermediarios trabajan para ellos o pagan para poder pasar con el grupo de migrantes.

El costo de estos servicios varía entre 5 mil y 15 mil dólares, en dependencia de la distancia y de la ruta seleccionada. Las rutas “VIP” ofrecen mayor comodidad y seguridad, pero el precio puede llegar a superar los 20 mil dólares, sumando peajes e incluso rescates. 

Muchos migrantes venden todo lo que tienen o se endeudan para financiar un trayecto que ofrece pocas o ninguna garantía; un trayecto que ni siquiera una vez completado es sinónimo de permanecer en los EE. UU.

Márgenes del río Bravo, en la parte de México. Muchos de las personas que se hacen pasar por pescadores son vigilantes de parte de los carteles. Foto: Kaloian.

Quienes caen en las redes de tráfico humano suelen ser encerrados en “casas de seguridad”, donde son comunes el hacinamiento y la falta de alimentos. Se les obliga a contactar a familiares para pedir distintas sumas de dinero a cambio de su liberación —o de su vida. Si estos no pueden reunirlo, las pandillas los extorsionan a distancia, lo mismo si se encuentran en el país de origen que en el de destino, Estados Unidos. En algunos casos, las mujeres son violadas como forma de cobro. 

Restos de una balsa inflable en el río Grande usada por coyotes para pasar migrantes hacia el lado de Estados Unidos. Foto: Kaloian.

En el Valle del Río Grande, el Cártel del Golfo ha controlado el crimen organizado durante más de un siglo. Según Gloria Chávez, jefa de la Patrulla Fronteriza en la región, estos grupos criminales regulan el movimiento de migrantes indocumentados, y determinan quién cruza y cuándo. No solo establecen las rutas: además dictan las condiciones del cruce.

“Las organizaciones criminales están bien equipadas tecnológicamente. Incluso usan drones para vigilar los movimientos de la Patrulla Fronteriza”, destacó Chávez, la mujer de más alto rango en la entidad que representa.

Gloria Chávez, jefa de la Patrulla Fronteriza en el sector del Valle del Río Grande. Foto: Kaloian.

En la colonia Rancho de Anapra, Ciudad Juárez, los coyotes son conocidos como polleros. En este pueblo, uno de los más pobres y de más alta criminalidad del país, el famoso “muro” colinda con Sunland Park, en Nuevo México, Estados Unidos. La cerca da literalmente al patio trasero de muchas casas precarias.

Detrás de la imponente vaya se levanta el pueblo de Anapra, uno de los más pobres de México y donde operan cárteles narcos que también se dedican al tráfico de migrantes. Foto: Kaloian.

En Anapra, que quiere decir Asociación Nacional de Productores Agrícolas, la inmensa valla de firmes angulares metálicos de hasta 9 metros se interrumpe. Comienza un sistema montañoso cuyo pico más alto sostiene la imagen de Cristo Rey. Desde allí alcanzan a verse las luces de El Paso, en Texas, algunos asentamientos de Nuevo México y Ciudad Juárez, en Chihuahua, en tierras aztecas. 

Camino improvisado hecho por los coyotes en medio de la selva del lado de Estados Unidos, en las márgenes del río Grande. Foto: Kaloian.

Por la vecindad tan próxima al territorio estadounidense, Anapra, a pesar de estar en medio del desierto y tener una infraestructura deficiente, es un punto estratégico para el movimiento de drogas y migrantes. Reportes de prensa indican que en el área opera un grupo delictivo conocido como La Empresa, brazo del Cártel de La Línea. Originalmente se dedicaban al sicariato; ahora, además, trafican personas.

Cada cierto tiempo, el pueblo aparece en las noticias por el desmantelamiento de “casas de seguridad” en las que grupos criminales retienen y extorsionan a migrantes antes de cruzar la frontera. 

Un hueco en el desierto, del lado de México, cerca de la valla fronteriza con Estados Unidos, restos de un túnel. Foto: Kaloian.

En un recorrido por la zona estuve cerca del límite territorial junto a un grupo de colegas. Del lado norte de los barrotes puede verse la pobreza extrema de Anapra, del lado sur. 

En el terreno sobre el que se levanta la valla hay jirones de ropa, zapatos, botellas de agua vacías y otros objetos que los migrantes han dejado atrás. 

Campamento de migrantes improvisado a orillas del río Bravo, en México, quienes esperan la noche para cruzar hacia Estados Unidos. Foto: Kaloian.

