Cuba y los profetas del miedo

Foto: Raquel Pérez Díaz

Foto: Raquel Pérez Díaz

Las relaciones de Cuba con EEUU entran en una nueva y más compleja etapa. Comenzó con la actual negociación de paz, que aún no logra ni siquiera ser un cese al fuego, La Habana sigue denunciando al “imperio” y Washington sancionando a quien comercie con la isla.

Y, a pesar de todo, avanzan hacia un enfrentamiento más civilizado. Se  crea un escenario diferente, donde la mayor parte de los desencuentros se podrían dirimir en el campo de las ideas y de la política, en las mentes y en los corazones de los cubanos.

Algunos sienten temor porque están acostumbrados al combate de trincheras y carecen de las habilidades necesarias para el debate. Los extremistas de las dos partes están muy preocupados porque perciben que pueden perder el protagonismo.

Cuando se normalicen las relaciones con EEUU, Cuba enfrentará importantes riesgos pero también grandes oportunidades / Foto: Raquel Pérez Días
Cuando se normalicen las relaciones con EEUU, Cuba enfrentará importantes riesgos pero también grandes oportunidades / Foto: Raquel Pérez Díaz

Su resistencia es puro instinto de conservación, tras tantos años de monólogos son incapaces de comunicarse con alguien que les rebata lo que dicen. Tal vez hayan aprendido a mandar pero son incapaces de convencer a los cubanos de uno y otro lado del estrecho.

Unos se han especializado en acosar artistas que visitan Miami, amenazan a los emigrados más moderados, controlan los medios de prensa, se quedan con la mayor parte del dinero de los disidentes y ganan elecciones envueltos en la bandera cubana.

Los otros se alimentan de la mentalidad de Plaza Sitiada, defienden la unanimidad y promueven un pensamiento único, consideran todo punto de vista diferente como traición. Para “no dar armas al enemigo” silencian a la prensa y asesinan el debate.

Algunos políticos cubanoamericanos y disidentes dentro de la isla consideran a Obama un traidor por los pasos de acercamiento hacia Cuba. Sienten que se les acaba el juego y conspiran para boicotear desde el Congreso el proceso de negociación.

En la isla también hay miedo, oficiosamente el sector más extremista advierte una y otra vez sobre los peligros que representa el nuevo escenario. Pero en vez de buscar la unidad nacional que tanto proclaman, trabajan para dividir a los cubanos.

Envían al ciberespacio a sus “escribidores”, quienes descalifican a unos por el pecado de ser católicos, a otros por haber emigrado y a los revolucionarios por “ingenuos”. Quieren sembrar el miedo, acusando al que piensa diferente de ser la Quinta Columna del Imperio.

La buena vecindad de un país pequeño con una gran potencia económica y cultural como EEUU nunca estará exenta de peligros, pero el gobierno cubano ha aceptado el reto y parece convencido de la capacidad de Cuba para administrar los riesgos.

De todas formas tampoco tiene otra opción, los cubanos de a pie difícilmente aceptarían seguir metidos en las trincheras solo porque algunos extremistas sientan miedo de enfrentar a sus adversarios en el campo de las ideas.

Además, las relaciones con EEUU implican también oportunidades. Superado el temor a represalias, muchos países e instituciones se abren ahora a negociar con Cuba. Estos espacios pueden traer el bienestar que se merecen los cubanos tras décadas de sacrificio.

Las nuevas generaciones no son tan receptivas a los discursos ideológicos, esperan resultados concretos en la sociedad y mejoras en sus vidas. Nacieron con acceso a la salud, la educación y la cultura, pero añoran también una existencia más próspera en lo individual.

Foto: Raquel Pérez Días
Foto: Raquel Pérez Díaz

Los extremistas temen a esa añoranza y creen que ellos son los únicos que pueden salvar a Cuba de la “candidez” de los cubanos. Se consideran la vanguardia de la vanguardia e intentan incluso expulsar del partido a quienes tienen un enfoque diferente.

Pero una nación es la síntesis del sentir de todos los ciudadanos y es imposible construirla imponiendo el criterio de una minoría “iluminada” sobre el resto. Lo intentaron, por ejemplo, con la santería y esta sobrevivió en los corazones-catacumbas de la gente.

Dejando en manos de los miembros más extremistas de la sociedad la definición de quién es un patriota y quién un traidor, la nación perderá muchos de sus hijos más valiosos, debilitando su potencial social, político y cultural, cuando más los necesita.

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