Mi paseo por la tierra de los anamitas

El país funciona. Hay banderas rojas con la hoz y martillo por todos lados, carteles con una estética de realismo socialista brutal. Tengo que reconocer que, como cubano nacido en 1971, eso me toca el corazón.

Foto: Alejandro Ernesto.

“Cuba, Vietnam, unidos vencerán”. La frase se repite una y otra vez en mi cabeza, como un mantra, mientras el avión aterriza en Hanói, en medio de una noche lluviosa y fría.
Es mi primer viaje a Vietnam. Mi primer viaje a un país comunista. Obvio que algo sé del tema, pero mi experiencia se limita al comunismo caribeño que intentaron construir nuestros padres. Y eso me lleva a las inevitables y constantes comparaciones con la isla.
Desde el primer día Vietnam me sorprende. Gratamente. Mucho.

Foto: Alejandro Ernesto.
Foto: Alejandro Ernesto.

El país funciona. Hay banderas rojas con la hoz y martillo por todos lados, carteles con una estética de realismo socialista brutal. Tengo que reconocer que, como cubano nacido en 1971, eso me toca el corazón. Los sueños que quedaron en sueños.
La inmensa mayoría de la gente anda en motos, son millones, hay un caos aparente en las calles, pero detrás hay códigos inviolables que, quiero pensar, son la causa de que el tráfico fluya. Eso, el exceso de motos, hace que el transporte público, al no estar sobrecargado, funcione de maravillas.

Foto: Alejandro Ernesto.
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También son eficientes y puntuales aerolíneas, ferrocarriles y autobuses interprovinciales. Los hospitales, vistos desde fuera lucen limpios y cuidados. Todo parece funcionar muy bien.
Ya en este punto, si hago un balance, mi Cuba queda un poco atrás.

Foto: Alejandro Ernesto.
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Y la comida, ese eterno trauma para los cubanos… Hay mucha comida en todos los lados y a todos los precios. Desde malls hiperlujosos hasta mercados callejeros donde se puede encontrar de todo. Hablando con un vietmanita que estudió en Cuba, en el pedagógico de Santa Clara, me contaba que antes de que los gringos levantaran el bloqueo en 1994 las cosas aquí estaban como en Cuba.
Un cuarto de siglo sin las presiones de EEUU y con la dirección de país y la gente trabajando duro, han hecho la diferencia.

Foto: Alejandro Ernesto.
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Otra cosa que impresiona es su gente. Son nobles, bondadosos, solidarios, siempre risueños y dispuestos a ayudar en lo que sea. Son cultos, educados y trabajadores. Se ven felices. Creo que los vietnamitas son conscientes de estar construyendo un país, a contracorriente tanto de lo que decían los manuales del socialismo soviético y como de las ortodoxas recetas del capitalismo liberal. Y les funciona. Un país que ha crecido un 6.5% como promedio cada año en la última década.

Foto: Alejandro Ernesto.
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Son religiosos y siguen sus tradiciones. Practican mayormente su propia religión, mezcla del budismo, confusionismo y taoísmo. Hay templos y pagodas por todos lados, también pequeños altares en todas las casas.

Foto: Alejandro Ernesto.
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Hay tiendas de lujo y mucho comercio informal: Gucci, Chanel, Louis Vuitton, se codean, a cierta distancia, como para no pasar ciertos límites, con estatuas del tío Ho, banderas de Vietnam y símbolos del comunismo que lucen un poco vintage. Mientras por las calles de las principales ciudades circulan Mercedes, Audis y otros autos de los caros, en las aceras y portales el comercio informal es infinito. Venden falsificaciones de lo que sea.

Foto: Alejandro Ernesto.
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¿Hay desigualdad en esta sociedad que me tiene tan deslumbrado? Sí, y creo que bastante. Pero he visto poquísima pobreza y cero miseria. Vengo de Filipinas, y puedo comparar.
En varias publicaciones que leí antes de venir hablaban de corrupción, bajos salarios, falta de libertad de expresión, de censura, de cero tolerancia a la disidencia. Puede ser. La verdad es algo difícil de constatar en un viaje tan breve. Pero por otro lado, esos ” temas” me resultan tan familiares.

Foto: Alejandro Ernesto.
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Eso sí, para ser un régimen comunista, en las calles de Vietnam casi no hay policías, y esos pocos, van desarmados, e infunden más ternura que respeto. Imagino que algún sistema de control policial tendrán, pero deber ser el más discreto que no he visto en mi vida.

Foto: Alejandro Ernesto.

Hace años, en la escuela, mientras coreábamos aquello de “Cuba, Vietnam, unidos vencerán”, nos decían que “por Vietnam estamos dispuestos a dar hasta nuestra propia sangre”. Cuando era niño leí el relato de Martí “Un paseo por la tierra de los anamitas”. Confieso que entonces entendí la mitad, pero siempre tuve ganas de conocer esta parte del mundo.
Años después, mucha vida después, muchas decepciones y derrumbes después, aquí estoy. Contento. Es una gran experiencia conocer este pueblo.
Creo que Vietnam triunfó. Supo, después de varias guerras devastadoras, salir adelante. Por su propio camino, que no está nada mal.

Vietnam venció.

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