Crack bancario en Navidad

Un golpe bancario que puede paralizar a la Sección de Intereses de Cuba en Washington, amenaza con frustrar a cientos de miles de emigrados cubanos que planean celebrar junto a sus familiares en Cuba la navidad y el fin de año. Se trata de otro resultado del bloqueo impuesto a la isla y, probablemente de una zancadilla a los esfuerzos de la administración por actualizar su política, como recién han manifestado el presidente Obama y el secretario de estado John Kerry.

En Estados Unidos prácticamente ninguna actividad que implique cobros y pagos y ningún movimiento de dinero puede realizarse al margen de los bancos. Al negar el acceso de la Sección de Intereses de Cuba a esos servicios, virtualmente se le obliga a cerrar. Sin operar cuentas bancarias, el consulado cubano no sólo no puede emitir visas y pasaportes, sino tampoco pagar salarios y alquileres, luz, agua, electricidad, impuestos y otras erogaciones imprescindibles.

La medida que afecta a todos los que necesitan viajar a Cuba y que requieren pasaportes o visas, golpea implacablemente a los emigrados que en número de alrededor de 450 000 anuales viajan a la Isla por motivos familiares y, de paso, arruina la gestión de unas 300 entidades que venden o gestionan tales viajes, afecta a las compañías que alquilan sus aviones para los vuelos charters, pone contra la pared el negocio de los paquetes y perjudica las ventas de los comercios donde los viajeros cubanos adquieren los artículos que suelen llevar a sus familiares.

La cadena tiene también eslabones en Cuba donde perjudica a las empresas y a los particulares que cada vez en número mayor y actividades más amplias, proveen a los viajeros cubanos con servicios de alojamiento, transporte, artículos para fiestas, alimentos y otras necesidades asociadas a visitas que tienen una enorme relevancia para la familia y la sociedad cubana. De paso el estado cubano pierde los ingresos que legítimamente obtiene por esos conceptos.

Adicionalmente, debido a la ausencia de relaciones diplomáticas, políticas, comerciales, financieras e incluso culturales, a pesar de la muy mentada “relación pueblo a pueblo” que Estados Unidos dice promover, prácticamente el único contenido de la labor de las secciones de intereses de Cuba en Washington y de su contraparte norteamericana en La Habana es la actividad consular. Aunque no parece probable, una medida de reciprocidad de Cuba, tampoco es imposible. La política de una por otra no ha sido descontinuada. ¿A quién le conviene semejante entuerto?

Aunque no se trata de una medida con la cual el Departamento de Estado simpatice, es sin embargo una reacción de los bancos derivada de las políticas del gobierno. A las entidades financieras les resulta cada vez más complicado administrar las cuentas de un país al que se incluye en listas cada vez más disparatadas y tenebrosas, y cuyas transacciones económicas el Departamento del Tesoro vigila celosamente.

Ningún banco norteamericano quisiera que le ocurriera lo sucedido a una media docena que desde 2009 a la fecha han pagado multas por más de 2000 millones impuestas por el Departamento del Tesoro por realizar operaciones financieras con Cuba. Tal vez sea un buen momento para que la administración de Obama, en lugar de encontrar un banco dispuesto a operar con Cuba, encuentre una política más pragmática, sensata y moralmente sostenible.

En cualquier caso la nota emitida por Cuba es clara y se atiene a la letra de lo acordado: “El gobierno de Estados Unidos debería garantizar el cumplimiento de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas y de la Convención de Viena sobre Relaciones Consulares…”

En realidad, no se trata de ninguna novedad, sino de un fenómeno recurrente derivado de causas mayores, especialmente de la política de bloqueo, y que periódicamente afecta a los cubanos residentes en Estados Unidos y a sus familiares en Cuba, básicamente en lo referido a los viajes y las visitas familiares que son una especie de rehenes de conflictos mayores.

No obstante, debido a que no se trata de un asunto promovido por el gobierno estadounidense, ni de un acto de hostilidad puntual, en beneficio de los emigrados cubanos y de sus familiares que los esperan, el asunto pudiera ser tratado como una cuestión administrativa, enfoque que permite considerar opciones remédiales, como por ejemplo, permitir, por una sola vez que aquellos que tengan el pasaporte vencido o inhabilitado lo gestionen en La Habana, y a quienes no lo posean se les autorice excepcionalmente ingresar con pasaporte norteamericano y gestionar el cubano en la isla.

Si bien es cierto que no corresponde a Cuba buscar solución a un problema que no ha creado ni tiene por qué facilitar una solución que debe procurar Estados Unidos, también lo es que se trata de cubanos que en una u otra orilla comparten sentimientos y metas familiares. Por ellos y por su felicidad, bien vale la pena una excepción.

Por: Jorge Gómez Barata

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