La vida es un carnaval

La suspensión de los carnavales en todo el mundo es un mal menor ante tanto dolor provocado por la pandemia de la COVID-19

Foto: Kaloian Santos Cabrera.

A esta altura del año calles y plazas de muchos países estarían abarrotadas de personas cubiertas de glitter, disfrazadas de los más extravagantes personajes, bailando, cantando y festejando a plenitud porque febrero ¡es tiempo de carnaval! 

El amor y los colores siempre presentes en el carnaval. 

Pero la aciaga realidad es que, para preservarnos de la COVID-19, el mundo entero ha decidido cancelar estas fiestas. 

Resulta desolador pensar en lo vacías que deben estar en este momento las calles de Río de Janeiro, en Brasil, escenario desde el siglo XIX del carnaval más famoso y multitudinario del mundo.

Del mismo modo entristece pensar en lo apagada que debe estar Venecia, donde el jubileo carnavalesco luce el glamour de trajes y máscaras a la usanza del siglo XVII.

O en la tristeza sobrecogedora en Oruro, Bolivia, ante la imposibilidad de disfrutar de los bailes y los coloridos trajes de las comparsas de su carnaval, que es Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad.

Los ancestrales trajes y máscaras del carnaval de Oruro, en Bolivia, representan La diablada, que también es un baile donde hay un sincretismo entre la religión católica y los rituales andinos. Son considerados uno de los más coloridos y hermosos del mundo.

Bailarinas de saya. Así se les conocen a las chicas que danzan en las comparsas de los carnavales bolivianos. 

Puede resultar dantesco el silencio de los tambores a ritmo de candombe  o el canto de las murgas en el carnaval de Uruguay, el más largo del planeta, que se extiende durante cincuenta días.

El Carnaval de Uruguay es el más largo del mundo. Fue reconocido en 2009 como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. Es una fiesta donde el centro radica en el “Desfile de Llamadas”. Sus orígenes provienen de los toques de tambor que los afrodescendientes hacían para reunirse en tiempos coloniales. 

El carnaval como tipo de fiesta data de hace cinco mil años. Tiene sus raíces en antiguos cultos paganos donde se burlaban los cánones morales y las “buenas formas” para dar paso al jolgorio colectivo.

Las primeras huellas de estas fiestas pueden localizarse en la civilización sumeria, en la parte sur de la antigua Mesopotamia, entre los ríos Tigris y Éufrates. Las celebraciones en el imperio romano también fueron un precedente importante, específicamente aquellas juergas organizadas en honor a Baco, el dios romano del vino, el festín y el caos. 

Fue, no obstante, en la Edad Media, una época en la que la Iglesia Católica marcó por encima de otros credos los destinos de la sociedad, que el carnaval se expandió por Europa. Luego, en el siglo XV, llegó a América junto a los conquistadores. 

Desde esa época hasta hoy el carnaval está asociado a la cuaresma católica (su fecha de celebración cambia cada año en función del calendario litúrgico). En ese período de cuarenta días, que va desde el miércoles de ceniza hasta la víspera del domingo de resurrección de Jesucristo (la principal celebración del cristianismo), las fiestas ocurren. Por eso de febrero hasta marzo se organizan estos multitudinarios y tradicionales festejos en regiones donde se profesa mayoritariamente la religión católica.

No obstante, algunos países adoptaron otros marcadores temporales para celebrar el carnaval, como es el caso de Cuba. En la Isla, con una centenaria tradición carnavalesca, las festividades han sido acomodadas en los meses de julio y agosto, en pleno verano tropical.

Carnaval de La Habana. Foto: Archivo OnCuba.

Otra modificación que adoptó el carnaval a partir de su expansión por el mundo fue que se incorporaron a las fiestas elementos identitarios de cada lugar. Sin embargo, aun con las diferencias de cada local, las fiestas han mantenido esa expresión de libertad y desenfreno existencial y colectivo que les dio origen.  

La “guerra de espuma” es uno de los momentos más esperados del Carnaval en Argentina. 

En el carnaval podemos vivir los más insólitos episodios. Comparsa de estilo árabe donde el líder dirige desde un camello, en Argentina. 

La ciudad de Lincoln, en Argentina, fue designada “Capital Nacional del Carnaval Artesanal”. 

La Ceremonia del Fuego es un rito del carnaval de Uruguay. Se hace para afinar los tambores y sucede antes de que la comparsa salga a la calle. 

“El Carnaval es una fiesta que, a decir verdad, nadie le ha otorgado al pueblo, sino que el pueblo se dio a sí mismo”, escribió el poeta, novelista y dramaturgo alemán Johann Wolfgang von Goethe, destacado representante del romanticismo, en su libro Viaje a Italia, después de haber vivido y disfrutado en primera persona del carnaval de Roma, en 1878.

Aunque en los pocos meses de 2021 ya desandamos un triste pasar y, ante tanto dolor provocado por la pandemia de la COVID-19, la noticia de la suspensión de los carnavales en países que lo celebran es un mal menor. No hay que entristecerse. En lo que esta pesadilla pasa bailemos al compás de la gran Celia Cruz: “Todo aquel que piense que esto nunca va a cambiar /tiene que saber que no es así. /Que al mal tiempo, buena cara, y todo cambia./ Ay, no hay que llorar (no hay que llorar). /Que la vida es un carnaval.”

La vida es un carnaval…

El carnaval es, ante todo, una expresión de libertad plena. 

 

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