La votación en la ONU y el compás de espera del bloqueo

Por vigesimoquinto año consecutivo, la Asamblea General de la ONU volverá a pronunciarse sobre el bloqueo estadounidense contra Cuba. Este 26 de octubre el órgano internacional votará una resolución que llama al levantamiento de una política económica cuyos daños han sido estimados por el gobierno de la isla en más de 753 mil millones de dólares.

Por más de cincuenta años no han faltado voces opuestas al bloqueo. Tanto dentro como fuera de la nación caribeña numerosas instituciones y personalidades han criticado duramente no solo sus implicaciones comerciales y financieras sino también su costo humano.

En los Estados Unidos una organización como Engage Cuba trabaja para derogar las sanciones y restricciones del llamado embargo, mientras el propio presidente norteamericano no ha dudado en calificarlo de obsoleto y ha solicitado en más de una oportunidad al Congreso que derogue lo que considera una política fallida, herencia de la Guerra Fría.

Desoído por un ente legislativo de mayoría republicana, Obama ha optado entonces por aplicar órdenes ejecutivas que buscan desmontar aspectos del bloqueo al alcance de sus prerrogativas presidenciales. Así ha venido haciendo a través de un grupo de medidas –las últimas de ellas anunciadas el pasado 14 de octubre– animadas por el espíritu de convertir en irreversible la apertura de su país hacia Cuba.

No obstante, no son pocos los recelos y obstáculos que su intención ha encontrado. Mientras en los Estados Unidos los sectores más conservadores –con el candidato presidencial Donald Trump y el ala radical de la comunidad cubana de Miami a la cabeza– atacan lo que estiman concesiones injustificadas con la isla, La Habana considera las medidas como insuficientes y reprocha las limitaciones de lo establecido hasta hoy.

Además, Obama es censurado por el gobierno cubano por renovar la llamada Ley de Comercio con el Enemigo, un estatuto de 1917 que sustenta el bloqueo económico a Cuba y ampara las multas a entidades norteamericanas y extranjeras por violar esta política. No obstante, apenas se refiere que esa prórroga también le ha permitido al presidente demócrata mantener su autoridad para debilitar las sanciones a la isla mediante los decretos ejecutivos ya anunciados.

Tal como ha apuntado el abogado Robert Muse, experto en la legislación estadounidense respecto a la mayor de las Antillas, Obama hubiera hecho “algo muy peligroso” para su propia estrategia de permitir la caducidad de esa Ley. Según Muse, con más de 25 años de experiencia como asesor, de hacerlo las regulaciones estadounidenses hubiesen vuelto “palabra por palabra, a la forma que tenían en marzo de 1996”. Ello significa que la Ley Helms-Burton se elevaría a nivel de estatuto federal y anularía todas las modificaciones realizadas desde entonces, incluyendo las más recientes medidas.

Este año, como ya es costumbre al acercarse la votación en la Asamblea General de la ONU, se han multiplicado en Cuba las manifestaciones contra el bloqueo. Se han desarrollado actos públicos en centros laborales, escuelas y comunidades de todo el país. A ello se ha sumado una crítica a la más reciente directiva presidencial de Obama, calificada de “injerencista” por la prensa estatal.

Esta acusación no es nueva ni carece totalmente de fundamento. Sin embargo, la focalización en este aspecto desatiende criterios del propio gobierno cubano, que consideró inicialmente al documento como un paso significativo en el proceso hacia el levantamiento del bloqueo y la mejoría de las relaciones entre las dos naciones.

Josefina Vidal, Directora General para Estados Unidos del Ministerio de Relaciones Exteriores de la isla, ha dicho que la directiva reconoce la independencia, la soberanía y la autodeterminación de Cuba. A la vez, en su opinión, el texto establece al gobierno cubano como un interlocutor legítimo e igual de su par estadounidense, así como los beneficios que reportaría a ambos pueblos el logro de una relación de convivencia civilizada.

Por su parte, en un reciente artículo publicado en Progreso Semanal, el Doctor en Ciencias Históricas Jesús Arboleya apuntaba que de manera general el texto plantea un distanciamiento de muchos de los estereotipos utilizados comúnmente para justificar la política estadounidense y alertaba que “la discusión de si se trata o no de una política imperialista carece de sentido, no puede ser de otra manera, porque refleja la naturaleza del sistema a escala internacional y Cuba no es una excepción en este contexto. El problema radica en interpretar las razones de los cambios y cómo enfrentar sus consecuencias, en un mundo donde no existen otras opciones”.

Lamentablemente dentro de la Isla no ha sido en esta dirección que se han levantado la mayoría de las voces sobre la directiva de Obama y las medidas de ella generadas.

En este escenario, Cuba espera hoy la decisión de la Asamblea General de la ONU. La aprobación invariable y prácticamente unánime de la resolución contra el bloqueo en las veinticuatro votaciones precedentes es una evidencia del rechazo internacional que motiva –con la excepción sistemática de Israel y los propios Estados Unidos– y permite prever un nuevo consenso favorable al respecto.

Pero este casi seguro respaldo global podría seguir teniendo un efecto más simbólico que práctico sobre el bloqueo. A solo días de las elecciones en Estados Unidos, se acentúa en realidad el compás de espera sobre lo que pudiera hacer el próximo presidente y cómo las medidas que la actual administración tome antes de dejar el poder sean interpretadas en la Isla.

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