El joven Castro, un Fidel casi desconocido

El historiador Jonathan Hansen describió un Fidel "liberal y nacionalista" y admirador del New Deal estadounidense, durante la presentación de su libro Young Castro en Miami.

Libro Young Castro, de Jonathan Hansen. Foto: Marita Pérez Díaz.

Publicar una biografía sobre la juventud de Fidel Castro donde se presente como admirador del New Deal estadounidense y escéptico del comunismo fue una “tarea académica valiente” para el historiador Jonathan Hansen.

Así comentaron los asistentes a la presentación de su último libro en Coral Gables, El Joven Castro, la formación de un revolucionario (Young Castro, the making of a revolutionary), donde la librería Books and Books publicó una nota de advertencia en su invitación al evento.

“Books & Books es sensible a los sentimientos de nuestra comunidad cubana en el sur de Florida, donde la pasión por Cuba es profunda y queremos comenzar esta presentación con una nota que indica que aunque nos gusta presentar todos los puntos de vista y autores, no necesariamente respaldamos esta visión. (…) Damos la bienvenida a una discusión de los muchos puntos de vista que rodean este tema.”

El libro retrata con rigor académico los primeros años de Fidel Castro hasta convertirse en revolucionario, para mostrar “un demócrata liberal que admira las políticas del New Deal estadounidense y es escéptico sobre el comunismo, pero también es hostil al imperialismo estadounidense”, como reza la presentación.

Hansen fue profesor en Harvard de Historia intelectual de los Estados Unidos y ahora imparte Teoría socio-política en la misma universidad, además de clases sobre reconciliación y reconstrucción luego de la violencia masiva. Una inclinación que nace del interés por conocer cómo las naciones sanan luego de guerras civiles o genocidios, como en Ruanda.

Además ha publicado editoriales en The New York Times explicando por qué la Base de Guantánamo es un “enclave imperialista que debería devolverse a los cubanos”.

¿Cómo llegó Cuba a los temas de sus investigaciones?

Estudié la Historia de los Estados Unidos primero que la de Latinoamérica. Mi primera investigación fue sobre un grupo de estadounidenses que discutían sobre el significado de la identidad americana, y cuando digo americana en realidad quiero decir identidad estadounidense, cientos de años atrás. Me interesó esa idea inicial de qué es esa identidad nacional.

Tiempo después ellos les darían la bienvenida a inmigrantes e instaurarían los derechos civiles a los afroamericanos, pero me interesó cuáles eran los límites de lo que podría considerarse nacionalismo, quiénes estaban dentro y quiénes estaban fuera. Quién podría ser un buen ciudadano de acuerdo con estas personas y quién no. Y el grupo que estudié era inclusivo y generoso en sus ideales, como James Adams, un feminista. De ese trabajo salió un libro en 2003 que se llamó La promesa perdida del patriotismo, que ahonda más en mi interés por los límites morales, filosóficos, conceptuales y políticos de los Estados Unidos.

Pero en ese mismo 2003 Estados Unidos se embarcó en la llamada “Guerra global contra el terrorismo” y muchos de los prisioneros fueron a dar a la prisión de Guantánamo. En ese tiempo el gobierno argumentaba que podía llevar a los prisioneros allí porque la ley estadounidense no aplica en la base naval, la ley cubana tampoco y ni siquiera la ley internacional. Era muy “conveniente” pues no tenían lugar los estándares constitucionales que se aplican en territorio estadounidense, podían incluir la tortura.

Yo estaba interesado en todos esos lugares alrededor del mundo donde esto ocurría y, otra vez, en los límites ya no físicos sino morales de los Estados Unidos. Comencé a mirar mucho más a nuestra propia Historia, ya tenía un libro sobre la guerra Hispano-Cubano-Norteamericana y sabía lo que había pasado en Filipinas y Cuba, y sabía que Estados Unidos ocupaba Guantánamo, una tierra que nunca devolvimos.
Pero para mí, si Estados Unidos ocupaba Guantánamo, entonces las leyes deberían proteger a los detenidos ahí, para mí era ridículo el argumento de Bush de que era tierra cubana y por tanto no aplicaba la ley norteamericana. Entones publiqué un artículo de opinión en el New York Times sobre el tema y despertó mucha atención, pero como no había mucha información real al respecto, decidí hacer un libro sobre la historia de la Base Naval de Guantánamo. Pensé que la investigación no iría más allá de 1898, pero como ustedes los cubanos saben, Estados Unidos había estado interesado en ese pedazo de tierra desde siempre, siglos atrás.

