Providencias del Paquete IV: Fantasía y pedigrí fílmico en cuatro series de moda

En una época carente de auténticas novedades, el espectador cubano encuentra en el Paquete series que reciclan hasta el infinito los ingredientes de las películas antiguas.

Si vamos a ser completamente honestos, debemos comenzar por reconocer que el “Paquete” y su carpeta de series suministran la mayor parte de este tipo de dramatizados extranjeros que pueden verse hoy en Cuba, incluso en la televisión nacional. A diferencia de los filmes, que solían ser más difíciles de piratear en tanto se estrenaban en salas, las series salen al aire por televisión o vía streaming, dos vías bastante expeditas para “bajarlas” y ponerlas a disposición de los consumidores en Cuba, cuyo conocimiento a este respecto suele ir casi a la par con las novedades que disfruta cualquier espectador residente en Madrid, Ciudad México o Nueva York.

A través del Paquete hemos visto, poco después de su estreno, e incluso mientras salían al aire, algunas de las series más populares y prestigiosas, y este argumento se corrobora con la más reciente gala de entrega del Critic’s Choice Super Award, que también pudimos apreciar mediante el Paquete, en versión Omega. Las categorías de los premios se establecieron de acuerdo con los géneros dominantes de la actualidad audiovisual, bastante saturada y remisa a las novedades según el siguiente resumen de “las mejores”: en acción y aventuras fueron nominadas The Vikings y Snowpierce, junto con las fantásticas y de ciencia ficción Raised by Wolves y The Mandalorian, por solo mencionar cuatro de las más reconocibles, y que merecerían ser incluidas nuevamente en el Paquete, durante varias semanas seguidas o alternas, para satisfacer a los despistados que las dejaron pasar en su momento.

Providencias del Paquete IV: Fantasía y pedigrí fílmico en cuatro series de moda

A pesar de recomendar estos cuatro títulos, es posible que el espectador cubano más informado pueda experimentar cierto déjà vu ante los cuatro. Comencemos por la serie de coproducción entre Canadá e Irlanda titulada Vikings, cuya sexta temporada salió este año por el History Channel, en tanto Netflix y Amazon Prime Video ofrecen las anteriores cinco temporadas. El déjà vu proviene de que en Cuba se reestrenó varias veces, y alcanzó inmensa popularidad, el filme norteamericano Los vinkingos, de 1958, con Kirk Douglas y Tony Curtis, que relataba a grandes rasgos la historia del rey Ragnar y de sus dos hijos, Einar y Eric, uno legítimo y el otro no. Cuando existía el espacio televisivo Aventuras, de la Televisión cubana, también se realizó, en 1967, Los Vikingos, protagonizada por el injustamente olvidado actor Luis Alberto Ramírez.

Menos sentimental que sus predecesoras, con un costo infinitamente superior de 40 millones de dólares solo para la primera temporada, y catalogada como una ficción libremente inspirada en eventos históricos comprobados, la serie Vikings conserva los códigos del cine de acción y aventuras para referirse al clan de pueblos nórdicos liderados por el legendario Ragnar Lothbrok, que unificó las tribus escandinavas a fines del siglo VIII y promovió las primeras invasiones a las tierras de los francos, sajones y celtas. Para buscar mayor autenticidad, el guionista y productor Michael Hirst (Los Tudor, Los Borgia) fichó intérpretes capaces de hablar en cuatro lenguas muertas: inglés antiguo, noruego desusado, francés arcaico y latín para los personajes religiosos. Varios lingüistas de la Universidad de Oxford ayudaron con la traducción del guion e incluso con las pronunciaciones.

Entre sus atractivos, Vikings cuenta con incontables escenas de combate, rodajes mayormente en exteriores, y un guion adecuado al género de aventuras inspiradas en eventos históricos. A pesar del rigor que intentó insuflársele, por los menos a las dos primeras temporadas, el guionista se vio precisado a justificar inexactitudes históricas flagrantes, a la hora de describir las costumbres, vestuarios y jerarquías de la sociedad vikinga. Hirst alegó que nunca intentó escribir un tratado fidedigno, y por ello se tomó libertades que llamaran la atención de millones de espectadores, aunque pudiera molestar a unas cuantas decenas de historiadores, los únicos realmente enterados de cómo vivían los vikingos en la Edad Media.

Aunque el Critic’s Choice Super Award la catalogó como serie de acción, la norteamericana Snowpiercer tiene un argumento, en su primera temporada, que la relaciona muy estrechamente con la ciencia ficción distópica y postapocalíptica, en tanto la acción ocurre siete años después que la Tierra devino un vasto océano congelado, y los sobrevivientes se refugiaron en un tren de mil vagones, en perpetuo movimiento, que circunvala el planeta a gran velocidad.

