Cuban Americans for Engagement: actualizando agendas

Durante uno de los viajes a Washington, junto al miembro de la Cámara de Representantes James McGovern, demócrata de Massachusetts.

Durante uno de los viajes a Washington, junto al miembro de la Cámara de Representantes James McGovern, demócrata de Massachusetts.

“La embajada no es un regalo, sino un derecho del pueblo cubano a usar los canales diplomáticos con este país, tal como lo hacen, en igualdad de condiciones, todos los países soberanos.” Así afirma la más reciente declaración pública de CAFE (Cuban American For Engagement), un grupo lobbista que desde 2010 comenzó a reunir a cubanos residentes en Estados Unidos a quienes les ha interesado promover canales de entendimiento entre su país de acogida y su patria de origen.

Sus miembros están dispersos por toda la Unión, y provienen de generaciones diversas: algunos de ellos conocieron los “años duros” del exilio cubano en Miami, cuando disentir de la línea de fuego contra la isla y demostrar posiciones anti embargo podía ser hasta peligroso. Los más jóvenes, integrados en oleadas migratorias posteriores, han sido parte del cambio demográfico de la comunidad cubana en Estados Unidos, portadores de una nueva visión más democrática, desencantados de la política tradicional e interesados por conseguir, como ciudadanos, el goce de una relación beneficiosa entre Cuba y Estados Unidos.

Hasta hoy han podido realizar tres expediciones semianuales a Washington DC, para tener contactos de primera mano con la rama ejecutiva del gobierno de Estados Unidos. En estos años consiguieron entrevistarse con más de cincuenta congresistas y senadores o sus staffers: James McGovern, Cathy Castor, Jose Serrano, Jeff Flake, Mike Enzi, Patrick Leahy, algunos de los políticos que hoy se muestran más implicados en promover el fin del bloqueo y la normalización de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba.

Por otra parte, CAFE ha procurado también contactos con los representantes del gobierno cubano en la entonces Sección de Intereses de Cuba en los Estados Unidos, en los que un tema principal siempre ha sido la búsqueda de mejorías en relaciones de Cuba con su emigración, tema donde aún queda terreno por caminar.

Ellos siembran la actitud del engagement, del compromiso. En eso insiste María Isabel Alfonso, una de las directoras del grupo, residente en Nueva York, quien fue invitada el pasado 20 de julio al acto de izamiento de la bandera cubana en la ahora sede diplomática de Cuba en Washington, el primer gran paso despúes del cambio de escena del 17D.

Después del 17D, la tarea tradicional del grupo CAFE de promover en Washington un cambio de opinión acerca de la política hacia Cuba, parece menos urgente. El ejecutivo y un número creciente de legisladores se muestran a favor de los cambios, y muchos están viniendo a Cuba y participando en lobbys por el levantamiento del bloqueo ¿Qué balance hace CAFE de sus objetivos en este nuevo escenario?

En las declaraciones del miércoles primero de julio, el Presidente Barack Obama mencionó la palabra “engagement” [compromiso] alrededor de cuatro veces para referirse a las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. No es casual. CAFE comenzó a usar el vocablo engagement desde el primer viaje a las oficinas congresionales y al Departamento de Estado, en el 2012. Creo que el hecho de que hoy este sea parte del discurso de la administración, es el mejor balance que podemos hacer: logramos contribuir a un cambio en el lenguaje (lo cual por supuesto, implica un cambio estructural) con respecto al tema Cuba. Nunca antes un mandatario de este nivel había usado dicha expresión en tal contexto.

No nos atribuimos de manera excluyente, por supuesto, un mérito que es compartido con muchas organizaciones que gestaron este cambio desde las bases por décadas. El éxito de CAFE quizá radica en que logró articular el mensaje a mayor escala, dada la ausencia de una macro-plataforma que acogiera las voces pro-normalización. Fuimos además una pared de apoyo, al comunicar año tras año a las oficinas del gobierno, del Congreso y a la prensa, que la mayoría de la comunidad cubano-americana deseaba repensar su relación con Cuba en términos de participación, compromiso, engagement, y no en los tradicionales esquemas de aislamiento, hostigamiento y asedio.

