Un nuevo acercamiento a la Operación Peter Pan

El libro del profesor John A. Gronbeck-Tedesco examina los impactos pasados y presentes de lo que se considera el mayor éxodo de menores no acompañados registrado en el hemisferio occidental.

Foto: Archivo.

De 1960 a 1962, unos 14 mil niños cubanos de entre 6 y 12 años llegaron a Miami solos, sin sus padres. Organizada por la Agencia Central de Inteligencia en coordinación con la Iglesia Católica y otros actores, la Operación Peter Pan, como se le conoce, fue uno de los incidentes más sinuosos de la Guerra Fría y del curso de colisión entre Estados Unidos y Cuba desde 1959.

Poner a salvo a esos menores cubanos de una supuesta expatriación forzosa hacia la Unión Soviética constituyó uno de los mantras de la Operación. El contexto, peculiar, estaba marcado por la Campaña de Alfabetización y la clausura de los colegios católicos; hechos que, incorporados por la guerra psicológica, tuvieron impacto directo sobre sectores varios de la población. En especial, influyó a padres de clase media que percibieron que estaba en crisis la idea de la patria potestad y por consiguiente se dieron a la tarea de proteger a sus hijos enviándolos a destinos no siempre prefigurados en Estados Unidos.

La Operación Pedro Pan inició el 26 de diciembre de 1960 y terminó el 23 de octubre de 1962, cuando se suspendieron los vuelos comerciales entre Estados Unidos y Cuba.

En la historia de aquellos sucesos ha incursionado recientemente John A. Gronbeck-Tedesco, profesor asociado de Estudios Estadounidenses en Ramapo College, New Jersey. Acaba de publicar su libro Operation Pedro Pan. The Migration of Unaccompanied Children from Castros’ Cuba (2022), con el que viene a unirse a una tendencia dirigida a investigar, desde la academia y a partir de distintos ángulos y enfoques, los impactos pasados y presentes de lo que se considera el mayor éxodo de menores no acompañados registrado en el hemisferio occidental.

La Operación Peter Pan (OPP) acumula buena cantidad de estudios e investigaciones acerca de sus motivaciones, características, implicaciones e incluso traumas que provocó. ¿En qué se diferencia este nuevo libro tuyo de los demás? En otras palabras, ¿por qué y para qué lo escribiste?

Quería crear un contexto histórico más amplio para esta historia. Me baso mucho en ese contexto; pero presento nueva información.

Primero, pasé muchas horas investigando en el archivo de Monseñor Bryan Walsh, en la Universidad de Barry, para averiguar más sobre la logística administrativa del programa.

El Gobierno de Estados Unidos, el estado de Florida, los refugios de transición en Miami y grupos y hogares de acogida católicos, protestantes y judíos en todo el país participaron en el cuidado de los niños. Tomó tiempo, dinero, recursos legales y la contribución de miles de personas para que funcionara.

Segundo, exploro más a fondo cómo estaba cambiando el bienestar infantil en Estados Unidos durante la Guerra Fría. Hubo un movimiento, por ejemplo, para hacer más uso de hogares de acogida en lugar de hogares grupales (orfanatos). Había preocupación por criar niños estadounidenses “adecuados” para combatir el comunismo.

El ideal de superioridad estadounidense se midió cada vez más en el entorno del hogar, con la creencia de que las familias estadounidenses eran superiores a las del resto del mundo, y que criar a los niños del mundo, en especial a los de países comunistas, era un imperativo de la Guerra Fría.

En tercer lugar, exploro con mucho más detalle cómo los refugiados cubanos, incluidos los niños, se convirtieron en nuevos sujetos raciales en Estados Unidos. La OPP llegó antes de que se oficializaran las categorías latino/a o hispanic. Miami, una ciudad sureña, estaba en medio de su propio movimiento de derechos civiles cuando de pronto aparecieron decenas de miles de cubanos.

La mayoría eran blancos en Cuba, pero en Estados Unidos perdieron ese estatus. No eran “lo suficientemente blancos” pero tampoco eran afroamericanos; por lo que constituían una especie de intermedio. Los niños cubanos podían ir a las escuelas blancas, pero el escritor Carlos Eire, por ejemplo, recuerda que cuando llegó le dijeron que fuera a “la parte de atrás del autobús”.

En términos generales, los cubanos enfrentarían un racismo en Estados Unidos que no habían visto en su país natal. Al mismo tiempo, los miamenses negros estaban descontentos con el hecho de que los refugiados cubanos pudieran ir a escuelas para blancos y de que muchos les estaban “quitando sus trabajos”. Los refugiados cubanos también podían recibir más asistencia federal que los ciudadanos afroamericanos.

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Finalmente, retomo el tema de los cambios en la Iglesia Católica en Estados Unidos y en Cuba. El catolicismo se estaba volviendo más popular y ampliamente aceptado en Estados Unidos (recuerda que John F. Kennedy fue el primer presidente católico, electo en 1960). Miami acababa de tener su propia diócesis cuando el Padre Walsh llegó en 1958.

