Del abrazo al tajazo: viajes de EEUU a Cuba (III y final)

El servicio a los cruceristas estadounidenses fortaleció y creó eslabones en toda una red, sobre todo en La Habana Vieja y sus alrededores, aun cuando este tipo de turismo deje siempre menos dinero que el hotelero.

Habaneros despiden un crucero, el último que atracó en la ciudad. Foto: Reuters.

Una mirada preliminar arroja que la suspensión de los cruceros de Estados Unidos va a tener un impacto específico sobre la economía cubana, pero está lejos de constituir un Armagedón, si bien se produce en un momento muy complicado.

De acuerdo con estimados de John Kavulich, presidente del U.S.-Cuba Trade and Economic Council, en 2018 los cruceros aportaron al gobierno cubano entre 63 y 107 millones de dólares, cifras bastante modestas considerando los 2,500 millones en ingresos que ese año reportó el Ministerio de Turismo. El clásico tiro en el pie: «Lo que Cuba gana por los cruceros es insignificante. El grueso del dinero lo gana la compañía de cruceros», dijo Emilio Morales, presidente y CEO de Havana Consulting Group.

Pero innegablemente el servicio a los cruceristas estadounidenses fortaleció y creó nuevos eslabones en toda una red, sobre todo en La Habana Vieja y sus alrededores, aun cuando, en efecto, este tipo de turismo deje siempre menos dinero que el hotelero, sobre todo porque los visitantes pernoctan en su gran hotel flotante, donde tienen a su disposición prácticamente todos los servicios.

Sin embargo, varios testimonios han venido subrayando el impacto de la medida entre los emprendedores criollos: «Este es otro golpe duro» –le dijo a Los Ángeles Times Miguel Ángel Morales, dueño de «La Moneda Cubana», un restaurante del Casco Histórico. «Alrededor del 50% de nuestro negocio proviene de los cruceros». «Esto nos afecta a todos», dijo por su parte William Martínez, de 58 años, quien vivió en la Florida durante 46 años pero regresó hace cinco y hoy se gana la vida manejando un almendrón descapotable para turistas.

Esta es otra de las contradicciones. Cosas tales como no otorgarles a los cuentapropistas visas con entradas múltiples por cinco años, impedirles por consiguiente comprar mercancías y tener vínculos horizontales con sus homólogos de la Sagüecera, así como suspender cruceros, difícilmente puedan considerarse pasos para ayudarlos a independizarse del gobierno. Más bien recuerdan la vieja tesis de la olla de presión, todo mezclado. Mientras tanto, en el mensaje de esos emprendedores, entre los que figuran muchos millenials cubanos, hay bastante poca empatía con los cambios.

Eliminación de las visas de 5 años: un mini bloqueo para el sector privado cubano

En mayo pasado, Cuba Educational Travel encuestó a más de doscientos miembros de ese sector privado para conocer su relación con los viajeros de Estados Unidos y cómo podrían afectarlos las posibles medidas restrictivas. Estos son, básicamente, los resultados del survey:

El 97% informa que los viajes estadounidenses generan más ganancias para sus negocios. El 96% informa que la disminución de los viajes estadounidenses perjudicaría su negocio. Para ayudar al sector privado cubano, el 99% de los encuestados reflejaron que el gobierno de Estados Unidos debería ayudar a aumentar los viajes de estadounidenses a Cuba. De los más de 200 encuestados, ninguno dijo que limitar los viajes ayudaría al sector privado en Cuba. El 69% de los encuestados está «muy preocupado» por los cambios inminentes en los viajes estadounidenses a Cuba, el 28.6% está «preocupado». La mitad de los encuestados apoya a más de cinco miembros de su familia con sus ganancias.

Por otra parte, las reacciones a la movida no se hicieron esperar. Cubadebate publicó un texto lleno de lugares comunes y presunciones asegurando que la actual administración había logrado «una de las viejas ambiciones de los enemigos de un mejoramiento de las relaciones entre La Habana y Washington: cortar el flujo de personas entre los dos países».