Dos temas clave en cada uno de nuestros viajes a Washington, anteriores al 17D fueron la exclusión de Cuba de la lista de países terroristas y la búsqueda de una solución humanitaria al caso Gross y los Cinco, obstáculos que fueron afortunadamente sorteados por al administración.

No fue fácil para nosotros, pues otros grupos dentro de la comunidad cubano-americana que también se empezaron a oponer a las prohibiciones de viaje (como el Cuba Study Group y Cuba Now), nos criticaban por nuestra posición en esos temas, o respondían con una negativa ante nuestro pedido de colaboración. Tuvimos incluso ciertos debates internos al respecto, y salimos más fortalecidos cuando algunos de nuestros miembros, que incluso contribuyeron a nuestra fundación, decidieron marcharse.

Ser moderados no es tirar una diagonal en un cuadrado; es ser objetivos y abogar por la política que es necesaria, sin cobardía. Hemos hablado con respeto pero críticamente ante el gobierno cubano y el estadounidense. ¿Por qué nos íbamos a callar ante las susceptibilidades del macartismo existente en los medios y los sectores dominantes de la comunidad cubano-americana en Miami? ¿Era posible un avance sustancial de las relaciones bilaterales sin sacar a Cuba de la lista de países terroristas? Por supuesto que no. Igualmente, como conocíamos a Cuba, y estábamos en permanente diálogo con la Sección de Intereses, sabíamos que sin liberar a los tres cubanos del grupo de los Cinco era muy poco probable la liberación de Alan Gross. Conocíamos también la parcialidad con que fueron juzgados los cubanos, así como los precedentes y manipulaciones del caso. Abogamos por lo que creímos justo. Organizamos una conferencia en Miami con el apoyo valiosísimo de FORNORM y Generación Cambio Cubano, así como de WOLA y LAWG.

Queda pendiente lo del embargo. Aunque se ha logrado un cambio de mentalidad entre los legisladores y un accionar del Presidente en cuanto al relajamiento de ciertos aspectos del bloqueo, esto no quiere decir que su erradicación total sea tarea fácil. No lo es, porque sigue en pie el tradicional sector recalcitrante de legisladores cubano-americanos en el Congreso y el Senado. Los hay de varias clases: están los histriónicos Ted Cruz y Marco Rubio, quienes vociferan desesperados en protesta contra el giro propuesto por Obama; otros, más siniestros, actúan “behind the scenes.” Tal es el caso de Mario Díaz-Balart, quien recientemente, haciendo uso de su posición de presidente del Subcomité de Apropiaciones consiguió bloquear la iniciativa del Presidente, al introducir cambios desfavorables para Cuba, en leyes generales que deben ser sometidas a consideración por el Congreso.

Nuestros objetivos, por tanto, siguen siendo ofrecer todo el respaldo que podamos a los legisladores que quieren llevar a cabo un avance en la agenda antiembargo. Si bien CAFE no puede cambiar las leyes que dan cuerpo al embargo, sí podemos cambiar la mentalidad que de ellas han emergido, preparando el terreno para un eventual cambio de paradigmas. Así lo hicimos en cuanto al tema del engagement diplomático, y al parecer, ha funcionado. Un cambio de mentalidad viene seguido por cambios prácticos.

Una parte del trabajo de CAFE también estaba dirigido a modificar actitudes y conceptos dentro de la comunidad de origen cubano, sobre todo en Miami ¿Qué queda pendiente allí? ¿El “exilio” de Miami podría ser un factor determinante en la definición de una nueva era postembargo entre Cuba y Estados Unidos? ¿Cuál es su peso en esa ecuación? ¿Cómo CAFE piensa seguir trabajando por el engagement?

