Callejear Valldemossa

La localidad mallorquina, cuya población es de poco más de 2 mil habitantes, cada día es recorrida por una masa que duplica ese número.

Una pareja de turistas camina por una florida calle de la villa. Foto: Alejandro Ernesto.

Valldemossa es famosa por los famosos. A este pequeño pueblo de la Sierra de Tramontana llegaron en 1838 el músico polaco Federico Chopin y su amante, la escritora francesa George Sand. En nuestros días, el mítico actor hollywoodense Michael Douglas es otro de los que frecuentan Valldemossa.

Una esquina cualquiera de Valldemossa. Foto: Alejandro Ernesto.

La pareja formada por Chopin y Sand se refugió en un monasterio buscando, en el clima frío y seco de la montaña, alivio para la tuberculosis. La estancia, al parecer no del todo grata, duró apenas un invierno, pero la celda que ocupó la pareja es hoy un museo en el que se conserva un piano del célebre compositor.

Iglesia de San Bartolomé, patrón de Valldemossa. Foto: Alejandro Ernesto.
Valldemossa y la iglesia de San Bartolomé vistos desde una ventana del pueblo. Foto: Alejandro Ernesto.

En cambio, a Douglas sí parecen gustarle Valldemossa y la Sierra de Tramontana. El actor y su esposa, la actriz Catherine Zeta-Jones, tienen una villa en las afueras del poblado. Douglas, además, creó en él Costa Nord, un centro cultural contemporáneo que busca difundir la cultura y las tradiciones de las Islas Baleares.

Este año la estrella celebró su 80 cumpleaños de manera adelantada —los cumple el 25 de septiembre—, participando en julio en las fiestas de las Gent Gran (personas mayores, en lengua mallorquina), junto al resto de los vecinos de Valldemossa.

La florida Valldemossa. Foto: Alejandro Ernesto.

Otra de las celebridades locales, esta vez histórica, es Santa Catalina de Thomas (1533-1574), canonizada en 1930 por el entonces Papa Pío XI. Es la única santa nacida en la isla de Mallorca y su cuerpo incorrupto descansa en el Convento de Canonesas Agustinas de Santa Magdalena de Palma.

Imágenes de Santa Catalina Thomas y flores, algo común en las puertas de las casas de Valldemossa. Foto: Alejandro Ernesto.

Muchas casas de Valldemossa tienen en su entrada pequeñas placas de cerámica con pasajes de su vida y la leyenda “Santa Catalina Thomas, ruega por nosotros”.

Flores, plantas y la imágen de Santa Catalina Thomas en casi todas las puertas de la villa. Foto: Alejandro Ernesto.

Algo que abunda en puertas y ventanas de las casas de Valldemossa, todas de piedra de color ocre, son las flores; un toque colorido que embellece la villa de calles empedradas y peatonales, por las que no transita más auto que el de algún vecino.

Este gato mallorquín posiblemente sea el más fotografiado de la isla. Foto: Alejandro Ernesto.
Flores que dan color a una villa de piedras ocres. Foto: Alejandro Ernesto.

Valldemossa, el pueblo más alto de Mallorca, está enclavado en la Sierra de Tramontana, declarada patrimonio de la humanidad por la Unesco en 2011. Sus habitantes, unos 2100, se ven enormemente superados por la avalancha de más de 5 mil turistas que llegan cada día. 

Una pareja se fotografía delante de una de las casa de Valldemossa. Foto: Alejandro Ernesto.
Valldemossa está llena de tiendas con buen género y precios astronómicos. Foto: Alejandro Ernesto.

Atraídos por la belleza del lugar y por la leyenda de la estancia de Chopin y Sand, hasta Valldemossa llegan visitantes de todo el mundo, pero fundamentalmente de Alemania. Son tantos, que un pobre cubano —yo— rodeado de tanta gente hablando alemán, por momentos se creía en un lejano y desconocido pueblo Baviera o Renania, y no en España.

Turistas llegando a la Plaza de la Cartuja, en Valldemossa. Foto: Alejandro Ernesto.

A ratos caminar por las estrechas calles de la villa se hace difícil para tanta gente. Pero es innegable que los turistas traen dinero, aportan al pueblo sustento y eso, bien invertido, ha convertido Valldemossa en un lugar cuidado, limpio, con tiendas, restaurantes y cafés muy agradables.

Sin embargo, la gastronomía está excesivamente enfocada en el turismo y es muy cara, mientras se echan en falta los platos típicos de la auténtica cocina española. Descontando ese detalle, del que muchos turistas ni se enteran, Valldemossa es un lugar que da gusto visitar, aún a riesgo de ser aplastado por una avalancha de teutones.

Valldemossa, casas de piedra perfectamente integradas con el paisaje. Foto: Alejandro Ernesto.
Valldemossa, en medio de la Sierra de Tramontana, la mayor cadena montañosa de Baleares. Foto: Alejandro Ernesto.

 

 

 

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