El alcalde de Miami y el fin del intercambio cultural, ¿misión imposible?

Sólo el Departamento de Estado puede impedir el ingreso de un extranjero y es poco probable que el Congreso autorice a cambiar la ley.

Francis Suárez, alcalde de Miami. Foto: EFE.

La aprobación la semana pasada por los concejales de la ciudad de Miami de una resolución para solicitarle al Congreso de Estados Unidos una legislación enfocada en prohibir la actuación en suelo estadounidense de artistas cubanos residentes en la isla, tiene un tinte de regreso al pasado, pero es además un gesto fútil y quizá, inconstitucional, según han coincidido expertos y observadores.

El regreso al pasado se manifiesta por el hecho de que Miami parece querer recuperar una filosofía de Guerra Fría que primó en las décadas de 1980 y 1990 del siglo pasado, cuando todo lo que tuviera que ver con Cuba era denostado como algo contagioso y descartable por su tinte político.

Es un gesto fútil porque las posibilidades de salir adelante son nulas. Es muy difícil conseguir una mayoría que lo apruebe en el Senado, aún dominado por los republicanos, teniendo en cuenta que el único congresista cubano-americano, Mario Díaz-Balart, ha dejado pasar el asunto sin decir esta boca es mía. Lo suyo en estos días es que la administración de Donald Trump agilice la reunificación familiar que se encuentra en un compás de espera por las malas relaciones bilaterales.

Y tiene un matiz inconstitucional porque prohibir el ingreso de alguien al país es un asunto del fuero de política exterior y esa área es coto de caza exclusivo del Gobierno federal. Amén del hecho de que una ciudad no puede prohibir que un empresario privado contrate un cantante o un pintor, para actuar o exponer, en espacios de su propiedad.

De hecho, a finales de los 90, el condado Miami Dade aprobó una resolución que prohibía las entrada en la región de funcionarios del Gobierno cubano. En el 2015 otra resolución pedía al Congreso que revisara la Ley de Ajuste Cubano, de modo a que cupieran en ella apenas «los perseguidos políticos».  El año 2016, aprobaron otra que rechazaba la instalación de un consulado cubano en el sur de Florida. En los tres casos, el Departamento de Estado se vio en la obligación de recordar a los comisionados de que no tenían vela en ese entierro. El asunto compete a las autoridades federales.

En enero del 2012, el entonces gobernador de Florida y actual senador federal, Rick Scott, armó toda una algarabía en Miami, con derecho a un acto publico al cual asistió en la Torre de la Libertad, en el centro de la ciudad, la crema y nata del exilio cubano, acompañados de sus políticos republicanos, donde en medio de los aplausos firmó una ley que limitaba el comercio del estado con la isla del Caribe. Horas después, tuvo que admitir de que no tenia autoridad para ello, que aprobar una cosa así era potestad del Congreso y la Casa Blanca. Y, de repente, todo el mundo se olvidó del asunto.

“Todo esto es inútil y ni siquiera una forma de promover los derechos humanos en Cuba. A decir verdad es un poco raro promover esos derechos en Cuba restringiéndolos en Estados Unidos”, apunta a OnCuba del director del Cuba Study Group, Ricardo Herrero.

En su opinión, la resolución tiene visos inconstitucionales, porque “están pidiendo al Congreso que delegue esas facultades (federales) a los estados y gobiernos locales. Es más, no creo que el estado (de Florida) lo quiera tampoco”.

En la resolución, presentada por el alcalde Francis Suárez, se afirma que “pese a los muchos cambios en Cuba, el Gobierno cubano no ha mostrado mejoras hacia el respeto por los derechos humanos”, por lo cual, “bajo el pretexto de un intercambio cultural, Cuba permite que los artistas que apoyan predominantemente al régimen cubano y que presuntamente defienden a un régimen que durante décadas ha violado los derechos humanos y estimulado a terroristas a lleven a cabo actividades sustanciales”.

Sin embargo, la moción aprobada por la totalidad de los concejales también contradice algunos de sus postulados al asegurar que “la comisión de la ciudad de Miami apoya firmemente la libertad de expresión y cree que debería estar al alcance a todos y no favorecer apenas a algunos”.

