Manila se hunde, mientras la gente eleva sus casas

Las zonas más afectadas de la capital filipina son las aledañas a la bahía, las más pobres y densamente pobladas. Comunidades como Sitio Pariahan y Artex permanecen inundadas hace años.

Hace algún tiempo, antes de que la Covid-19 cambiara nuestro día a día de un modo tan radical, un buen amigo y yo decidimos darnos una vuelta por Manila. Un buen madrugón, una hora de viaje y llegamos al límite terrestre. De ahí en adelante todo es agua, pero la vida no se detiene.

 

En Sitio Pariahan y Artex, la única forma de trasladarse es en bote; hace tiempo que las calles fueron tragadas por el agua. En Sitio Pariahan aún residen unas 30 familias, que subsisten de la pesca artesanal y se resisten a abandonar sus hogares. Antes se llegaba por carretera, ahora hay que hacerlo en lancha. El trayecto tarda una media hora partiendo de Taliptip, el lugar más cercano en tierra firme. Para recorrer Artex, donde viven unas 1200 personas, hay que abordar una embarcación y recorrer entre 10 y 500 metros, según a donde se vaya.

Sitio Pariahan, insertado en la Bahía de Manila, a unos 30 kilómetros al norte de la capital, se ha estado sumergiendo en el mar desde finales de los años noventa. El cambio climático ha empeorado otros problemas, como el bombeo masivo de agua subterránea mediante la construcción de pozos, legales e ilegales, que ha sido el detonante del progresivo hundimiento de la tierra, acelerado por la subida del nivel del mar, que aquí está por encima de la media mundial.

Artex, ubicado en terrenos privados de una compañía textil que ya no existe, se inundó a principios de este siglo por fallas en el drenaje de la fábrica. Los dueños de la industria y de la tierra no se ponen de acuerdo con el gobierno sobre quién debe solucionar el problema e indemnizar a los afectados. Los vecinos poco pueden hacer, solo subsistir, cercados por un agua infestada de ratas y serpientes.

Los pobladores de estas comunidades añoran los tiempos en que podían caminar por las calles y comentan que solo es peligroso vivir allí cuando llegan los tifones, algo bastante frecuente en esa zona del planeta. Las iglesias de los barrios flotan en medio del agua turbia que lo cubre todo. La de Pariahan aún conserva los santos en sus altares; la de Artex, que ha perdido el techo, es usada por los vecinos para secar la ropa lavada.

 

 

Gran Manila, metrópolis donde viven unos 30 millones de personas, necesita cada día más y más agua.

El hundimiento de tierras y el aumento del nivel del agua afecta a varias comunidades de la bahía. Según observaciones satelitales, la tierra se hunde entre 4 y 6 centímetros cada año.

La situación es conocida por el gobierno. Según el Consejo Nacional de Recursos Hidráulicos, desde 2004 existe una moratoria para la perforación de pozos en la zona, pero se siguen haciendo de manera ilegal. La institución reconoce no tener fuerza laboral suficiente como para frenar esa peligrosa actividad.

Los habitantes de los barrios anegados adaptan sus casas constantemente. Sobre los cimientos hundidos, han levantado endebles estructuras de bambú, en las que residen actualmente. A medida que sube el mar, tienen que elevar cada vez más sus hogares.

 

Lugares como Sitio Pariahan y Artex pronto desaparecerán.

 

 

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