La larga historia de los ataques a dependencias diplomáticas cubanas en Estados Unidos

El ametrallamiento contra la embajada en Washington es el último incidente de una larga lista que pasa por el asesinato de un diplomático en una esquina de Queens, Nueva York.

Impactos de bala en la fachada de la embajada de Cuba en Washington, y en la estátua de José Martí, disparados durante la noche del 30 de abril de 2020. Foto: EFE /(Archivo.

Eran las 6 y 20 de la tarde del 11 de septiembre de 1980 en la esquina de una avenida en Queens, Nueva York, cuando sonó una ráfaga de arma automática manipulada por un famoso anticastrista llamado Pedro Remón. Cerca de ahí, el líder de la organización Comandos Omega 7, Eduardo Arocena, vigilaba la zona porque el objetivo era un blanco de alto valor político para los dos. Se trataba de Félix García Rodríguez, funcionario de la misión cubana en Naciones Unidas, diplomático cubano asesinado en Estados Unidos en ejercicio de sus funciones.

Las investigaciones posteriores determinarían que García, un popular personaje entre sus colegas del Ministerio de Relaciones Exteriores, apenas pudo sentir el atentado. Herido de muerte, los disparos le cercenaron la yugular, perdió el control del auto que manejaba y chocó contra otro, hiriendo al conductor. Cuando las autoridades acudieron al lugar, ya estaba muerto. La policía tardó dos años en dar con el culpable, entre otras razones porque los cinco testigos que estaban en el área, manejando autos o caminando, dijeron no haber visto nada y otros 37 llamados a declarar por la policía ni siquiera acudieron. Pero en 1983 los investigadores terminaron arrestando a Arocena, quien admitió haber organizado el atentado. Fue sentenciado a cadena perpetua y a 35 años de cárcel. Todavía está detrás de las rejas. Ningún presidente estadounidense ha querido perdonarlo.

En el caso de Pedro Remón, el 18 de marzo  de 1979 apareció involucrado en un intento de atentado contra el entonces jefe de la misión diplomática cubana en Washington DC, José Sánchez Parodi, con la explosión de dos bombas en la ahora embajada de la calle 16, donde el 30 de abril pasado un cubano llamado Alexander Alazo disparó 32 balas contra la fachada, alcanzando incluso una estatua del prócer cubano José Martí.

Remón estuvo preso (menos de 10 años) por el asesinato el 25 de noviembre de 1979 de Eulalio Negrín, un exiliado cubano residente en Nueva Jersey que había participado en las reuniones del Diálogo de 1978 en La Habana. El asesinato fue particularmente cruel porque ocurrió delante de su hijo, de apenas 13 años. El padre fue acribillado a balazos mientras lo llevaba a la escuela.

Otro que por esos tiempos estuvo en el colimador de Omega-7 fue el embajador ante Naciones Unidas, Raúl Roa Kourí, pero la policía de Nueva York logró desmantelar el atentado.  Cuando mataron a Félix García, los autores revindicaron el crimen en una llamada telefónica y la aprovecharon para mencionar que el próximo sería el diplomático. La policía lo protegió durante el resto del tiempo en que permaneció en Estados Unidos, junto a un grupo de guardaespaldas cubanos.

Esto fue en 1980. Pero en el otoño del año anterior, durante la apertura de la Asamblea General de Naciones Unidas, Omega-7 preparó un atentado contra el entonces presidente Fidel Castro, quien había asistido para presentar las conclusiones de la reunión en La Habana del Movimiento de Países No Alineados. Ese intento fue descubierto por la Seguridad cubana, que lo comunicó a las autoridades de Nueva York. Fue desmantelado y desencadenó las investigaciones sobre las actividades de Arocena, por las que fue arrestado en julio de 1983.

La misión cubana ante Naciones Unidas siempre fue un blanco caliente para los anticastristas. El 9 de septiembre de 1978 explotaron delante del edificio dos bombas. Un mes después explotó otra en Madison Square Garden, cuando varios boxeadores cubanos acudieron a una serie de peleas con atletas estadounidenses. Entre ellos estuvo el bicampeón olímpico Teófilo Stevenson. Pero no hubo víctimas.

Las misiones diplomáticas cubanas siempre han sido blancos de ataque desde 1959. Y el Ministerio de Relaciones Exteriores ha perdido funcionarios en ellos. Dos casos llamativos fueron el atentado de abril de 1976 en la embajada en Portugal, donde murieron los diplomáticos Adriana Corcho y Efrén Monteagudo. El  9 de agosto de ese mismo año desaparecieron otros dos funcionarios de la misión diplomática cubana en Buenos Aires: Jesús Cejas Arias y Crescencio Nicomedes Galañena Hernández. Los cuerpos fueron descubiertos en 2012 y 2013 en un viejo edificio en las orillas de Mar del Plata, donde funcionó un centro de tortura de la dictadura argentina durante los años 70 del pasado siglo.

Los ataques a las embajadas e instalaciones comerciales cubanas alrededor del mundo han sido constantes, aunque las amenazas se han atenuado a partir del 11 de septiembre de 2011, cuando el FBI hizo una muy seria advertencia a los «cabezas calientes» de Miami. Pero «el riesgo no va a desaparecer nunca del todo. Arocena tiene émulos», comenta Max Lesnik, líder de la Alianza Martiana, organización que aboga por la normalización de los nexos entre Cuba y Estados Unidos. Lesnik fue director de la revista Réplica. Sufrió trece atentados. En el número catorce la bomba no explotó. Cuando las autoridades analizaron el artefacto, descubrieron que el fabricante cometió un error clave: no usar guantes para ocultar las huellas. Y así dieron con Eduardo Arocena.

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