Existe una desconexión entre el resultado de las encuestas, que reflejan una mayoría cubano-americana respaldando la normalización, y los resultados electorales en Miami. A estas alturas, tenemos que preguntarnos (como se pregunta Benjamin Willis, de CAFE): ¿Por qué Díaz Balart está todavía en el Congreso? Es algo que ya otros han cuestionado anteriormente, pero que ahora tiene un singular nivel de prioridad. Se necesita concientizar a ese porcentaje elevado de cubano-americanos pro-normalización acerca de la importancia de la naturalización y de su voto. En este sentido, una nueva conferencia en Miami (la cual ya estamos empezando a organizar), es un paso importantísimo.

No se trata sólo de “votar demócrata”: para escoger el mal menor como nos ocurrió con Joe García; queremos votar e influir en el sistema norteamericano con nuestras posiciones. Participar en las primarias, promover a nuestros candidatos, escribir páginas de opinión, tener programas de radio y televisión, llegar a las redes sociales, etc. Desde la fundación de CAFE en el 2012, hemos desarrollado un gran esfuerzo por tener un papel en la TV de Miami, y ser una voz, no un eco. Independientemente de cuán desfavorable ha sido el terreno, Jorge de Armas, Raul Morejón, Jhon Cores, Gladys y Lorenzo Cañizares, Arturo López-Levy y otros miembros de CAFE, han participado en varios de esos programas. Cuando hemos dejado de asistir a alguno, es porque nos han excluido, como fue el caso Juan Manuel Cao y su programa El Espejo, de donde decidieron no llamar más a Jorge de Armas porque les decía muchas verdades.

Con respecto a cómo seguir trabajando por el engagement –entendido éste de manera general, no sólo en el contexto de Miami– sabes que tanto en inglés como en español es un término con varias acepciones; una de ellas, el compromiso que establecen las parejas antes de casarse. Te comento lo que dijimos en el Cuba Consultation, organizado por WOLA y LAWG el 23 de junio de este año en Washington: CAFE ha estado “engaged” por tres años. Lo de engagement ya es agua pasada. Es hora de empezar a hablar del casamiento, de normalización. Y como hace toda buena pareja antes de casarse, hay que poner sobre el tapete todos los temas. Esto incluye temas incómodos que otros grupos que trabajan por la normalización no han querido abordar, de la misma manera que en otro momento declinaron otros temas riesgosos a los efectos de la opinión pública norteamericana, como el de Cuba en la Lista de países terroristas y los Cinco.

Por ejemplo, recientemente, James Williams, quien ha hecho un trabajo positivo con Engage Cuba, dijo a una periodista que él prefería no hablar de temáticas complicadas como los programas de cambio de régimen en Cuba. ¿Cómo podemos hablar de engagement y normalización sin abordar temas que son una ofensa a la soberanía cubana? ¿Bajo qué criterio del derecho internacional Estados Unidos selecciona a sus cubanos o americanos favoritos y se inmiscuye en la política interna cubana? No, no queremos una relación de medio respeto ni de verdades a media voz. La cultura plattista debe ser desterrada de la relación bilateral entre Cuba y Estados Unidos.

En el Cuba Consultation explicamos que CAFE ha movido a un primer plano puntos que hace seis meses no tenían el nivel de urgencia y prioridad que tienen hoy. Dentro de la plataforma educacional que constituye la base de la organización, nuestro plan es seguir yendo al Congreso y al Departamento de Estado para conversar de temas tales como el de la ilegitimidad y estatus contraproducente de los mencionados programas pro-democracia.

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Durante el Cuba Consultation, con José Ramón Cabañas, jefe de la Sección de Intereses de Cuba en Washington. A partir del 20 de julio fue nombrado Encargado de Negocios ad interim de la nueva Embajada de Cuba en Estados Unidos.

