Añorada Cuba

La pequeña calle de Hialeah, es otra cosa: el sentimiento íntimo que cada cual interpreta a su manera. Añorar es más que nostalgia. También es amor. Y más que política.

Foto: Rui Ferreira

No hay un solo cubano de Miami que no sienta nostalgia por su tierra. Tanto, que hasta tienen una calle para recordarla. Se llama Añorada Cuba, una de las más cortas de Hialeah.

A Hialeah no hace falta presentarla. Todo cubano, dentro y fuera de Estados Unidos, ha escuchado hablar de este enclave dentro del área metropolitana de Miami. Pero Añorada Cuba pasa inadvertida porque es un pequeño trozo de la primera avenida del Oeste, que empieza a partir de la calle 45 Place del Oeste. No tiene salida, pero circunda la Iglesia de la Inmaculada Concepción, desde luego de fe católica, una de las más antiguas de la ciudad, construida cuando los cubanos comenzaron a poblar Hialeah a partir del 59.

“Siempre me ha gustado el nombre”, dice Elvira Martínez, quien se mudó allí hace casi treinta años. “Es como tener a Cuba al doblar de la esquina”, agrega. Su vecina, Odalys Castañeda, no pudiera estar más de acuerdo. “Con un nombre así, es imposible olvidar nuestra tierra”, enfatiza.

Ninguna sabe con certeza cómo se bautizó la calle: “ya se llamaba así cuando vinimos para acá”. Pero una búsqueda en la web permite conocer que “Añorada Cuba” fue un festival cultural muy popular en el Hialeah de los años 60 y 70, convocado por la Iglesia Católica para preservar la fe y el patriotismo. Una forma de recordar a los recién llegados que no podían olvidar a su país, sino que debían mantenerlo latiendo en sus corazones.

El nombre del festival devino el de la callecita, que pese a ser corta no ha aminorado la nostalgia y el recuerdo. Lo demuestra el hecho de que los cubanos son la única comunidad que le ha puesto Añorada Cuba a una calle. Ninguna otra ha hecho lo mismo.

“En el fondo, Añorada Cuba es una frase que estremece a la gente, eleva el amor propio, es un homenaje a nuestro país y un recuerdo permanente de donde vinimos y lo que debemos ser. Conmueve y nos obliga a tener la mente en la patria”, dice Sebastián Caballero, otro vecino del barrio que si bien no vive allí, no ha dejado un solo día de añorarla desde que se fue a vivir a Hialeah en 1969.

“Es una respuesta que puede tener varias aristas”, explica Juan Navarro López cuando se le pregunta por qué los cubanos mantienen esa cubanía tan fuerte en un país que no es el suyo. “Creo que es para mantener en nosotros algo que nos quitaron, es una resistencia como otra cualquiera. Mire esto: el juego del dominó en un parque público está siempre lleno”, afirma refiriéndose al Parque Máximo Gómez, popularmente conocido como el Parque del Dominó de la Calle Ocho.

El parque del dominó en la Pequeña Habana. Foto: Sipse.com

La Calle Ocho es un ejemplo clave del espíritu cubano en Miami. Se trata de un museo viviente donde se refleja el amor patrio de los criollos, como también se conoce a los cubanos. “La aplastante mayoría de mis clientes son cubanos con una gran carga de nostalgia. Los extranjeros compran pequeñas cosas: ceniceros, vasos, platos y otros objetos de artesanía. Los cubanos, no. Cuando entran por esa puerta buscan cosas sólidas como monedas, billetes, cuadros, reproducciones de carteles, películas y revistas antiguas. Cosas que confirmen muchas historias que sus abuelos y padres les han contado. Es una forma de sentir y aprender a conocer una sociedad que nunca vieron”, afirma Luisa Márques, vendedora en una de las tiendas cubanas de la Calle Ocho.

Foto: Miami mundo.com

 

Como dice Navarro López, se trata de recuperar el país perdido por la política. Pero también de “mantener el amor en la distancia”. Y la nostalgia. De hecho, todos los años se organiza un festival de tres días, llamado “Cuba Nostalgia”. Se llega al punto de recrear espacios abiertos como el Malecón habanero, la fachada de la desaparecida tienda “El Encanto” o un mapa gigante de La Habana en el que los visitantes se entretienen buscando la esquina donde estaba la casa que dejaron, todo amenizado por charangas y grupos musicales vestidos a la usanza de antes de 1959.

Pero todo esto es un escenario amparado por una profunda nostalgia. Añorada Cuba, la pequeña calle de Hialeah, es otra cosa: el sentimiento íntimo que cada cual interpreta a su manera. Añorar es más que nostalgia. También es amor. Y más que política.

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