Nosotros los cubanos, los extrañadores

Yo soy de los que se fueron y la añoro. Pero mi corazón sigue allá. Esta tierra que me acoge no es mi patria; esta buena gente, no es mi gente; incluso este clima de calores húmedos y agobiantes, no es el mío.

Foto: Alejandro Ernesto.

Salgo del gym oyendo a Carlos Varela. Y no se rían los que me conocen bien, ahora de viejo hago ejercicios y digo “gym”… cosas que no pensé hacer jamás. Camino hacia casa oyendo cómo Carlos susurra, refiriéndose a La Habana, “los que se van la añoran, los que se quedan más”.

Yo soy de los que se fueron y la añoro. Pero mi corazón sigue allá. Esta tierra que me acoge no es mi patria; esta buena gente, no es mi gente; incluso este clima de calores húmedos y agobiantes, no es el mío.

Extraño mucho La Habana, mi ciudad. Extraño más aún a mi hijo, mi madre y mis amigos. Extraño Cuba.

Foto: Alejandro Ernesto.
Foto: Alejandro Ernesto.
Foto: Alejandro Ernesto.

Creo que ese es un punto común en todos los cubanos que andamos regados por el mundo, somos seres extrañadores, extrañantes, que disfrutamos o no nuestros nuevos hogares, pero que vivimos con el lastre, bendito lastre, de llevar nuestra isla en el corazón y de cargar con nuestra idiosincrasia estemos donde estemos.

Aquí comparto con gente de muchos lugares y supongo que extrañan su terruño, pero no pecan de pesados y monotemáticos. Yo sí, hablar de Cuba es una obsesión, una pasión.

Foto: Alejandro Ernesto.
Foto: Alejandro Ernesto.
Foto: Alejandro Ernesto.

Los compatriotas con los que me he ido tropezando por el mundo son todos como yo: nostálgicos, apasionados –unos a la derecha, otros a la izquierda y cada vez más en el centro– pendientes de todo lo que pasa en la islita lejana y amada.

Así somos los cubanos, de cualquier edad o extracción social. Aquí en Manila, hace muy poco, conocí a una señora cubana de 87 años, que lleva más de 50 viviendo en esta otra isla que es Luzón, enclave de la capital filipina.

Foto: Alejandro Ernesto.
Foto: Alejandro Ernesto.
Foto: Alejandro Ernesto.

María Guillermina me estremeció el corazón con su cubaneo, con su desparpajo y sus maneras a pesar de llevar tantos años lejos. Sigue cocinando frijoles negros y tostones; sigue hablando, riendo y gesticulando como si nunca hubiera salido de Cuba.

Me recordó mucho a mi abuela materna, su misma voluntad mandona, controladora, su misma filosofía de vida, sus dichos y sus palabras. Me tocó el corazón encontrar tanta cubanía en un lugar tan lejano.

Foto: Alejandro Ernesto.
Foto: Alejandro Ernesto.
Foto: Alejandro Ernesto.

Mientras sigo leyendo todas las mañanas sobre Cuba, de todas las fuentes posibles, del Granma a Diario de Cuba y viceversa, pasando por todo lo que encuentre en el camino. Sigo al tanto de todo lo que pasa en la isla y añoro que llegue el momento en que se acaben las dificultades, las rencillas, las censuras, el puto bloqueo y todos los inventos que nos complican la vida a los cubanos. A los de adentro y a los de afuera, porque todos, estemos donde estemos, somos lo mismo.

Escribo esto y pienso que para acompañar estas líneas nada mejor que estas fotos de compatriotas, cubanos de a pie –a pesar de lo manido de la frasecita–, esos a los que tanto extraño y a los que deseo un futuro mejor, un futuro que nos merecemos todos, los cubanos de la isla y los del mundo.

Foto: Alejandro Ernesto.
Foto: Alejandro Ernesto.

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