Otro asunto de prioridad para CAFE es la necesidad de promover una visión más realista de la sociedad civil cubana, de la cual tanto el Departamento de Estado como los medios en Estados Unidos manejan una versión bastante caricaturesca (a los efectos de estos, o no existe, o existe totalmente oprimida/suprimida por el Estado). Esto es importante, pues tal visión es lo que promueve y alimenta los llamados “democracy programs” –que por cierto, recibieron recientemente un incremento de 10 millones de dólares más, llegando su presupuesto a los 30 millones. Cuba no es el paraíso de la democracia de acuerdo con los estándares norteamericanos pero sus dinámicas sociales son mucho más complejas que lo que se maneja de este lado.

Por otra parte, como expresamos en el Consultation, CAFE tiene su propia agenda comprometida con los intereses y valores de los pueblos cubano y norteamericano. No queremos que la narrativa anti-embargo/bloqueo sea secuestrada por los que dicen que todo es oportunidades para negocios, o incluso que quitar el embargo es la forma de lograr los fines de cambio de régimen por otros medios. Nosotros estamos contra los medios y fines intervencionistas de la ley Helms-Burton; no sólo porque es contraproducente sino porque es ilegal e inmoral. Lo era incluso cuando la apoyaban algunos que ahora se han dado cuenta de que no les sirve y la critican. Queremos que se abran negocios e inversiones norteamericanas con Cuba pero no como dicen algunos, para tomar ventaja de la mano de obra barata y el mercado virgen en la isla, sino para beneficio real de los dos pueblos, con la debida regulación y mucho ojo con los corruptos de ambos lados.

Seguiremos viendo la diplomacia como el mejor medio para articular una relación entre iguales; no como un instrumento de control de los más fuertes, para poner en evidencia el fracaso de los más débiles. Por ejemplo, Ric Herrero de CubaNow, comenta que “abrir una embajada americana en La Habana dejará a los de línea dura del gobierno de Castro sin su excusa preferida para distraernos de sus fracasos.” Nosotros preferimos pensar que “abrir una embajada”, –que por demás, nunca debió haber cerrado– es el paso correcto a dar, y ayudará a que los dos países muevan el registro de la conversación a un tono menos confrontacional y de mayor respeto. Que Cuba sienta que los Estados Unidos no tomarán esta oportunidad para promover una política intervencionista; que los Estados Unidos entiendan de una vez la importancia del nacionalismo y la soberanía para los cubanos. CAFE pretende seguir afrontando estos retos con la ética, responsabilidad y transparencia que nos ha caracterizado desde el principio.

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Se habla de normalización, pero hasta ahora solo tenemos restablecimiento de relaciones diplomáticas. ¿Sería posible cumplir con una agenda de normalización, al menos en sus trazos gruesos antes de que salga Obama de la Casa Blanca?

Obama ha dado más de una señal, de ser un político astuto, al esperar a su segundo mandato para ejecutar cambios estructurales en áreas de interés nacional e internacional. Depende ahora de su voluntad política para dejar un legado de más justicia y respeto. Algo que hemos aprendido en estos años es que en política no te dan en la mesa lo que no te ganes al nivel de base. El año pasado organizamos presentaciones en varios estados de la Unión, donde Arturo López-Levy y Jhon Cores fueron a universidades, bibliotecas, clubes y cámaras de comercio para hablar de Cuba y los Estados Unidos, incluso en algún momento incorporamos a Harold Cárdenas de La Joven Cuba que estaba de visita por acá. Antes de ir a las reuniones con congresistas, Arturo llamaba a personas en los distritos que a su vez llamaban a las oficinas. La actitud de los congresistas y sus asistentes se vuelve más receptiva cuando saben que te has metido en sus distritos.

El presidente Obama –como ha reconocido el presidente Raúl Castro– es un hombre honesto, y quiere cambiar la política hacia Cuba para bien. La cuestión es que tiene muchas prioridades y la campaña electoral pronto se va a calentar. Lo que se logre depende del incentivo e inspiración que encuentre en voces como las nuestras y las de otras organizaciones, que deben redireccionar y ayudar a cincelar aun más su agenda, echando a andar un lenguaje que siga presionado por cambios ya más estructurales.

