Santiago de Cuba en su bahía

Cada regreso a la Tierra Caliente me conduce de vuelta a la bahía. El viaje sobre sus aguas me hace evocar la historia colectiva, y la mía propia.

La luz se filtra entre las nubes en un atardecer en la Bahía de Santiago de Cuba. Foto: Kaloian.

Durante 2002, mientras cursaba el primer año de Periodismo en la Universidad de Oriente, Santiago de Cuba, aprovechaba el tiempo libre para explorar la ciudad y sus alrededores. Más de una vez me embarqué a bordo de la patana que partía desde un muelle cerca del parque de la Alameda y navegaba por la bahía. La expedición era perfecta para un estudiante como yo, pues el paseo resultaba muy económico, apenas un peso en aquel entonces. 

La Bahía de Santiago de Cuba al fondo, vista desde una de las calles empinadas de la ciudad. Foto: Kaloian.
La patana de la bahía de Santiago de Cuba. Foto: Kaloian.

La bahía de Santiago de Cuba, caracterizada por su estrecho canal de entrada, abarca un área de 11,9 km² y tiene una longitud máxima de 6,5 km. Su profundidad media alcanza los 8 m, con puntos máximos de hasta 21 m. Con un perímetro total de 41 km, la bahía se conecta al mar Caribe mediante un canal angosto. 

Entrada de la Bahía de Santiago de Cuba, con la fortaleza del Castillo de San Pedro de la Roca del Morro y la patana surcando las aguas. Foto: Kaloian.
La termoeléctrica Antonio Maceo, conocida como Renté. Foto: Kaloian.

Cada elemento que la conforma es parte integral de su historia. Desde las aguas tranquilas que reciben a los pescadores locales cada mañana hasta la fortaleza construida siglos atrás, pasando por los barrios pintorescos en los que ahora residen vecinos humildes y afables. Además, se encuentra un paisaje de acantilados con una exuberante vegetación y las majestuosas montañas de la Sierra Maestra, que se elevan imponentes en el horizonte.

6 Una de las antiguas casas de madera en Cayo Granma. Al fondo una de las insdustrias enclavadas en la Bahía de Santiago de Cuba. Foto: Kaloian.

La historia del lugar se remonta a las comunidades aborígenes que se establecieron aquí mucho antes de la llegada de Cristóbal Colón en su segundo viaje, en 1494.

En el verano de 1515, al fondo de la bahía, Diego Velázquez fundó la ciudad de Santiago de Cuba. Desde ese año y hasta 1607 fue la capital del país.  

Como escenografía de la Bahía de Santiago de Cuba se alzan a lo lejos las montañas de la Sierra Maestra. Foto: Kaloian.
Cayo Granma, a la entrada de la Bahía de Santiago de Cuba. Foto: Kaloian.

Muy rápido el puerto de Santiago se convirtió en el corazón del comercio y la exploración en la región; punto de partida de numerosas expediciones hacia Centroamérica y destino de buques cargados de esclavos provenientes de Haití y África. 

No tardaron en llegar los filibusteros. El primer ataque pirata registrado tuvo lugar en 1538, cuando un corsario francés se encontró con la carabela La Magdalena, bajo el mando del sevillano Diego Pérez. 

Niños bañándose en las aguas de la Bahía de Santiago de Cuba. Foto: Kaloian.
El puerto de Santiago de Cuba. Foto: Kaloian.
Vista de la zona industrial enclavada en la Bahía de Santiago de Cuba. Foto: Kaloian.

Para proteger la villa de tales amenazas, el gobernador capitán Don Pedro de la Roca y Borjaen ordenó en 1643 la construcción de una fortaleza. El Castillo de San Pedro de la Roca del Morro, fiel vigilante a la entrada de la bahía, fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 1997 por su relevancia histórica y arquitectónica.

El Castillo de San Pedro de la Roca del Morro. Foto: Kaloian.

Cerca de esas aguas también se libró la Batalla Naval de Santiago de Cuba el 3 de julio de 1898, entre las flotas de Estados Unidos y España, un cruento episodio de la Guerra Hispano-Cubano-Norteamericana.

Pescadores en la Bahía de Santiago de Cuba. De fondo una de las industrias. Foto: Kaloian.

En el vaivén de aquella patana (que aún hoy surca la bahía) se tomaba el pulso cotidiano de los lugareños, quienes hacían del transporte marítimo su principal medio de desplazamiento. El navío, sereno en su travesía, llegaba a los distintos enclaves a lo largo de la costa.

Varias veces me pasé todo el día a bordo de ese barco, capturando instantes con mi cámara. Eran los tiempos en que me adentraba en la fotografía. 

Una familia a bordo de la patana atraviesa la Bahía de Santiago de Cuba. Foto: Kaloian.

Entre los asentamientos de este enclave marino, destacan comunidades emblemáticas como La Socapa y Ciudamar. 

Sin embargo, ninguna evoca tanto encanto como Cayo Granma, antes conocido como Smith. Este diminuto reducto, hogar en el que viven alrededor de mil almas, se erige como un bastión de tradición. Una única calle serpentea alrededor del cayo, ofreciendo un viaje que se completa en apenas media hora. 

Parte de la Bahía de Santiago de Cuba vista desde Cayo Granma. Foto: Kaloian.

A pesar del paso del tiempo, algunas estructuras de madera aún en pie atestiguan la arquitectura de décadas pasadas, erigidas con esmero desde los albores del siglo XX.

La ciudad de Santiago de Cuba vista desde la bahía. Foto: Kaloian.

Dentro de la bahía, se encuentran infraestructuras relevantes como el puerto de Santiago de Cuba, el segundo en importancia del país; el parque Frank País; la refinería de petróleo Hermanos Díaz; la termoeléctrica Antonio Maceo, conocida como Renté; y la fábrica de cemento José Merce.

La patana al atracar en el muelle cerca del parque de la Alameda, en la ciudad. Foto: Kaloian.
La puesta de sol, detrás de las montañas de la Sierra Maestra, vista desde la Bahía de Santiago de Cuba. Foto: Kaloian.

Cada regreso a Santiago de Cuba me conduce inexorablemente de vuelta a la bahía, donde el viaje en la patana me recuerda los de antaño, cuando era estudiante. Más que aroma a salitre, en este rincón se respira la esencia de la historia y la naturaleza del lugar. Un destino singular en el Caribe que invita a sumergirse en sus fascinantes paisajes costeros, la vida de su gente y los vestigios del pasado.

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