Dos días después, en su edición del 7 de junio el Noticiero del Canal 23 de Miami aseguró lo mismo, pero con otro ángulo: «a pesar de que los vuelos continúan aterrizando en los aeropuertos de Cuba, todos los pasajeros a bordo tendrán que tener nexos familiares en la isla, de lo contrario, no podrán viajar en vuelos directos».

Un académico cubano residente en la Isla escribía entonces en Facebook, tomando posición ante la desorientación propia del momento:

En época de Robert Kennedy y hasta 1977, el pasaporte estadounidense tenía grabado en su interior: «This passport is not valid to visit North Korea, Cuba, North Vietnam…». Podían ir a la URSS, Europa del Este, Albania. Esta mañana le di clase a un grupo de estudiantes de la New School. Salvo nuevas restricciones, podrán volver el año que viene. Lo mismo académicos, participantes en conferencias internacionales que se celebren en La Habana, periodistas, eclesiásticos, congresistas y políticos federales y estaduales, científicos que colaboren con instituciones cubanas, deportistas, estudiantes inscritos en cursos aquí, músicos, artistas, líneas aéreas comerciales, etc., etc. Solo los people-to-people no podrán venir.

Los discursos de Cubadebate y el 23, tomados solo como botón de muestra, pasaban por alto que en la nota oficial se hablaba de «restringir viajes no familiares a Cuba» («restrictions on non-family travel to Cuba»), no de eliminarlos ni suprimirlos. Y que en la propia regulación del Departamento del Tesoro del 4 de junio («Treasury and Commerce Implement Changes to Cuba Sanctions Rules») había un link remitiendo a las categorías mediante las cuales los estadounidenses podrán seguir viajando a Cuba, línea que con toda lógica enfatizaron desde el primer día varias agencias de viajes. «Todavía hay varias formas de visitar legalmente Cuba», dijo una.

Y otra: «Es perfectamente legal que los estadounidenses viajen a Cuba con su pasaporte, a pesar del anuncio de la administración Trump en junio de 2019 de que las reglas de viaje de Cuba cambiarían». En breve, la movida no anulaba los viajes a Cuba y dejaba un margen bastante amplio para los académicos, estudiantiles, religiosos, humanitarios… Los viajes por motivos familiares, por otra parte, no fueron tocados.

Lo interesante es que el tajazo ocurre a contrapelo de tendencias centrípetas dentro del Miami cubano. En efecto, la última encuesta del Cuban Research Center (CRI) de Florida International University (FIU, diciembre de 2018) arrojó, por ejemplo, que el 57 % de los encuestados favorecían los viajes sin restricciones de todos los estadounidenses a Cuba:

Cuando se les preguntó si los viajes sin restricciones de todos los estadounidenses a Cuba deberían permitirse o no, el 57% de los encuestados respondió afirmativamente. El apoyo para viajes sin restricciones es más débil entre la cohorte anterior a 1980 (37%) y más fuerte entre la cohorte posterior a 1995 (68%) y los que no nacieron en la isla (69%). La mayoría de los encuestados en todos los grupos de edad apoyan la apertura de viajes, excepto para el grupo de 76 o más (49%). La mayoría (55%) de los votantes registrados respaldan este tipo de iniciativa política.

También que la mayoría (68%) apoyaba mantener o expandir las relaciones comerciales entre Cuba y las empresas estadounidenses:

Los recién llegados lo hacen en un número abrumadoramente mayor que los que llegaron antes de 1980 (el 60% de los primeros quieren una expansión de las relaciones económicas, mientras que solo el 25% de los últimos y los encuestados más jóvenes son más comprensivos que los de mayor edad. Aproximadamente el 66% de los votantes registrados apoyan el mantenimiento o la expansión de las relaciones económicas y un impresionante 80% de los votantes no registrados hace lo mismo.

Esa encuesta seguramente no la conoce Mario Díaz, un cubano de 19 años que trabaja como DJ en un centro nocturno y vio con sus propios ojos cómo el último crucero abandonaba el puerto de La Habana. Pero, sin saberlo, estaba emitiendo en la misma frecuencia de mucha gente al otro lado del Estrecho al decirle a la prensa: «Todo esto es super triste, de verdad, porque Obama vino aquí a Cuba y todo, fue algo histórico ese 2016 […], y ahora ver que de la noche a la mañana todo se eche para atrás…».

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