Padre Pico, símbolo distinguido de Santiago

Padre Pico es más que una calle o escalinata, es uno de los símbolos distinguidos de la ciudad más fotogénica de la Isla.

La escalinata de Padre Pico, en Santiago de Cuba. Foto: Kaloian Santos.

Hacia la última década del siglo XIX, Santiago de Cuba ya era una portentosa e imponente ciudad por su importancia económica, cultural y social. Para hacer más cómoda la vida y el andar por esa urbe de topografía ondulada se fueron moldeando consistentemente algunas de sus calles y espacios públicos. Con tal objetivo se construyó en 1899 la escalinata/calle de Padre Pico, en la otrora Loma del Corvacho.

La escalinata es el último tramo de una arteria que solo tiene cuatro cuadras y está dentro del casco histórico de la ciudad Santiago de Cuba; en un radio de 32 kilómetros que engloba un rico patrimonio arquitectónico erigido durante el período colonial (15151898) y el republicano (1898-1958).

La obra en cuestión consta de 52 escalones, agrupados en 13 bloques de 4 peldaños cada uno y 12 descansos. Fue impulsada por el ilustre santiaguero Emilio Bacardí y Moreau, patriota, escritor y primer alcalde republicano que tuvo la capital oriental cubana. 

Con una gran celebración, la escalinata fue inaugurada oficialmente el 2 de octubre de 1903. Fue bautizada como “Padre Pico” en honor a Bernardo Antonio del Pico y Redin, Deán de la Catedral Basílica de Nuestra Señora de la Asunción, en Santiago de Cuba, y una persona muy querida por la comunidad por su labor benéfica. A un costado del primer peldaño del monumento se puede leer en una placa una frase del ilustre sacerdote: “No basta ser bueno, hay que ser bueno para algo”.

A ambos lados de la escalinata aún quedan algunas casas, testigos de la arquitectura colonial cubana que evolucionó hasta el siglo XIX y que tiene en ciudades como La Habana, Camagüey, Trinidad o Santiago de Cuba, una especie de museo al aire libre. Otras viviendas fueron levantadas en la mitad del siglo pasado, con características clásicas, sobre ruinas coloniales. 

De ese modo y con diferentes grados de conservación, las viviendas coloniales de Padre Pico, como buena parte de las del casco histórico santiaguero, se caracterizan por ser de una planta, de puntales altos, pequeños portales, altas puertas, ventanales y techos cubiertos de tejas españolas y francesas. Desde sus techos es posible divisar parte de la ciudad, del puerto y las sierras.

Padre Pico es también un anfiteatro donde podemos ser testigos de la cotidianidad, de la vida de todos los días.  Así sucede si nos detenemos y observamos cómo suben y bajan transeúntes que llevan consigo las más disímiles historias.

Del mismo modo sucede si atendemos a los hogares, que suelen tener las ventanas y las puertas abiertas en las tardes calurosas que son casi todas las del año para que corra la brisa fresca. También la propia escalinata tiene vida propia. A sus costados, cobijados a la sombra, los vecinos suelen reunirse a jugar dominó o sentarse en los escalones a conversar.  

Asimismo, es un lugar donde la historia ha dejado sus huellas. Antes de que fuera construida la escalinata, en su cima, en la intersección con la calle Santa Rita, en la Casa de la Intendencia, al lado del antiguo Hospital Civil La Caridad, fue velado Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria, en marzo de 1874. En esa misma esquina, el 30 de noviembre de 1956, cayó tras recibir un balazo en su frente el joven Antonio Alomá, durante el levantamiento armado del Movimiento “26 de Julio”, en apoyo a la fecha prevista del desembarco de los expedicionarios del yate Granma.

Padre Pico es también la gran escalera por la que accedemos al Tivolí, afamado barrio santiaguero, fundado por colonos franceses en el siglo XVIII y que atesora una rica cultura. En Tivolí nació el popular carnaval santiaguero, el más famoso de la Isla; también es la cuna de José Pepe Sánchez, Miguel Matamoros y Antonio Ñico Saquito, tres pilares de la música cubana. 

“Ellos van del Tivolí y hasta la Alameda/ ellos van con sombreritos y por tragos/ cantándole a la mujer que le ha besado/ y hasta el otro día no pueden parar/ ni quieren parar”, dice un son montuno compuesto por el trovador santiaguero José Antonio Nicolás Zorrilla quien, imagino, desandaba con su guitarra y entre bardos por la calle Heredia (donde está la Casa de la Trova), escalaba por Padre Pico, recalaba en las fiestas de cualquier casa del Tivolí para luego descender hasta la Alameda, a unos metros del mar, para esperar con versos y un buen ron el amanecer.

La escalinata/calle Padre Pico, que se cruza en su base con la calle Juan Castillo Duany y en su cima con la calle Santa Rita, es más que un espacio público y urbano para transitar. Es más que una calle o escalinata. Es uno de los símbolos distinguidos de la ciudad que, personalmente, considero la más fotogénica de la Isla.

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