Es por ello que Herrero cree que todo esto no pasa de ser “de algo simbólico y no para lograr algo en concreto”. Es que, en el fondo, “la ciudad de Miami se está presentando como un defensor de la democracia en Cuba, pero de una forma muy mediocre”, enfatizó.

El alcalde Suárez, al mencionar la expresión “intercambio cultural”, realmente se refiere a un plan informal acordado entre los dos países en 1977 durante el deshielo promovido por la administración de Jimmy Carter, cuando todavía no había nacido, según el cual los dos gobiernos facilitarían los viajes de artistas de ambos países de modo a que los pueblos mejoraran su conocimiento mutuo. Cantantes como Billy Joel, Kris Kristofen, Stephen Stills y Rita Coolidge actuaron junto a las populares orquestas Irakere y Aragón, en un memorable jornada en el teatro Karl Marx el año 1979.

Pero todo se congeló con la llegada de la administración de Ronald Regan y durante la de su sucesor, George Bush. Sólo con Bill Clinton en la Casa Blanca a inicio de los años 90 fue que el ambiente se relajó y el “intercambio cultural” resurgió de nuevo. Pero el «ambiente» era otro.

Los exiliados cubanos comenzaron a ver un cierto desequilibrio en ese intercambio porque artistas exiliados no eran incluidos en los viajes a la isla, fuera porque La Habana no les daba permiso o porque ellos se abstenían de hacerlo para no perder su base de apoyo en Estados Unidos.

Lo cierto es que mientras agrupaciones famosas como Los Van Van, Buena Vista Social Club y muchos otros artistas comenzaron a actuar o presentar sus obras en Estados Unidos, y a cobrar por ello tras un permiso especial otorgado por el departamento del Tesoro, la contraparte estadounidense se procesó a cuenta gotas.

“Se sabe que no todos los artistas estadounidenses se les ha permitido actuar en Cuba. Pero la respuesta en Estados Unidos no debe ser bajar a ese nivel sino sobreponerse y dar el ejemplo. Ni tampoco pretender que un (empresario) privado no tenga el derecho de contratar un artista que viva en la isla”, sostuvo el director del Cuba Study Group.

Para el analista de relaciones internacionales de la Universidad Internacional de Florida, Eduardo Gamarra, el gesto del alcalde de Miami tiene un origen meramente político. Su popularidad ha mermado a punto de que en noviembre pasado no logró que el electorado aprobara el refuerzo de sus poderes para transformarlo en un alcalde fuerte con capacidad ejecutiva. De momento, el alcalde de Miami tiene que depender de los concejales para prácticamente todo.

“Todo esto es político. (El alcalde) necesita recuperarse, los republicanos necesitan recuperar. Basta recordar que el año 2016, aunque logró ser reelecto, el senador Marco Rubio perdió el condado Miami Dade, donde está su principal sostén. O estaba”, afirmó a OnCuba.

Para Gamarra, los resultados de las pasadas elecciones legislativas contribuyeron a esta iniciativa, cuando los cubano americanos perdieron dos tercios de sus congresistas en Washington. “Leyeron bien los resultados de noviembre donde no les fue tan bien con el electorado cubano, por su discurso de Guerra Fría, de hostilidad a un socialismo democrático, y un discurso racista de cierto modo oculto. Principalmente volcado hacia Venezuela, a ver si ese electorado los salva”, enfatizó.

Y, “todo esto es muy triste porque es pura manipulación. Estamos bordeando los años 1980 y los 90 en que no podíamos traer cantantes, ni siquiera se podía traer a académicos. ¿Por penalizar a Cuba vamos ahora a castigar a la gente acá también? No tiene ningún sentido”.

Es por eso que el analista y ex periodista Gustavo Godoy cree que la iniciativa del alcalde de Miami es una gran “payasada”. “No hay el más mínimo chance de que esto sea aprobado en Washington. Y, ¿qué es lo próximo? ¿También van a querer que saquemos de Miami a todo el mundo de apellido Castro?”, se pregunta.

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