Faustino Oramas, “El Guayabero”

Dos veces pude fotografiarlo. Una, con película en blanco y negro, en pleno concierto en la casa de la trova de Holguín. La otra, unos meses después, en la intimidad de su casa.

Foto: Kaloian.

El pasado 4 de junio, según da cuenta su partida de nacimiento, Faustino Oramas Osorio, “El Guayabero”, una de las leyendas de la música cubana, hubiese cumplido 107 años. Escribo con duda porque, aunque consta que el trovador murió en marzo de 2007 con 96 años, en su natal Holguín muchos aseguraban que vivió más de un siglo.

Foto: Kaloian.

Su vida y sus canciones fueron en sí mismas una mezcla de fábulas y anécdotas. De hecho, su nombre artístico llegó después de que escapara de un pueblo del oriente cubano llamado Guayabero (hoy municipio Mella, en Santiago de Cuba). Y todo debido a sus ínfulas de Don Juan. Se había enamorado de la mujer del cabo de la guardia rural.

Tras la fuga escribió: “Trigueñita del alma no me niegues tu amor, / trigueñita del alma dame tu corazón, / nunca pienses que un día/ pueda yo olvidarte. / ¡En Guayabero, mamá, me quieren dar!/ ¡En Guayabero, mamá, me quieren dar!”

Foto: Kaloian.

Su sentido del humor lo llevó a usar la picaresca como sello en los textos de sus canciones. Tanto así que el bardo también fue bautizado como “El rey del doble sentido”. Entre sus estribillos, el más famosos quizás sea ese que canta: “A mí me gusta que baile Marieta…”. “Marieta a mí me pidió / tres pesos con disimulo. / Y me dijo que me pagaba /con el tiempo y… sin apuros.”

Fue esa impronta la que inspiró al realizador cubano Octavio Cortázar a filmar en 1984 el documental ¡En Guayabero, Mamá… (Me quieren dar…). En la película, filmada casi íntegramente en Holguín, podemos disfrutar del juglar en las más disimiles facetas. Acompañan las reflexiones teóricas de los musicólogos Radamés Giro y Helio Orovio. Es una joya esta cinta que no solo da cuenta de la originalidad musical y el personaje en sí sino que, también, evidencian que Don Faustino hasta rompió con aquello de que “nadie es profeta en su tierra”.

Asimismo El Guayabero es reconocido por sus colegas. El cantautor Pablo Milanés lo definió como “un genio popular cuyas características muy especiales dentro de la música popular cubana, no pueden clasificarse en una tendencia determinada”.

Foto: Kaloian.

Por su parte, la musicóloga María Teresa Linares ha escrito que “Faustino Oramas representa una fase del son, quizás inicial, quizás primaria; pero que él la mantiene con mucho vigor, con mucha calidad. Faustino utiliza las formas del son que se usaban antiguamente, los montunos, sobre los cuales se improvisaban cuartetas y décimas”.

Foto: Kaloian.

De ahí que el gran trovador Pedro Luis Ferrer, admirador y amigo de El Guayabero, autor de memorables sones y guarachas y creador del género changüisa, hace poco me comentara que Faustino “es mucho más que el Rey del doble sentido. Es el gran exponente del montuno en Cuba”.

Y esto último se concatena con una reflexión que leí del trecero Pancho Amat: “El Guayabero es un tresero popular de tumbas, que utiliza un diseño melódico rítmico muy reiterado, en cuya célula más elemental radica el sabor cubano. Lo he estudiado con detenimiento, porque a veces se producen cierres en la orquesta que me permiten arrancar con un tumbao que gusta a todo el mundo, le quito o le pongo algo más, pero me inspiro en Faustino Oramas.”

Foto: Kaloian.

Su obra se encuentra alojada hoy en diferentes plataformas digitales. Picando sus 80 es que algunos sellos, sobre todo Egrem, se empeñan en registrarlo en sus catálogos. Grabó pocos discos, dentro de los que resaltan una recopilación titulada El Guayabero y El tren de la vida, su última producción. También quedó fonográficamente en más de una docena de discos de diferentes artistas. Es quizá el legendario Buena Vista Social Club la producción más importante donde se encuentra un tema suyo, “Ay, candela”, interpretado por Ibrahim Ferrer.

Foto: Kaloian.

Pocos meses antes de morir pude fotografiarlo. En una oportunidad con película en blanco y negro, en pleno concierto en la casa de la trova de Holguín, que desde 2002 lleva su nombre. La otra unos meses después, en la intimidad de su casa. Acababa de cumplir los 96 años con los que se fue. Se notaba la carga de casi un siglo, pero mantenía su estampa de juglar. Tanto así que al advertir la cámara, no me permitió apretar el obturador hasta que no tuviese puesto su sombrero de pajilla y estuviese rasgando su vetusta guitarra de mil batallas.

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