Fue así como me vi envuelto en estudiar más sobre Cuba, visitar sus archivos, aprender un poco de español y de repente comencé a estudiar mucho más las relaciones históricas entre Cuba y Estados Unidos, algo fascinante para mí.

¿Visitó la Base en Guantánamo para escribir su libro?

Sí, de hecho fui cuatro veces.

¿Qué aprenden los estadounidenses de la Historia de Guantánamo?

Lo primero es que 15 años atrás los estadounidenses no sabían nada de Guantánamo. Quizás la canción “La Guantanamera”, quizás los que tenían familiares en el mundo militar que hayan prestado servicio ahí, uno en millones, pero no se habla sobre eso. Hay tanto que aprender en la escuela sobre la historia del país que muchas cosas se quedan fuera, y Guantánamo es una de ellas.

Otro factor es que la percepción general implica tener Guantánamo como una cuestión de “fuerza”, de posesión, parte de la historia Imperial de los Estados Unidos que al promedio de los estadounidenses no le gusta encarar. Tenemos nuestro lado oscuro y este es uno.

Somos casi 400 millones de personas aquí, todos tienen opiniones diferentes, pero al menos moralmente no hay justificación para que nosotros estemos ahí. Estados Unidos está bastante dividido respecto a este tema. Pero pocos conocen la Enmienda Platt y de cómo obligamos a Cuba a darnos ese territorio. Si algún estadounidense te dice que está bien tener una base en Guantánamo, no sabe de lo que está hablando y probablemente no conozca la historia de cómo fue que llegamos ahí y bajo qué condiciones. Todo lo que puedo decir es que les perdones la ignorancia.

¿Por qué elige escribir sobre Fidel Castro?

Quería saber cuál era la persona real detrás de la caricatura que se publica en los medios aquí. Cada vez que la prensa estadunidense critica ferozmente a alguien, yo sospecho. No estoy tratando de defenderlo ni de demonizarlo. Castro no necesita que lo defiendan, de todos modos. Solo estoy tratando de captar su esencia, de recrear sus primeros años desde un punto de vista histórico, no artístico, recrear el mundo en el que creció.

Lo que se ha escrito anteriormente no creo que tenga un rigor académico estricto, que fue lo que me propuse en este caso, escribir una pieza desde las ciencias históricas. No estoy reproduciendo lo que Fidel dijo ni lo que él hubiera querido que yo dijera (de hecho nunca hablé con él), como ha ocurrido en otros libros. Traté de reproducir los hechos acerca de su juventud contrastando cada detalle con los archivos históricos y otras fuentes.

Jonathan Hansen durante la presentación de su libro Young Castro en Miami. Foto: Marita Pérez Díaz.

¿Con quiénes habló para contar esta historia?

Entrevisté a sus hermanas Enma y Juanita, otras personas cercanas me ofrecieron sus cartas, como Natty Revuelta. Para este libro he estado en Cuba cerca de unas 25 ocasiones y me ha tomado 6 años terminarlo. Por suerte tuve acceso a los archivos de la Oficina de Asuntos Históricos, soy el primer estadounidense en más de tres décadas en acceder a ellos. Tengo copias electrónicas de muchos documentos de Fidel, por eso pude contrastar casi todo lo que dijo en otras entrevistas como a Frei Betto o Katiuska Blanco.
Además, recorrí muchos lugares de su juventud. No lo entrevisté porque estuvo muy enfermo al final de su vida.