También Cuba puede ayudar mucho. Es importante que el gobierno y la sociedad cubana aprovechen cada apertura en Estados Unidos para levantar el país y desarrollarlo. Que el norteamericano viaje a Cuba y se encuentre con un país donde la apertura trae beneficios directos y mayores libertades y oportunidades para el pueblo, no sólo para los que gobiernan. Que el cubanoamericano que viaje a su patria de origen se sienta identificado con las oportunidades que una Cuba post-embargo le abre a él, a su familia, y a su pueblo. Que muchos cubanos puedan venir a Estados Unidos a estudiar y formarse, vivir aquí y tomar ventajas de las oportunidades que este país ofrece, pero que sientan que pueden retornar a Cuba, donde nacieron a traer su experiencia y buscar nuevas oportunidades en un país cada vez mas abierto económica, política e ideológicamente. Más aún, que llegue el momento en que nadie sienta más en Cuba que la única solución a sus problemas está en emigrar.

Peter, Wayne Smith y Arturo López-Levy
Peter Kornbluh, Wayne Smith y Arturo López-Levy.

John Kavulich, el presidente del Consejo Estadounidense-Cubano de Comercio y Economía, dijo recientemente que “nada va a pasar en el Congreso en el tiempo que esté en el cargo el presidente Barack Obama” e instó al presidente a comenzar a tomar medidas a partir de sus prerrogativas presidenciales ¿Qué opina y que espera CAFE en este sentido?

Creo que es posible que así sea desde una mirada estática pero los cambios que están ocurriendo pueden generar otros mayores. ¿Cuáles son las cosas que puede y que no puede cambiar Obama?

Sólo el Congreso puede desmantelar la totalidad del bloqueo comercial y financiero. El turismo en Cuba es prohibido por la ley norteamerican. Sin embargo, hasta ahora el Presidente ha regulado los viajes a Cuba en función de su autoridad presidencial de política exterior frente a un país enemigo (Trading with the Enemy Act). Si Obama saca a Cuba de esa categoría según esta ley de 1917, la racionalidad de seguridad desaparecería, y podríamos llevar el tema de la libertad de viajar de nuevo a una corte judicial. Ninguna Corte ha dicho que el Congreso puede quitar a los ciudadanos el derecho civil a viajar por cualquier cosa que se le antoje.

Otra prohibición que no puede derogar Obama es la de que las subsidiarias de compañías norteamericanas en otros países comercien con Cuba. Si bien puede autorizar individualmente a una compañía en territorio norteamericano a hacerlo, no tiene potestad para autorizar a su subsidiaria, de acuerdo con las estipulaciones de la Ley Torricelli. Hablemos con otros países y con los emigrados cubanos en ellos para que lleven a Estados Unidos a cortes internacionales y se incrementen los costos de seguir esa política imperial.

Obama tampoco puede cambiar la ley que establece que Cuba debe pagar siempre en efectivo, y por adelantado, la compra de productos agrícolas. Sin embargo lo que significa “por adelantado” lo define en última instancia la rama ejecutiva. Además, pudieran establecerse créditos para la licencia de ventas de otros productos no-agrícolas.

Es decir, sería para el presidente de Estados Unidos un trabajo minucioso expandir los términos del intercambio, circunvalando las leyes que él no puede cambiar. Largo y tortuoso camino, que requiere un gran cúmulo de voluntad política y de buena fe. Yo creo que Barack Obama tiene de ambas, así que espero que las ponga en función de esta buena causa.

Empiezan a surgir nuevos actores, nuevos lobbys; políticos, analistas, abogados, empresarios, que se acercan al tema de las relaciones entre los dos países y apuestan por la superación de la “vieja política”. En ese concierto, cada vez más concurrido, ¿qué lugar ocupa CAFE? ¿Qué alianzas hace o hará? ¿A qué línea se adscriben?

