Médicos estadounidenses, graduados en Cuba

El programa de alumnos estadounidenses ya graduó a unos 200 que lograron trabajo en zona desfavorecidas de su país. En estos momentos estudian 42 en Cuba.

Joyce Malanda, la estadounidense que se incorpora al estudiar medicina en Cuba. | Foto: personal.

I

Hace casi tres décadas, el pastor afroamericano Lucius Walker se apareció en La Habana con cuatro jóvenes que iban abrir una senda nueva en los nexos entre Cuba y Estados Unidos. Todo empezó con una conversación que tuvo con Fidel Castro en presencia del Caucus Negro del Congreso. Le preguntó si la Escuela Latinoamericana de Medicina podía aceptar estudiantes estadounidenses “de regiones pobres” sin posibilidades de costearse la carrera.

Fidel Castro asintió e hizo una sugerencia: que tras graduarse tenían que ejercer en esas áreas pobres. Lucius, como lo conocen popularmente en la Isla en los sectores involucrados en la solidaridad internacional, dijo inmediatamente que sí, y regresó a Estados Unidos a buscar candidatos mientras otros activistas de su organización, Pastores por la Paz, precisaban los detalles. Habría que puntualizar cosas como si las autoridades médicas estadounidenses aceptarían las credenciales cubanas de graduación o habría problemas de empleo para los graduados, y cómo sería la instalación en Cuba de los estudiantes.

Realmente no hubo problemas. La Universidad de La Habana sigue siendo un medio acreditado y reconocido en Estados Unidos, tanto que muchos emigrados cubanos han aportado sus certificados para buscar empleo y han sido convalidados. Por otro lado, el gobierno cubano corría con todos los gastos y la enseñanza era gratis. Además, en el primer año tenían la oportunidad de aprender otro idioma, el español o castellano, como se le quiera llamar.

Lucius Walker se apareció en La Habana con cinco estudiantes que pasaron una entrevista previa antes de viajar, en la que se comprometieron a aceptar las reglas del juego. Como fueron los primeros de una legión de otros jóvenes, Fidel Castro los visitó en esta escuela de medicina muy particular. El líder cubano tenía un interés especial en los asuntos médicos y el pastor le pidió que fuera a conocer los “muchachos”. 

Todo comenzó a funcionar a todo tren. Hasta la misión diplomática en La Habana se interesó por los nuevos estudiantes. Establecieron contactos, esporádicos es cierto, con ellos y los atendían en todo trámite consular, facilitando además sus contactos epistolares con la familia en Estados Unidos.

II

El programa se ha popularizado tanto en las urbes pobres de la Unión, que el fallecimiento de Lucius Walker no lo ha detenido. Hace muchos años desarrolló sus propios pies. Camina solo.

El último ejemplo es el de Joyce Malanda, una mujer ya no tan joven de Carolina del Norte, residente en una barriada pobre de Raleigh, que siempre quiso estudiar medicina general y solo pudo acceder a niveles inferiores. Este invierno viajará a La Habana para asistir a la Escuela Latinoamericana de Medicina, de la cual se han graduado ya 200 estadounidenses y en la que se encuentran ahora 42 estadunidenses, según Ajamu Dillahunt, director de IFCO, la Fundación Interreligiosa para la Organización Comunitaria, un grupo ecuménico de Nueva York.

“Es posible lograr experiencias singulares. Y obtienes la oportunidad de aprender medicina a través de un lente de justicia social, una lente socialmente consciente. Y creo que eso es raro”, explica Dillahunt al diario de News Observer.

Malanda consiguió la beca mediante esta organización. “Hay tanto que puedo aportar a mi comunidad. Amo a mi gente y amo servir a mi comunidad. Pienso que el verdadero activismo, el verdadero cambio, comienza con nuestra propia comunidad”, afirma en una entrevista.

La futura doctora explica que lo que la llamó la atención en el sistema de salud cubano es su vertiente “preventiva”, donde además de tratar se realiza un trabajo profiláctico de prevención de enfermedades.

Inicialmente Malanda se sintió atraída por la medicina como estudiante de pregrado en Universidad de Chapel Hill, pero se desilusionó durante los dos años que pasó trabajando como asistente de enfermería certificada. Con demasiada frecuencia, los pacientes con los que trabajaba no se incluían en las conversaciones sobre su atención, y parecía que el énfasis estaba más en los tratamientos costosos que en la prevención y el bienestar.

Luego Malanda hizo un viaje de estudios a Cuba, donde dice que visitó una clínica en la que los médicos vivían entre sus pacientes y hacían visitas domiciliarias regulares. “Después de escuchar a una doctora de medicina familiar que trabajaba en la clínica explicar su papel, estaba eufórica y muy feliz porque pensé, hay una manera diferente de practicar la medicina que es posible y eso está sucediendo aquí en Cuba”, dijo .

Es así como “cuando regresé supe que quería dedicarme a la medicina nuevamente. Pero ya quería aprender medicina en el mismo estilo que la había visto practicar en Cuba”.

Ya está preparando las maletas.

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