Heberprot-P

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Hay políticas que se hacen desde el absurdo. Pudiera parecer sencillo dicho de esa manera, pero lo cierto es que hay entramados legales que parecen esbozados desde la torpeza.

Nos reímos si leemos que en los Estados Unidos aún están vigentes leyes tan raras como que, en Michigan, una mujer no se pueda cortar el pelo sin el consentimiento de su esposo; en Kentucky, una persona debe bañarse por lo menos una vez al año; en Nueva York, la pena por saltar de un edificio es la muerte; o en Alaska, aunque es legal disparar a un oso, está prohibido despertarlo para hacerle una foto.

Cuando no nos reímos es cuando el absurdo de ciertas leyes impide que ciudadanos de los Estados Unidos no puedan disfrutar de un medicamento que mejoraría la calidad de vida a un 8,3 por ciento de su población. Unos 18,8 millones de norteamericanos sufren diabetes; 79 millones son prediabéticos con posibilidad de contraer la enfermedad de forma inminente, y todos ellos, casi 90 millones de personas, corren el riesgo de sufrir ulceraciones severas y la enfermedad conocida como Úlcera del pie diabético.

Las estadísticas de la American Diabetes Association, también muestran que 231,404 norteamericanos murieron en 2007 como consecuencia de esta enfermedad. Los costos para el contribuyente ascienden a 245 mil millones de dólares, de ellos 69 mil millones corresponden a pérdida de productividad.

Uno de los flagelos asociados a esta enfermedad es la úlcera del pie diabético, de extrema gravedad y con gran incidencia en los pacientes. De hecho, según el Center for Disease Control and Prevention de los Estados Unidos, hasta un 15 por ciento de los diabéticos desarrollarán esa enfermedad.

A solo noventa millas, el Instituto de Ingeniería Genética y Biotecnología de Cuba ha desarrollado un novedoso producto médico, el Heberprot-P capaz de detener y, en algunos casos, curar la úlcera del pie diabético. Este medicamento, único en el mundo, utiliza otro logro de la medicina cubana, el factor de crecimiento epidérmico humano recombinante (FCH Hu-r) y alivia, y evita la amputación de las extremidades afectadas.

La eficacia de este medicamento está avalada por un registro sanitario en una veintena de naciones y patentes otorgadas en 40 países. Potencias como Brasil y China aspiran a obtener la licencia necesaria para el uso de este medicamento, y en Europa ya culminó la etapa preclínica del producto con buenos resultados toxicológicos y de seguridad, como podemos apreciar en un amplio reporte de IPS en Cuba titulado “Heberprot-P lidera la biotecnología cubana”.

Sin embargo, en los Estados Unidos, tercer país (tras China y la India) con afectados de diabetes, el novedoso medicamento cubano que mejoraría la calidad de vida de millones de enfermos, no puede ser comercializado. Las leyes del embargo no permiten, salvo que el ejecutivo disponga de medidas y licencias especiales, que se desarrollen las pruebas necesarias y que se beneficie una amplia población de afectados.

En noviembre pasado se desató la polémica cuando Joe García, el congresista demócrata por la Florida afirmó que estaba a favor de que se iniciasen pruebas clínicas a fin de que el Heberprot-P pueda ser comercializado en los Estados Unidos.

“Si mañana me dicen que la salud de mi madre depende de un medicamento cubano, yo no dudaría en buscarlo por cualquier medio”, expresó García quien, además, estimó que en Estados Unidos hay unas 70 mil amputaciones al año debido a la úlcera del pie diabético.

Alberto Buitre, en un artículo para el Huffington Post afirmaba que “de aprobarse la entrada de Heberprot-P a Estados Unidos se demostraría, no el avance de la biotecnología socialista o el efecto de la propaganda mediática anti-cubana, sino algo mucho más simple: que tratándose de un medicamento o el correo postal, las relaciones entre Cuba y Estados Unidos están secuestradas por un capricho de un pequeñito grupo en Miami, el cual opera contra el pueblo cubano, estadounidense y cubanoamericano”.

La obcecación de una política desfasada impide que millones de personas se beneficien de un medicamento que no contiene políticas. Ya hay casos de pacientes norteamericanos que han evitado la amputación de uno de sus miembros acudiendo a Cuba y sometiéndose a tratamiento. No es lógico que la salud se juegue a las escondidas, como señala un reciente reporte de la NBC.

Si bien el complejísimo entramado que sostiene el ilegal embargo contra Cuba no puede desmantelarse por voluntad ejecutiva, para el caso específico de este medicamento el Presidente cuenta con la potestad de establecer una licencia específica que le permita a la Food and Drug Administration, evaluar el producto y autorizar su uso en pacientes norteamericanos. Pero parece que prima el absurdo político y el secuestro que hace un pequeño grupo desde Miami de la política exterior de este país. Estados Unidos cuenta con leyes absurdas que mueven a risa, y otras que simplemente dan rabia e impotencia.

El interés creciente que muestra la maquinaria económica norteamericana hacia Cuba y el incipiente lobby que empieza a trabajar por una normalización de las relaciones no solo son muestras de que en el seno del actuar político ya existe una conciencia de que la política hacia la Isla es absurda, es también una llamada de atención sobre la pérdida de oportunidades en el proceso de reformas que conduce a Cuba hacia un futuro de integración bajo estándares globales.

En este aspecto, la voluntad del ejecutivo de establecer ciertas licencias que permitan que sus ciudadanos se beneficien con los avances de las investigaciones cubanas pudiera ser un primer paso para distender el embargo. Es una posibilidad de expandir los límites de la colaboración y debilitar una medida ineficaz e injusta.

Basta que los Estados Unidos piensen en su pueblo para que el Heberprot-P, logro indiscutible del proyecto educacional cubano y de su industria de la salud, se convierta en elemento de pivote que resquebraje el duro muro levantado entre los dos pueblos. La medicina cubana pudiera, si existe coherencia, voluntad y sentido común eliminar another brick in the wall.

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