La bandera norteamericana en La Habana

Foto: Roberto Ruiz

Foto: Roberto Ruiz

Que haya astas de banderas vacías frente al área de la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana (próxima a devenir embajada) no es nada nuevo. Me refiero a las decenas de postes erigidos en el Monte de las Banderas, frente al edificio de la SINA, unos años atrás por el gobierno cubano para bloquear la vista de un cartel electrónico gigantesco que se instaló en lo alto de la fachada en tiempos del gobierno de George W. Bush para poner a correr mensajes de propaganda, a la usanza de aquellas promociones de bajas tasas de interés que hacían los bancos en los años noventa.

Como el panel electrónico fue desmontado en 2009, las astas suelen mantenerse vacías por estos días, casi olvidadas. Es otra el asta que ha estado recibiendo toda la atención de las últimas semanas: la que está del lado norteamericano de la cerca, donde ondeará la insignia nacional a finales de julio. Como sus vecinos de la acera de enfrente, este poste ha estado vacío desde que fuera enarbolado hace cerca de un mes.

Quienes hemos usado los servicios de la Sección de Intereses para solicitar visas, renovar pasaportes, votar, o legalizar documentos, sabemos que a ese lugar no le hace falta una bandera para seguir cumpliendo esas funciones. En realidad, la Sección de Intereses de cierta manera ya funciona como una embajada. Tanto es así que mucha gente en la calle se refiere a ella como “la Embajada americana”.

Su ubicación en el Malecón habanero, en pleno Vedado, hace que sea una de las embajadas más visibles —perdón, quise decir “Sección de Intereses”— en la isla. También cuenta con uno de los cuerpos diplomáticos más grandes y concede más visas anualmente que la de cualquier otro país. Nada de eso va a cambiar una vez que abra la embajada.

Lo que va a cambiar materialmente para nosotros será que una bandera vendrá a llenar el asta.

El Secretario de Estado John Kerry vendrá a La Habana para la ceremonia, pero está por verse si la insignia nacional de Estados Unidos será la única en flotar ese primer día. ¿Cabe la posibilidad de que los cubanos llenen el cielo de decenas de copias de su bandera para que la prensa extranjera y a los dignatarios visitantes no se olviden de dónde están?

La vista que ofrecen todas esas banderas cuando se izan frente a la Sección de Intereses es espectacular: casi 100 piezas de tela gigantescas que se mantienen desplegadas en lo alto, flotando gracias a la constancia de la brisa marina. De hecho, al Sr. Kerry le convendría que izaran las banderas ese día, porque dan una sombra fantástica que llega hasta el mismo césped de la Sección de Intereses, una opción nada despreciable para protegerse del intenso sol habanero.

Aunque el mundo va a fijar su atención en la apertura de la embajada en La Habana, quizás tenga más relevancia la ceremonia que un grupo de cubanos y sus simpatizantes van a celebrar en el distrito diplomático de Washington D.C. cuando ellos también inauguren su embajada.

Si se tiene en cuenta que Cuba es la que ha tenido que soportar más de 50 años de bloqueo económico de parte de una superpotencia, tiene lógica que la celebración más grande sea la de Washington. Pero el mundo está obsesionado con Estados Unidos, del mismo modo que Estados Unidos está obsesionado con los Kardashians, así que nuestra bandera en La Habana será la que se lleve la mayor parte de la atención de los medios.

Mi experiencia en Cuba me dice que la bandera de la futura Embajada de Estados Unidos no va a sentirse sola en La Habana. Encontrará buena compañía en las tantas copias que ya circulan en forma de lycras, pañuelos, pegatinas en los autos, autobuses y bicitaxis, o en los estantes de los mercados cubanos, en los envases de crema para el café, o crema de afeitar Barbasol (¡Made in USA!).

*El autor es estadounidense y estudia Medicina en Cuba.

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