Hola, ¿Obama? ¡Habla Raúl!

Raúl Valdés. Foto: http://cronodeportesonline.com.

Raúl Castro le ofreció un número telefónico a Barack Obama en el preciso momento en que comenzó a incluir en sus discursos frases como “sirva la oportunidad para nuevamente declarar nuestra disposición de resolver en la mesa de negociaciones el prolongado diferendo entre Estados Unidos y Cuba” o “Cuba mantiene la propuesta de avanzar hacia la normalización de sus vínculos con Estados Unidos y desarrollar la cooperación en todas las esferas que puedan beneficiar a ambos pueblos.”

Raúl tal vez ha querido hablar con Barack desde el día en que el joven senador de Illinois se ganó su primera temporada de cuatro años en la Casa Blanca. En agosto de 2009, el presidente cubano dijo ante la Asamblea Nacional: “Aprovecho la ocasión para reiterar la disposición de Cuba para sostener con Estados Unidos un diálogo respetuoso, entre iguales, sin sombra para nuestra independencia, soberanía y autodeterminación. Estamos listos para hablar de todo, repito, de todo, pero de aquí, de Cuba, y de allá, de Estados Unidos, no a negociar nuestro sistema político y social.”

Hasta se ofreció a realizar un encuentro en la Base Naval de Guantánamo, el mismo pedazo de tierra que el ex ministro de Defensa cubano, ahora presidente,  vigiló con sigilo durante décadas.

Durante años, Raúl Castro ha hecho más esfuerzos por conseguir un diálogo respetuoso con Estados Unidos que los que necesito el nuevo jefe de gobierno de Irán, una de las naciones más abiertamente enemistadas con Washington, para conseguir una llamada de 15 minutos desde la Oficina Oval.

El presidente de Irán, Hassan Rouhaní, solo requirió  que su delegación en Nueva York tramitara con la Casa Blanca la fecha y la hora. La idea surgió después de un menos publicitado encuentro diplomático entre el secretario de Estado, John Kerry y el ministro iraní de Relaciones Exteriores, Mohammad Javad Zarif.

A lo largo de la semana previa a la llamada, el gobierno estadounidense les expresó a las autoridades de lrán que las líneas estaban abiertas. Obama se preparó con antelación e incluso memorizó una despedida en farsi (la lengua oficial de Irán). El políglota Rouhani le devolvió el gesto, respondiendo en inglés.

En política exterior, Cuba es para Obama como una piedra en el zapato, pero una piedra con la que está acostumbrado a caminar. Cumpliendo tres meses en la presidencia, Obama viajó  a Trinidad y Tobago, donde por primera vez se topó con una comunidad de líderes latinoamericanos pidiéndole un acercamiento a Cuba.

La situación se repitió tres años después, en la  siguiente Cumbre de las Américas, en Cartagena de Indias, Colombia; solo que esta vez hubo toques de dramatismo político: el presidente ecuatoriano Rafael Correa se negaba a asistir si Raúl Castro no era invitado, un imprevisto que puso patas arriba a la cancillería colombiana.

El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, tomó un vuelo Bogotá-La Habana para improvisar una solución al diferendo que iba a arruinarle la cumbre panamericana a su aliado norteamericano. El fantasma de Cuba volvió a cruzarse en el camino de Obama y el hombre ni se inmutó; el que si corrió fue Santos, y para nada.

Cualquier esperanza de cambio debía ocurrir en la segunda temporada presidencial.  Después de todo, un razonamiento un tanto inocente nos puede llevar a pensar que la movida real era imposible antes de los comicios de 2012.

Pero unos pocos días después de la reelección de Barack Obama, un reportero de la Associated Press le preguntó  a un vocero del Departamento de Estado de Washington cuándo se iban a dar cuenta del fracaso de su política hacia Cuba, una opinión que compartían 188 países miembros de las Naciones Unidas, que esa misma mañana habían apoyado una resolución contra el bloqueo en la Asamblea General de la ONU.

El funcionario del gobierno recién confirmado en las urnas fue claro. Repitió la frase varias veces, de forma tajante. Our policy remains in place, que se puede traducir como “nuestra política sigue vigente.”

Horas antes, en Nueva York, el ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez, recordó ante la Asamblea General de la ONU que “el Presidente de los Estados Unidos conserva las facultades constitucionales que le permitirían escuchar a la opinión pública y generar la dinámica necesaria, mediante decisiones ejecutivas, aun sin pasar por el Congreso.”

Esa es otra pieza en el tablero: Obama no está  solo. Gobierna perseguido por una mayoría republicana en la Cámara de Representantes, que no lo deja respirar y planea dejar sin un centavo a su administración, a menos que se pliegue a sus demandas políticas.

Dentro de la militancia republicana, hay un grupo de políticos cubano-americanos particularmente activos, que prenden las alarmas cuando flota una amenaza de acercamiento hacia Cuba.

Después de que la cantante Beyoncé y el rapero Jay Z visitaron La Habana en abril de 2013, congresistas republicanos presentaron una reforma a la legislación que le permite al Departamento del Tesoro conceder licencias de viaje a artistas estadounidenses.

Además, se olvida una cuestión obvia: la alianza política-económica-sicológica y hasta espiritual entre La Habana y Caracas. Recientemente, Estados Unidos ha querido demostrarle al mundo que no le gusta el actual gobierno de Venezuela. Lo expresa de formas tan evidentes como negándole el paso al avión de Nicolás Maduro.

Por las razones anteriormente expuestas, parece poco probable que el número del despacho presidencial del Palacio de la Revolución esté esperando en algunas de las gavetas del escritorio de Obama. Y si Raúl llamará a Washington, ¿quién le contestaría?

Tal vez algún día lejano, Barack y Michelle paseen tomados de la mano por La Habana Vieja, rodeados por agentes del Servicio Secreto o por otros agentes, vestidos de guayabera. Pero para entonces, Obama será un alegre ex presidente demócrata,  con un Nobel de la Paz en el bolsillo, a lo  Jimmy Carter.

En ese día, será recibido por el presidente de Cuba, habrá fotos y conversaciones oficiales y personales, sobre el pasado y el presente. Ojalá me equivoque, y haya nuevas buenas para cubanos y estadounidenses antes de 2016. Quienes quieran esperar por Obama, que esperen.

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