Biden finalmente abre una puerta a Cuba

Washington ha retomado las conversaciones sobre migración con La Habana, pero ¿la política doméstica impedirá que el presidente avance en otros temas?

Foto: Kaloian Santos.

Quince meses después de iniciada su presidencia, Joe Biden finalmente ha dado algunos pequeños pasos para volver a acercarse a Cuba en el tema de la migración. ¿Son estas conversaciones un presagio del compromiso más amplio que Biden prometió durante la campaña de 2020 o un intento aislado de aliviar la presión política sobre la Casa Blanca por la crisis migratoria en la frontera sur?

En marzo, el Departamento de Estado anunció que en mayo reabriría la sección consular de la Embajada de Estados Unidos en La Habana, cerrada desde 2017, y reanudaría el procesamiento “limitado” de solicitudes de visa cubana. La semana pasada, Estados Unidos sostuvo conversaciones sobre migración con Cuba por primera vez desde julio de 2018, el primer diálogo diplomático sustantivo entre los dos países desde que Biden ingresó a la Casa Blanca. El negociador de Cuba, el viceministro Carlos Fernández de Cossío, calificó las conversaciones de “muy positivas”, “muy constructivas” y “un paso adelante muy importante”, y señaló que Cuba también está abierta a conversaciones sobre una amplia gama de temas de interés mutuo.

El propósito de las conversaciones migratorias, según el secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas, era “explorar la posibilidad de reanudar” los acuerdos migratorios entre Estados Unidos y Cuba “que estaban interrumpidos”. Lo que no dijo es que Washington fue quien los interrumpió.

Desde 2017, Estados Unidos ha estado violando el acuerdo migratorio de 1994 que la administración Clinton firmó con Cuba para detener la última crisis migratoria. En ese acuerdo, Estados Unidos se comprometió a proporcionar anualmente al menos 20.000 visas de inmigrantes a cubanos y a realizar reuniones migratorias periódicas, conversaciones que se llevaron a cabo semestralmente hasta 2018 cuando la administración Trump las cortó.

Trump tampoco cumplió con la obligación estadounidense de admitir 20.000 inmigrantes cubanos anualmente. La sección consular de la Embajada de los EE.UU. se cerró en 2017 cuando el Departamento de Estado retiró a la mayor parte del personal de la embajada después de que dos docenas de empleados estadounidenses en La Habana experimentaran síntomas inexplicables que se denominaron “El Síndrome de La Habana”. A pesar de que posteriormente se detectaron incidentes anómalos de salud similares en media docena de otros países, incluido el propio Estados Unidos, la embajada en La Habana no fue repuesta y la sección consular permaneció cerrada. Para solicitar una visa para ingresar a los Estados Unidos, los cubanos debían viajar a una embajada estadounidense en un tercer país. La migración legal de cubanos a Estados Unidos cayó en un 90 por ciento.

La migración irregular aumentó, como lo ha hecho antes cuando la economía cubana ha estado en crisis. El doble golpe de las sanciones económicas de EE.UU. —especialmente las restricciones a las remesas—, y la pandemia de COVID que diezmó la industria turística han paralizado la capacidad de Cuba para importar bienes básicos como alimentos, combustible y medicinas. A medida que el nivel de vida ha caído, el número de cubanos que intentan llegar a Estados Unidos ha aumentado rápidamente.

Con los canales legales de emigración cerrados, los cubanos han estado viajando al continente latinoamericano y se han unido a los centroamericanos en la travesía hacia el norte hasta la frontera sur de Estados Unidos o arriesgando sus vidas tratando de cruzar el Estrecho de Florida en pequeñas embarcaciones y balsas. En el año fiscal 2020, la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de los EE.UU. contabilizó 14 018 cubanos que intentaban ingresar a los Estados Unidos ilegalmente. En 2021, el número saltó a 39.303. Solo en los primeros cinco meses de 2022, se ha duplicado a 79.835. A este ritmo, el número de migrantes cubanos irregulares este año superará las cifras tanto de la crisis migratoria del Mariel de 1980 como de la crisis de los balseros de 1994.

Las crisis migratorias tienden a alterar el statu quo político que rige las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. Normalmente, la política hacia Cuba es un tema político destacado solo para los cubanoamericanos, especialmente los que se concentran en el sur de Florida. En consecuencia, tienen una influencia política desproporcionada e históricamente la mayoría se ha opuesto al acercamiento entre ambos países. En 2020, los cubanoamericanos les propinaron a los demócratas una derrota política decisiva en Florida: más del 60 por ciento de ellos votaron por Donald Trump, y los demócratas perdieron dos escaños en la Cámara de Representantes del sur de Florida que creían seguros. El hecho de que el presidente Biden no cumpliera su promesa de campaña de reanudar la política de compromiso del presidente Obama con Cuba se debe a las ansiedades políticas de la Casa Blanca a raíz de esa paliza electoral.

Pero la inmigración es un tema que moviliza a los votantes en todo el país, y los republicanos se han vuelto expertos en convertirlo en un arma. La política del presidente Trump de “máxima presión” sobre la economía cubana —una política mantenida por Biden— ha exacerbado el problema migratorio en la frontera sur, cuyos peligros políticos superan con creces el riesgo de enfadar a los cubanoamericanos en Miami. En febrero de 2022, las encuestas de Gallup encontraron que el 58 por ciento del público estaba insatisfecho con el nivel de inmigración y la propia firma de encuestas de Biden encontró que el 66 por ciento de los probables votantes de mediano plazo desaprueban su manejo del tema. Por lo tanto, el presidente Biden, al igual que el presidente Jimmy Carter y el presidente Bill Clinton antes que él, está dispuesto a hablar con Cuba sobre la migración con la esperanza de limitar el daño político causado por el aumento de llegadas irregulares.

La reanudación de las conversaciones sobre migración es un acontecimiento positivo, el primero en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba desde que Barack Obama dejó el cargo. Pero puede que no sea un presagio de discusiones diplomáticas más amplias sobre toda la gama de temas (aplicación de la ley, trata de personas, cooperación con la Guardia Costera, protección del medio ambiente y más) que estaban en marcha antes de que Trump las cerrara todas. Si el pasado es un prólogo, Washington intentará avanzar en la migración, quitando algo de presión a la frontera sur, sin mejorar la relación bilateral en general. Una observación de 1998 de Brent Scowcroft, asesor de seguridad nacional de los presidentes Ford y H.W Bush, sigue vigente: “Cuba es un problema interno para Estados Unidos”, dijo. “No es un problema de política exterior”.

La lección que Biden debería sacar es que la migración es solo un tema entre muchos que solo pueden ser abordados de manera efectiva mediante el diálogo y la cooperación entre Washington y La Habana.

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* Este artículo fue publicado originalmente en inglés en Responsible Statecraft, se publica una versión en español con la autorización expresa de su autor.

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