¿Cuál sería la novedad fundamental de este libro sobre alguien de quien se ha publicado tanto?

Hay muchas biografías y entrevistas, cientos de libros. Pero muchos de ellos, especialmente los publicados aquí en Estados Unidos, tratan los años jóvenes de Fidel como fiscales o como abogados en un juicio, tratando de encontrar en su pasado evidencias para ajusticiar a una persona que no nos gusta. Es como decir “no nos gusta Fidel, es un dictador, busquemos todas las evidencias en su pasado que muestran al dictador que se estaba formando desde joven”.

¿Se refiere a él como dictador en su libro?

No. Lo que pasa es que si Fidel se interesó por Marx después del Moncada ya aquí lo llamamos comunista por eso y publicamos que siempre fue un comunista. Es una manera estúpida de escribir una biografía, porque los niños pequeños no crecen diciendo “cuando me convierta en comunista…”. No estoy tratando de decir que no lo sea, si yo veo comunismo lo voy a decir, pero lo que no hice fue buscar evidencias en su primera infancia de por qué era comunista. Yo solo trato de recrear su vida, con toda la complejidad, las experiencias, cómo se movió hacia adelante y por qué. No se trata de si es el “chico bueno” o el “chico malo”, sino el que existió.

Aquí sí se tiene la imagen del hombre gritando y arengando al pueblo en contra de los Estados Unidos, por eso pido al lector que ponga al lado esa concepción de un comunista de nacimiento y anti-americano desde el útero, y lean una historia del hombre que también estuvo interesado en el New Deal, en el nacionalismo, en la independencia, la autonomía y la dignidad. Algo parecido a lo que se quiere en Estados Unidos, ¿verdad?

Desde el punto de vista ideológico, Castro ni siquiera fue el primer nacionalista o el primer comunista, Castro lo que sí quería la independencia de Cuba. Él iba a hacer todo para obtenerlo. Eso es lo que cuento en mi libro: la historia de un muchacho que sabía lo que había ocurrido con la Enmienda Platt y que no quería tener ese tipo de relación con Estados Unidos.

Pero tampoco quería ser dependiente de otros países, solo que no tuvo muchas opciones. Tengo documentos que prueban que no quería ese compromiso tan fuerte con la Unión Soviética al inicio, pero la historia de dependencia y manipulación económica y política con Estados Unidos lo empujaron a esa opción. Él no era estúpido, sabía lo que había pasado en Guatemala, Irán, etcétera. Él sabía que no podía confiar en el gobierno estadounidense en ese momento.

Mi argumento es que tenemos que ver su vida en sus términos y su contexto, no como jueces. Y que él realmente quería que los cubanos fueran libres e independientes.

¿Y cómo Ud. se aproxima al hecho de que ese joven luego estuviera en el poder durante cinco décadas?

El libro termina en el inicio de la Revolución. Pero sé todo lo que pasó después y las dificultades que hay en Cuba ahora. Tampoco soy ajeno al dolor de la emigración cubana. Particularmente yo no culpo a un lado (EE.UU.) ni al otro(Cuba). En una Cuba bajo ataque, creo que Fidel entendía la unidad del movimiento y del proyecto alrededor de su figura como la única manera de sostenerlo. Hay espacio para muchas críticas y yo no voy a defenderlo. Sé todo lo duro que es Cuba ahora. El libro es más acerca de cómo llegamos hasta este punto y todo lo que pasó para que esto sucediera.

Fidel mismo empezó su carrera como un defensor de las libertades civiles, criticando el gobierno que en Cuba apagaba la libertad de expresión, y luchaba por los derechos sociales. Pero no soy naif, y sé lo que ocurre ahora en Cuba. Pero muchas de las personas con las que hablé, a pesar de que critican las condiciones económicas en que viven, se mantienen orgullosos de que Fidel se plantara frente a los Estados Unidos. Nadie sería mejor aliado de quienes luchan por mayores libertades civiles en la Isla que el Fidel joven.

Esta es la historia de cómo se formó esa persona complicada que todo el mundo ama y odia.

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