Desandar por Centro Habana

Es joven para decir que es vieja y achacosa para catalogarla de nueva. Y por si fuera poco, aparentemente no constituye punto de partida ni de llegada, aunque se trata del municipio habanero más densamente poblado.

El municipio de Centro Habana nunca fue el centro de La Habana, desde el punto de vista geográfico, social o económico. Sí podríamos decir que culturalmente disputa un lugar en el podio, tan solo con dejar constancia de que José Lezama Lima, unos de los revolucionarios de la literatura cubana, pasó casi toda su vida en un apartamento de la calle Trocadero. O de que Chano Pozo, uno de los mayores exponentes del jazz en Nueva York, nació en Los Sitios. 

Centro Habana es joven para decir que es vieja y achacosa para catalogarla de nueva. Y por si fuera poco, aparentemente no constituye punto ni de partida ni de llegada, aunque se trata del municipio habanero más densamente poblado, con más de 40 000 habitantes.

Lo del nombre vino luego del triunfo de la Revolución. Apareció primero en 1962, en los papeles de un proyecto de división político-administrativa que pretendió seccionar La Habana en varias regiones.  Así se le comenzó a denominar a esa región de extramuros, que en el siglo XVI era una especie de zona agraria que abastecía a la Villa de San Cristóbal de La Habana.

Tras derribarse la muralla que abrazaba y protegía a la séptima villa fundada en la Isla, ya no quedaron fronteras arquitectónicas con el área rural que, durante el siglo VIII, experimentó una urbanización acelerada. Luego, durante los siglos XIX y XX se levantarían varios edificios, joyas y huellas del estilo art nouveau y art déco en Cuba.

Fue en 1976, con una nueva división político-administrativa nacional, cuando oficialmente quedaron 514 manzanas agrupadas en un municipio, bautizadas con el nombre de Centro Habana.

De acuerdo con la definición de los límites territoriales de las provincias y municipios, Centro Habana está integrada por cinco consejos populares: Cayo Hueso, Dragones, Los Sitios, Colón y Pueblo Nuevo. Su territorio abarca a partir de la intersección de la avenida del Malecón, el Castillo de La Punta y toma por el borde oeste del Paseo José Martí, con rumbo sur, hasta la calle San José. Esta continúa, por su borde norte y rumbo oeste, hasta la calle Industria, la que toma por su borde oeste y rumbo sur hasta la Calzada de Monte. Continúa por ella con rumbo suroeste y borde noroeste, hasta la calle Manglar. Continúa por su borde sur y rumbo oeste, hasta la intersección con la avenida Salvador Allende. Continúa por la calle Infanta, con rumbo noroeste hasta la avenida del Malecón.


Otra curiosidad es que nunca vamos a escuchar el gentilicio “centrohabanaero” de boca de quienes nacieron en ese territorio o se sienten sus hijos adoptivos. Ni siquiera dicen que son habaneros. Los de Centro Habana, por lo general, se identifican de acuerdo con el barrio: Cayo Hueso,  Los Sitios, San Leopoldo, Colón…

Eso se me quedó grabado la primera vez que caminé por sus calles, en los duros años 90, cuando solo veías bicicletas por todos lados. Yo paseaba de la mano de Eduardo Frías Etayo, poeta y arqueólogo, quien había nacido al lado de mi casa, en Holguín, pero de grande se mudó con su familia a la capital. Eduardito vivió en Alamar y después se mudó a la calle Neptuno, entre Gervasio y Escobar. Luego volvió a cambiar de casa, pero seguía en el perímetro centrohabanero, esta vez en el barrio de Cayo Hueso. Mi entrañable amigo siempre decía orgulloso que había nacido en Holguín, pero que era de San Leopoldo o de Cayo Hueso. Así se sigue presentando hasta el día de hoy, aun cuando desde hace más de una década tiene su morada en una calle del viejo San Juan, en Puerto Rico.

Desde entonces, Centro Habana debe de ser uno de los municipios de la capital cubana por los que más he merodeado. Dentro de esa estadística personal, no figuran las incontables veces en mi historia de vida a bordo de un P4, con destino a La Habana Vieja, atravesando por la calle Reina… O el paso fugaz encima de algún almendrón enclenque, surcando la recta calle Neptuno para bajarme obligatoriamente en Coppelia.

Me refiero a caminar por horas sus calles, meterme en sus barrios y andar entre sus vecinos. 

En sí no es que sea una proeza caminar los 3,42 kilómetros cuadrados que delimitan el municipio más pequeño entre los 15 que tiene la actual provincia de La Habana. Mi pequeño orgullo personal es haber descubierto un lugar fotogénico en la capital de todos los cubanos, sin la necesidad de apelar a esos lugares comunes (que por desgracia pululan en Centro Habana), donde el rectángulo de una imagen está lleno de inmuebles derruidos o esquinas desbordadas y acumuladas de basura.

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