Kaparot, el rito judío de gallos y gallinas

Un ritual de liberación de los pecados que se realiza al comienzo del Año Nuevo Judío, los días previos a la celebración del Yon Kipur, o Día del Perdón.

Foto: Alejandro Ernesto.

Me avisó un buen amigo y salí corriendo para Mea Shearim, el barrio ultraortodoxo cercano a nuestra casa en Jerusalén. ¿Judíos limpiándose con gallinas, estilo santería, en el medio de la calle? No me lo podía creer, pero al llegar vi que aquello superaba lo que me había contado mi brother al teléfono. El ritual era diferente y parecido a la vez. Era algo nuevo para mi, fascinante, pero por momentos temía ver aparecer, por alguna callejuela, un babalao con su atuendo blanco y sus collares de colores.

 

El olor era insoportable. Decenas de judíos jaredíes hacían cola para comprar pollos vivos en medio de una algarabía tremenda y luego corrían de un lado a otro con las aves en la mano, o metidas en cajas, antes de iniciar el ritual de purificación, que lo mismo podía ser en sus casas que en plena calle, donde muchos ya lo oficiaban junto a sus familias. Mientras, niños vestidos a la usanza jaredí y con sus clásicos pelos con tirabuzones al lado de las orejas eran los encargados de entregar las aves.

Lo llaman Kaparot —expiación— y es un ritual de liberación de los pecados que se realiza al comienzo del Año Nuevo Judío, los días previos a la celebración del Yon Kipur, o Día del Perdón, la festividad religiosa más importante para el pueblo hebreo.

El Kaparot es una forma de expiación de los pecados, pero también un acto de arrepentimiento, una forma de recordar a los religiosos que Dios puede quitarles la vida por sus pecados. Que así como el ave muere, también pueden morir ellos. Dicho así suena trágico, pero también realista.

Consiste, básicamente, en pasarse un pollo vivo tres veces sobre la cabeza mientras se ora. El ave debe ser blanca para simbolizar la purificación del pecado y se usan gallos para los hombres, gallinas para las mujeres y ambos en el caso de las embarazadas. Los hombres se lo hacen a sí mismos y luego a sus esposas e hijos. El animal, sujeto por las alas, nunca toca la cabeza de las personas.

Lo de limpiarse con una gallina no es nada nuevo para nosotros los cubanos. Lo he visto hacer mil veces y alguna me lo han hecho a mi. También he tenido la suerte de fotografiar alguna de nuestras ancestrales ceremonias afrocubanas, así que ya he visto morir algunas gallinas y palomas de forma bastante siniestra.

Pero esto era otra cosa. Durante los dos o tres días que dura el Kaparot, miles de aves son degolladas en Israel. Son sacrificadas de un modo específico y con un cuchillo especial. Muchas, las que han expiado los pecados de los más pudientes, son donadas y terminan en la mesa de las familias más pobres. Mientras que las vísceras de todas, que ayudan a extraer los niños, se dejan en la calle para que sirvan de alimento a otras aves o a los gatos.

El rito del Kaparot sale caro. Una gallina puede acarrear con los pecados de una sola persona. Así que toca comprar una para cada miembro de la familia. Cuestan 70 shekels —unos 20 dólares—. Pero aquí en Jerusalén las familias son más que numerosas. Como promedio, un matrimonio ultraortodoxo suele tener 8 hijos, la cuenta es fácil. Así que realizar el Kaparot exige un buen presupuesto. Vamos, que mis vecinos se gastan su buen billete en entrarle libre de pecados al nuevo año, y con su vida lo pagan miles de gallos y gallinas blancos.

 

 

 

 

 

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