La salida de John Bolton no es una certeza para nadie sobre el futuro hacia Cuba

El despido ha sido tan fulminante, que pocos anticipan la influencia que tendrá en la política de Estados Unidos hacia Cuba.

En esta imagen del 1 de mayo de 2019, el asesor de seguridad nacional John Bolton habla con reporteros afuera de la Casa Blanca, en Washington. (AP Foto/Evan Vucci)

Como suele suceder en asuntos de desavenencias, cada cual tiene su versión. El presidente Donald Trump dice que despidió de forma fulminante el martes a John Bolton, pero su hasta hace pocas horas asesor de Seguridad Nacional sostiene que fue él quien presentó su renuncia anoche.

Pero independientemente de quién dice la verdad, todo el mundo fue atrapado por sorpresa. Miami, uno de sus bastiones electorales, estaba en la oscuridad. Hasta el senador Rick Scott, que tenía una audiencia con Bolton el martes por la tarde, chocó con su nariz en la puerta del despacho cerrada. “No me avisaron”, se quejó.

Fue un despido tan sorprendente que horas después analistas, cabilderos y académicos todavía buscaban una explicación e intentaban definir sus consecuencias, pero sobre todo vislumbrar el futuro. En el sur de la Florida, donde Bolton es popular entre el sector duro del exilio cubano y algunos grupos de venezolanos, los comentarios son mínimos. Muy pocos se atreven a adelantar pronósticos.

Esto se debe, básicamente, a que el presidente Trump no contó con sus aliados políticos electorales en el siempre importante estado de Florida, pero también a que todos ellos saben que el mandatario hace política exterior desde la imprevisibilidad. Pero quizás porque muchos, en el fondo, están claros de que su influencia nunca ha sido tan sólida, por las características del Presidente. En realidad, sus canales de comunicación con la Casa Blanca pasaban por el ahora defenestrado asesor de Seguridad Nacional.

El congresista republicano cubano-americano Mario Díaz Balart publicó un largo tuit en tres parte donde solo en el último dice que se encuentra “decepcionado por su partida de la administración”, aunque “profundamente agradecido por su servicio”. Ni una línea sobre las circunstancias que rodearon el despido.

El también senador cubano-americano Marco Rubio fue igual de parco. Atrapado en un pasillo del Capitolio, apenas alcanzó a decir que “la decisión es del Presidente. En última instancia, no trabaja para mí sino para el Presidente”. Cuando le preguntaron por qué Bolton se había ido, el senador tampoco fue muy preciso. “No lo sé, ni lo sabía, ni tampoco sé lo suficiente sobre las circunstancias que hay detrás. Veremos qué sucede en los próximos días.”

Nadie sabía ni sabe nada

La realidad es que en el mundillo cubano-americano del sur de Florida, donde a Trump se le suele decir “nuestro Presidente”,  todo el mundo se quedó en ascuas. Sus líderes, comunicadores o analistas no anticiparon la decisión de Trump y ni la comentan, como es el caso de los comunicadores que se remiten a un prudente silencio, o de los líderes políticos que no aparecen por ningún lado. Son muy pocos los analistas que se atreven a especular algo.

Los que lo hacen, atribuyen el despido de Bolton a una característica de Trump: sus repentinas reacciones y sus sorprendentes decisiones. “El presidente Trump es una persona que tiene un estilo de tomar decisiones muy individual. Estos individuos, entre ellos Bolton, fueron nombrados a dedo sin grandes antecedentes diplomáticos. Bolton vino de Fox, donde demostró [en sus comentarios] una gran dureza, es un individuo que tiene una larga trayectoria, particularmente contra Rusia, Corea del Norte, Cuba, Venezuela o Nicaragua. Recordemos que trajo a Miami la teoría de la troika del mal, el presidente no ha hablado de ello”, dijo a OnCuba el analista Eduardo Gamarra.

Sin embargo subraya: “desde la óptica de lo que sale de Trump, lo que sale de Bolton es un obstáculo a cómo el presidente ve, en primer lugar, a Rusia, a Corea del Norte y la misma cuestión de los talibanes. En todos estos temas Bolton estaba del otro lado”.

Se trata de  divergencias que pueden haber llevado al mandatario estadounidense a distanciarse de su ex colaborador porque o no dan resultados o no coinciden con sus criterios. “Quizás esto sugiera que [para Trump] no es que Venezuela sea importante, sino sus posiciones [las de Bolton] demasiado agresivas, que no han llevado a nada y lo contradicen en todo, porque como viejo guerrero de la Guerra Fría no quiere paz con nadie”. Gamarra coloca sobre la mesa un ejemplo: “Si Trump invita a los talibanes a conversar,  ¿por qué no invitar al presidente venezolano, Nicolás Maduro, a la Casa Blanca? A lo mejor Bolton se peleó con Trump por la visión global de Estados Unidos que tiene Trump”.

Es que el mandatario, por su característica muy personal y voluntarista, “debe estar pensando algo como que si he traído a los viejos halcones de Ronald Reagan, y ahora no me dejan actuar”. Es lo que sucede en relación con la política actual hacia Cuba “es la misma de sanciones [del ex presidente, Barack] Obama, pero con algunos cambios de endurecimiento. ¡Pero lo básico sigue allí! Con Venezuela, me imagino que debe ser una frustración para Trump porque nada ha cambiado. Pese a toda la dureza verbal del presidente, Maduro sigue allí.  No se ha avanzado mucho. En los últimos meses nada ha pasado en Venezuela, han abandonado al pobre [presidente del Parlamento, Juan] Guaidó, que no sabe lo que hacer”, agrega el también profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Internacional de Florida.

