Un gigante rodeado de niñas y niños

Dos años le tomó a este cubano en Ecuador cumplir su sueño y lo logró después de pintar casas, servir café, o trabajar como personal de seguridad en una discoteca.

Foto: Alejandro Ramírez.

Cuando uno se entera de que Alejandro Taboada fue parte del Equipo Nacional de taekwondo, tan corpulento, con su casi 1.90 de estatura, y la primera impresión es que mete miedo. Pero luego puedes verlo con niños y descubre en él una ternura infinita. Sus alumnos, los niños y niñas de primaria del Colegio Ecuatoriano Español América Latina lo llaman “Alejo Conejo”.

Alejandro practicó taekwondo desde los cuatro años y llegó al Equipo Nacional en Cuba. Es licenciado en Cultura Física del Instituto Manuel Fajardo y Máster en Educación por la Universidad Católica de Quito.

Foto: Alejandro Ramírez.

“En Cuba, luego de salir del Equipo Nacional de taekwondo y muy pronto después de graduarme, mis posibilidades de trabajo eran muy reducidas. Ser profesor de Educación Física no cubre tus necesidades económicas y no sabía qué iba a hacer con mi vida”.

Entonces pasó un curso de Seguridad y empezó a trabajar en el Acuario Nacional. Le ofrecieron ocupar una plaza en el departamento de Relaciones Públicas donde trabajó durante varios años y a pesar de tener un buen puesto, de hacer bien su trabajo, de recibir a personalidades, su crecimiento económico estaba totalmente estancado.

Su hermana mayor ya vivía en Ecuador y lo ayudó a viajar a ese país buscando mejorar sus condiciones. Cuando se enteró de que iba a viajar empezó a investigar sobre Ecuador, un país del cual no había escuchado mucho.

Foto: Alejandro Ramírez.

“La isla te crea un mundo muy cerrado y a pesar de que yo me había informado, llegar fue un cambio de 180 grados, todo era diferente, la cultura, la comida, las creencias, la idiosincrasia, el desarrollo de la ciudad”.

Muchas personas al migrar deben empezar trabajando en lo que aparezca, pero Alejandro tenía en mente mantenerse en su profesión, para aquello en lo que se había preparado. 

Dos años le tomó cumplir su sueño y lo logró después de pintar casas, servir café, o trabajar como personal de seguridad en una discoteca. Eran tiempos fuertes y complejos para él. Debía mantener dos o tres trabajos a la vez para salir adelante. Incluso empezó a hacer planes para migrar nuevamente —esta vez a los Estados Unidos.

Foto: Alejandro Ramírez.

Mientras esa idea le pasaba por la cabeza apareció una luz. Primero le ofrecieron un curso de extracurriculares de taekwondo en un colegio, luego como profesor de natación y así, poco a poco, fue demostrando su capacidad para enseñar. Hasta que logró el ofrecimiento esperado: una plaza fija como profesor de Educación Física. Cuando comenzó en el Colegio América Latina sus planes de segunda migración se diluyeron.

“Al principio tuve que modular mi voz y cambiar el vocabulario pues los niños aquí hay que tratarlos de una manera diferente, cualquier expresión que uno diga se puede malinterpretar.Nosotros los cubanos hablamos más duro, somos más directos y esas cosas tuve que cambiarlas”.

Foto: Alejandro Ramírez.

Alejandro, sin perder su esencia cubana, se ha adaptado al ritmo de la Sierra Andina; sabe cómo tratar a los alumnos, motivarlos y siempre hace que las clases de Educación Física sean una diversión.

Su vida entonces tomó el rumbo que él esperaba y además logró cosas que no imaginó, tal vez incluso un poco paradójicas.

Estando en el Equipo Nacional de taekwondo Cuba nunca logró hacer un viaje; pero ahora, como entrenador de su equipo de taekwondo infantil, pudo viajar a Cuba. 

Foto: Alejandro Ramírez.

En el Colegio a veces tiene que hacer de actor en obras teatrales que se preparan para los niños y niñas y te lo puedes encontrar disfrazado de bailarín o de Lobo vegano. Todos lo aclaman.

Se siente realizado viendo crecer y fortaleciendo a los alumnos. Aparte de su trabajo en el Colegio, fundó con un grupo de profesores el Centro NAUKA, un espacio que aporta apoyo psicopedagógico a chicos con necesidades educativas especiales o de nivelación académica.

Foto: Alejandro Ramírez.

Allí ayuda a niños con problemas motores y necesidades de estimulación en coordinación de movimiento. De esta forma logra sacar adelante su propio emprendimiento mientras se sigue desarrollando en temas terapéuticos.

Con su acento y su voz —un poco más bajita, eso sí—, con su bondad, que no cambia, y con sus audífonos que no dejan de emitir música de reparto, lleva a Cuba en todo momento.

Foto: Cortesía del entrevistado.
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