Un niño merodeaba cerca de aquel basurero. Se detuvo unos minutos, observó nuestros movimientos y se fue corriendo. Aquel pequeño bien puede haber estado vigilándonos. Las bandas criminales utilizan a menores de edad como guías o vigías para monitorear los movimientos de la Patrulla Fronteriza. A estos vigilantes se les llama “halcones” en el argot narcocriminal.

Un niño merodea en medio de un basurero en Anapra, pegado a la valla fronteriza con Estados Unidos. Foto: Kaloian.

“En la periferia de Ciudad Juárez hay comunidades que padecen mucho reclutamiento de jóvenes. Los obligan a cruzar drogas. Hay pueblos enteros totalmente controlados por el crimen organizado y los jóvenes no tienen otra opción”, contó luego Dylan Corbett, director del Hope Border Institute.

Minutos después, por una de las calles de tierra de Anapra cercanas a la frontera apareció una camioneta de alta gama con vidrios polarizados. Dio un par de vueltas a baja velocidad. Una colega nacida en la zona y conocedora de los códigos y movimientos locales, nos advirtió que era probable que se tratara de un vehículo de traficantes. 

“Es muy evidente. Anapra es de los lugares más pobres de Juárez. Una camioneta así, con las ventanas oscuras y circulando de esa manera por aquí­, es sospechosa”, nos dijo.

Dos agentes de la Patrulla Fronteriza en el desierto de Texas, cerca de la valla fronteriza de Estados Unidos con México. Foto: Kaloian.

Es común ver a grupos de migrantes circulando por el pueblo. En las noches es cuando, generalmente, intentan cruzar, utilizando escaleras y otros medios rudimentarios. 

Sin embargo, la mañana de nuestro recorrido, con un calor abrasador de casi 40 grados, dos personas, con agilidad, escalaban el vallado y descendían del lado de Anapra: iban en el sentido opuesto al esperado. Pueden haber sido coyotes o migrantes que, al notar la presencia de la Patrulla Fronteriza, regresaron a territorio mexicano para evitar ser capturados.

Un colega operaba un dron y logró capturar la secuencia. En el video puede verse cómo, del otro lado del muro, asisten a las dos personas con una escalera y, una vez en tierra, salen corriendo para internarse en el pueblo. 

Anapra coyotes

Los agentes de la Patrulla Fronteriza llaman a los carteles “organizaciones criminales transnacionales” porque operan en varios países y tienen presencia también dentro de Estados Unidos.

El Tren de Aragua, una de las organizaciones criminales más poderosas de Venezuela, ha expandido su influencia por el continente. El grupo opera desde Chile hasta México y en varios estados de EE.UU., involucrándose en robo, secuestro, tráfico de drogas, de personas y trata. 

Un agente de la Patrulla Fronteriza muestra la rueda de un auto, uno de los medios con los que los traficantes intentan pasar los estupefacientes. Foto: Kaloian.

Según CBP, el número de migrantes venezolanos en el sector de El Paso aumentó de 25 mil en 2022 a 75 mil el año pasado. Miembros del Tren de Aragua se han infiltrado en estas caravanas de migrantes, con más de 70 casos documentados que destacan su presencia en la región.

Una familia de migrantes salvadoreños, en uno de los refugios transitorios. Foto: Kaloian.

El cartel y los coyotes o polleros operan con la complicidad de fuerzas del orden y sistema de justicia. La corrupción en estas instituciones permite que los grupos criminales actúen con impunidad, debilitando la confianza pública y exacerbando el sufrimiento de las víctimas. Esta connivencia no solo facilita la expansión de los delincuentes, sino que perpetúa un ciclo de violencia y explotación muy difícil de romper.

Un migrante venezolano resumió su experiencia: “La parte de México es la peor. Te extorsionan los cárteles, la migra, la policía, la Federal… Hay muchos retenes en el camino, y si no les pagas o no tienes dinero, te bajan del autobús y te regresan. Atravesar México es peor que cualquier otra cosa”.

La desértica región de El Paso, en Texas, un punto donde los coyotes abandonan a los migrantes que cruzan la frontera. La deshidratación es la principal causa de muerte entre los migrantes que atraviesan el desierto. Foto: Kaloian.

A medida que la migración irregular continúa, la intervención de actores delictivos hace que el fenómeno sea aún más complejo. Enfrentarlo requiere un enfoque integral que aborde tanto las causas profundas de la migración como la necesidad de políticas que protejan a los migrantes y desmantelen las redes criminales. Solo entonces podrá ofrecerse esperanza real a quienes buscan una vida mejor lejos de su hogar, del otro lado del muro.


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