Foto: Rui Ferreira
Foto: Rui Ferreira.

¿Quién lo sustituye?

Si Gamarra no quiere, de momento, especular sobre quién asumirá el espacio dejado por Bolton, ya Ricardo Herrero, presidente del Cuba Study Group, tiene sus ideas sobre el tema y sobre la situación en que puede quedar la política hacia La Habana. “Es muy difícil encontrar a alguien más combativo hacia Cuba que John Bolton, y lo más probable es que la persona que lo reemplace sea alguien más flexible y hábil en el momento de hablar con las autoridades cubanas sobre temas de interés mutuo, la crisis en Venezuela y las demandas por las expropiaciones”, dijo a OnCuba.

En la tarde del martes, el senador republicano Lindsey Graham, hablando con la cadena Fox, colocó sobre la mesa tres nombres: el general Joseph Keith Kellogg, actual asesor de Seguridad Nacional del vicepresidente Mike Pence; Brian Hook, enviado especial para Irán y asesor del secretario de Estado, Mike Pompeo; y el general Ricky Waddell, quien fuera el segundo del Consejo Nacional de Seguridad (NSC, por sus siglas en inglés) durante el primer año de la administración Trump.

Sin embargo, horas después de conocerse la salida de Bolton del cargo que ocupó durante 17 meses, en círculos del sur de Florida –y particularmente dentro de la comunidad cubana exiliada de línea dura–, se comenzó a barajar el nombre del cubano-americano Mauricio Claver-Carone, un cabildero del exilio promovido por Trump a director del NSC, y que controla la política de la administración hacia Cuba y Venezuela.

“Lo más probable es que Mauricio siga los pasos de John Bolton, era su mano derecha. Pero lo cierto es que es difícil decir si el impulso detrás de esta política ha sido la campaña hacia Venezuela o el estatus electoral para los comicios de 2020. Se puede esperar ver más flexibilidad dentro del NSC, pero un cambio significativo hacia Cuba de aquí a las elecciones [presidenciales] es poco probable”, acota Herrero.

En su opinión, el sustituto de Bolton debe ser alguien que muestre “más flexibilidad hacia Irak, Afganistán, Corea del Norte, China y Venezuela, a un nivel más geopolítico. Pero no me atrevo a recomendar a nadie”.

Aunque la posibilidad del nombramiento de Claver-Carone no sea más que un wishful thinking de muchos exiliados cubanos o venezolanos de línea dura, lo cierto es que toda esta situación evolucionó tan rápidamente y fue tan sorprendente, precisamente porque Trump ha impuesto la sorpresa como política de Estado. El futuro es una incógnita.

“Nadie sabe si el despido de Bolton significa que Mauricio Claver o [el enviado especial para Venezuela y ex subsecretario de Estado de Ronald Reagan] Elliot Abrams serán sustituidos. Y hasta que se sepa eso, no hay expectativas de algún tipo de cambio en la política de Estados Unidos hacia Cuba”, explica OnCuba, John Kavulich, presidente del US Cuba Economic Council.

Un poco más conservador en la apreciación sobre el futuro es el director del Instituto de Investigaciones Cubanas (CRI, por sus siglas en inglés), Jorge Duany. “No hay duda de que había desacuerdos. Pero, ciertamente, la postura más fuerte de Bolton con respecto a Cuba, Nicaragua y Venezuela ha endurecido las políticas de esta administración hacia Latinoamérica”, afirma.

Queda por tanto “ver si el cambio de persona va a cambiar la política. Pero las declaraciones de Trump en Miami han sido siempre hacia una política así. La eventualidad de Claver-Carone [de que sustituya a Bolton] pudiera ser porque él tiene mucha influencia en la política hacia Cuba y el resto”. Además, el mandatario “escucha a los sectores más conservadores como Rubio y Díaz-Balart, el sector de opinión que se opone a mayores concesiones y [empuja] más hacia una política de retroceso [en relación con Obama]”.

De todos modos, “habría que esperar al próximo nombramiento y tal como los nombramientos, los despedidos son inesperados [con la administración Trump]. Uno no sabe bien si son opiniones personales o un exabrupto”, enfatizó Duany a OnCuba.

¿Director o jugadores?

Todo este sainete puede ser aclarado, enfatizaba en la noche del martes en la cadena MSNBC el presentador Lawrence O’Donnell, solo por el mismo Bolton. “Me imagino que esta noche decenas de editores están devanándose los sesos determinando cuántos millones habrá que pagarle para que escriba sus memorias sobre su paso por la administración de Donald Trump”. Partiendo del principio de que el despido ha sido controversial, cada uno con su versión, y el espíritu volátil del ex asesor de Seguridad Nacional, muchas verdades y contradicciones van a salir a flote. “Si ese hipotético libro de memorias aparece antes de las elecciones, pudiera ser mortal para el presidente”.

Por lo pronto, como dice Gamarra, el asunto se resume en un partido de fútbol. “En este tipo de circunstancias se cambian jugadores o el director técnico. Como no pueden cambiar al director técnico, cambian los jugadores. Pero probablemente habría que cambiar al director técnico”, sostuvo.

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