CAFE no es sectario. Nuestra organización, e incluso nuestro comité ejecutivo, están conformados por cubanos de diferentes tendencias políticas. Somos plurales. Conversamos entre nosotros a veces de modo fuerte para consensuar. No creemos en una política de aislamiento, ni hacia Cuba, ni entre nosotros mismos. Por el contrario, creemos que el mayor poder está en articular diferentes voluntades y agendas para avanzar. Hemos trabajado con cuanto grupo ha querido colaborar con nosotros. A nuestros viajes a Washington se han incorporado grupos a veces con una sola persona como ha sido Luis Rumbaut de la Cuban American Alliance, y le hemos dado un lugar de liderazgo.

Creemos que tenemos una organización madura, con agenda propia. Podemos alinearnos perfectamente con el trabajo de otros, siempre y cuando, estos otros grupos comulguen con puntos clave de nuestra agenda y podamos aportar nuestra narrativa sobre las relaciones entre Cuba y Estados Unidos y entre Cuba y su diáspora, basada en el derecho internacional. Como expresamos en Washington, no se trata ahora de asumir una postura celebratoria y promotora de viajes e inversiones, despreocupados de la repercusión de la misma en Cuba. Creemos en la importancia de conversar e intercambiar con grupos de la sociedad civil cubana (oficiales y no oficiales; estales y autónomos). Hemos participado de encuentros con las revistas Temas y Espacio Laical. Ahora tenemos una colaboración con Cuba Posible y un diálogo con integrantes del Observatorio Crítico.

En mi caso personal, creo en un socialismo democrático. Muchos, en Cuba y fuera de Cuba, quieren socialismo, pero no un socialismo ni de piñata ni de embudo. En este sentido, seguiremos trayendo a la mesa de conversación temas polémicos como el del impacto del potencial levantamiento del embargo en el medioambiente en Cuba, la pobreza y estratificación generada por la implementación de mecanismos de mercado sin adecuadas políticas de compensación, y la repercusión de dichas políticas en poblaciones vulnerables como los afrocubanos y las personas de la tercera edad.

Como método, seguiremos apostando por el diálogo con los gobiernos cubano y estadounidense. Nos sentimos orgullosos de haber establecido relaciones constructivas con la Sección de Intereses, que pronto será embajada de Cuba en Washington. Hemos dilucidado allí con franqueza, problemas pendientes para la diáspora tales como el precio de los pasaportes, las trabas migratorias, los prejuicios contra los emigrados, el acceso a Internet en Cuba, entre otros. No siempre hemos quedado satisfechos con las respuestas de los funcionarios, incluso del propio ministro Bruno Rodríguez, pero entendemos que se nos ha recibido como cubanos patriotas y tratado con respeto y profesionalidad. Algunos como Haroldo Dilla nos han criticado por no adoptar su agenda de protesta. Gracias, pero nos interesa la conversación sustancial que haga reflexionar y cambiar, no la gritería ni la catarsis o las etiquetas. En uno de los encuentros con el jefe de la Sección, éste nos agradeció por nuestras contribuciones a la discusión de la más reciente Ley Migratoria de Cuba. Con poner nuestro grano de arena nos es suficiente.

Cada vez que hemos viajado a Washington hemos tratado de visitar el Departamento de Estado y otras instancias del gobierno estadounidense. Allí tampoco vamos a protestar sino a conversar y aportar ideas para un mejor entendimiento. Particularmente hemos insistido en conversar sobre temas menos temporales pero más definitivos como el reconocimiento por Estados Unidos de la fuerza del nacionalismo cubano. Nuestras recomendaciones de política han hecho énfasis en que se trate a Cuba con especial sensibilidad ante esa realidad, a la hora discutir cualquier diferencia. Creemos que en eso se ha avanzado mucho.

¿Existe algún grupo con un similar alcance de contenidos en su agenda y con similar urgencia ética? Aquí estamos, para trabajar, mano a mano.

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