Snowpiercer adapta al formato serie el filme homónimo de 2013, del célebre director coreano Bong Joon-ho, conocido mundialmente gracias a la muy aplaudida Parásitos. El asiático, en su primer filme hablado en inglés, adaptaba la historieta francesa Le Transperceneige, de Jacques Lob y Jean-Marc Rochette. Visto el origen de la exitosa serie, nadie debiera asombrarse con la fuerte denuncia de los conflictos de clase, y las injusticias sociales, que se verifican al interior de este tren de supervivientes, aunque el eje central es más policiaco que estrictamente social en tanto un policía a bordo es encargado de investigar la muerte de una persona en tercera clase.

El cineasta británico Ridley Scott es uno de los productores de la serie norteamericana de HBO Raised by Wolves, que cuenta una trama también posapocalíptica, pues se ambienta en el siglo XXII, cuando dos androides, llamados Madre y Padre, se encargan de criar infantes humanoides en el planeta Kepler-22, puesto que la Tierra ha sido destruida por la guerra y la ambición. Pero la colonia humana también se ve amenazada por la hecatombe, debido al incremento incontrolable de las diferencias religiosas y fanatismos de sus habitantes, que eluden la tutoría conciliadora de los androides. Precisamente el título Raised by Wolves se refiere indirectamente, con simbólico pesimismo, a la esencia feroz de los seres humanos mediante el mito de Rómulo y Remo, los fundadores de Roma, que fueron amamantados por una loba.

Scott, el experimentado realizador de tantas películas memorables, realizó los dos primeros episodios de Raised by Wolves, mientras que su hijo, Luke Scott, se encargó de los episodios 3 y 4 en una serie mayormente filmada en Ciudad El Cabo, Sudáfrica, y consolidada entre los más imaginativos productos entregados por la televisión global durante 2020, poderosa reflexión sobre la supervivencia humana perjudicada por los prejuicios y el fanatismo. A pesar de su falta de emotividad y sus problemas de ritmo, la serie estimula los sentidos y la inteligencia en un sentido similar al que lograron películas anteriores de Ridley Scott como Alien o Blade Runner, obras maestras absolutas, o la posterior Prometheus, precuela de Alien e igualmente consagrada a la reflexión sobre el destino de la humanidad entre conflictos globales, intolerancia, odio y desintegración.

Mucho más ligera y fantástica, pero también futurista, es la muy popular segunda temporada de The Mandalorian, escrita por Jon Favreau para Disney+, y que adopta situaciones del cine de oeste, y de aventuras, para extenderlas al universo de Star Wars, la celebérrima saga creada por George Lucas. La trama de la serie sigue las huellas de Din Djarin, un solitario cazador de botines encargado de recuperar al Baby Yoda, conectado con La Fuerza. El personaje protagónico está recortado sobre los héroes que tantas veces interpretaron Clint Eastwood y Harrison Ford, mientras que el guion lidia con asuntos ya presentados en las películas anteriores como el bien enfrentado al mal, en combinación con los temas que atañen a la paternidad y la familia, apreciables en la relación entre Darth Vader y su hijo Luke Skywalker, o con Obi-Wan Kenobi, mentor del adolescente Anakin Skywalker.

Acostumbrado a las ficciones fantásticas desde que dirigió las tres primeras partes de The Iron Man, Favreau intenta sumergirse en la más desatada fantasía del universo Star Wars a partir de efectos visuales generados por el estudio Industrial Light & Magic, subsidiaria de la productora Lucasfilm. Y aunque a veces resulte demasiado prefabricada, resultado quizás final de una mitología ya cansada, The Mandalorian suministra suficiente acción e interés dramático como para tratar de convencer, incluso a los fanáticos de la saga fílmica, de que se trata de un producto novedoso.

Además, las imágenes creadas en computadora alcanzan una perfección impresionante para los espectadores que solo buscan entretenimiento a partir de una visualidad ligada a la evasión más total. Porque  The Mandalorian suscita una reacción parecida a la provocada por los remakes fotorrealistas de El libro de la selva (2016) y El Rey León (2019), ambos dirigidos también por Jon Favreau: ninguno de los dos conquistó ni siquiera un ápice de la infinita gracia derrochada por los animados  originales, pero la mayor parte de los espectadores las aplaudieron, satisfechos de ser cómplice con la perfección del simulacro, “por lo bien hecho de los efectos visuales” y porque “los animales parecen de verdad”.

En fin, que en una época carente de auténticas novedades, el espectador cubano, ansioso de primicias, encuentra en el Paquete series que reciclan hasta el infinito los ingredientes de las películas antiguas, refrescadas por el deslumbramiento de convertir cualquier fantasía en imagen de apariencia realista.

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