Con la llegada de miles de cubanos católicos, entre ellos niños, el Padre Walsh y la nueva diócesis vieron una oportunidad. A medida que el catolicismo aumentaba en Estados Unidos, se derrumbaba en Cuba. Fidel Castro se enfrentó a la Iglesia, que entonces todavía era bastante española. Podía considerar la Iglesia como un “vestigio del colonialismo” que aún acechaba a Cuba. Expulsar a curas y monjas y cerrar las escuelas parroquiales eran hechos comunes en la nueva realidad revolucionaria.

De hecho, muchos padres de Peter Pan se enteraron del programa a través de estas escuelas que estaban cerrando. Además, para mi libro entrevisté a diez Peter Pan y a dos líderes de derechos civiles, que brindan nuevas perspectivas.

Desde tu punto de vista, ¿cuál es el saldo general que deja la OPP?

Creo que los padres tomaron la angustiosa decisión de enviar a sus hijos para protegerlos. Sin embargo, las cosas no salieron como ellos pensaban. La mayoría creía que estarían separados durante un período corto. Pero muchos niños no vieron a sus padres durante años, y algunos solo se reunieron con uno de los dos. Y hay casos en los que los niños no volvieron a ver a ninguno de los progenitores.

Cerca de dos tercios de los Peter Pan necesitaban apoyo cuando llegaron. No tenían amigos ni familiares inmediatos que los acogieran. En su mayor parte, los padres creían que sus hijos permanecerían en Miami. Insisto, la mayoría pensó que se reunirían en cuestión de semanas o meses. Pero la Crisis de los Misiles cerró el espacio aéreo entre ambos países y se hizo muy difícil reunirse con los hijos.

Con la llegada de más refugiados cada mes desde 1959, el Gobierno de Estados Unidos y el estado de Florida decidieron que sería buena idea reubicar a los refugiados fuera del estado. Los niños eran enviados a lugares como Montana, el estado de Washington o Iowa. Los padres a veces no sabían exactamente dónde estaban sus hijos. El devenir histórico de mayor alcance hizo que los planes se desmoronaran, más allá del control de los padres, los servicios de bienestar infantil y, por supuesto, de los propios Peter Pan.

Foto: Archivo.

La mayoría de los Peter Pan tienen impresiones favorables de su transición hacia Estados Unidos. Pero también hay historias de trauma emocional y abuso psicológico, físico y sexual. Estas anécdotas no se comentan a menudo. En su mayoría, en público solo hay historias favorables a la OPP.

¿Cómo ves, en el tiempo, el papel de la Iglesia Católica en ese proceso? ¿Actuó por patrones humanitarios o por ideología de la Guerra Fría?

He hablado sobre eso antes. Creo que la Iglesia actuó en ambos sentidos. Claro, Monseñor Walsh creía que era su deber divino ayudar a los Peter Pan. La Iglesia Católica había sido firmemente anticomunista desde la década de los 30. Parte del discurso de la Guerra Fría en Estados Unidos era que la Unión Soviética y otras sociedades comunistas estaban “sin Dios”. Así que ayudar a los fieles, cubanos incluidos, era parte del deber cristiano de la nación para combatir el comunismo. Los líderes católicos en Cuba dijeron que la Revolución tenía que elegir: Roma o Moscú. Eligió Moscú. Y la Iglesia de Cuba optó por el exilio. Aunque hubo líderes católicos que se quedaron en Cuba y siguieron siendo anticastristas.

¿Cómo definirías la inserción de los Peter Pan en la sociedad receptora, primero como niños y como adultos después?

Bueno, había una mezcla. Como dije, debido a que los niños cubanos eran vistos racialmente como “otros” en Estados Unidos, a veces se les consideraba parte del “problema de los refugiados”. Pero, sobre todo, los estadounidenses vieron en los niños cubanos una oportunidad para mostrar que Estados Unidos y su capitalismo eran superiores a las sociedades comunistas.

Mientras investigaba en los Archivos Nacionales me sorprendió la cantidad de cartas de estadounidenses comunes que querían criar o adoptar a un niño cubano que nunca habían conocido. Se prohibió la adopción, pero el interés en el bienestar de los Peter Pan sugiere que la aceptación de los niños y sus compatriotas refugiados sería por un bien superior: convertirlos en estadounidenses.

Como adultos, la comunidad de Peter Pan en Miami sigue siendo un bloque político fuerte.

John A. Gronbeck-Tedesco. Foto: Cortesía del entrevistado.

Uno de los temas que trato en el libro son las diferencias entre los Peter Pan que se fueron de Miami y los que permanecieron allí. Puede haber diferencias culturales, como sentirse más cómodo hablando inglés; así como diferencias políticas. Algunos de los Peter Pan con los que hablé encontraron que los Peter Pan de Miami tenían dificultades para intercambiar sobre política.

Están vinculados en sus experiencias e identidades, pero sus caminos hacia la americanización podrían ser diferentes a partir de dónde terminaron: Montana o Miami, por ejemplo.

¿Por qué decides dedicarle un capítulo del libro al regreso de los Peter Pan Cuba?

Me interesó mucho saber cuándo los cubanos comenzaron a sentirse estadounidenses y cómo llegaron a habitar su identidad como cubanoamericanos.

El tema del regreso a Cuba divide a la comunidad. Muchos dicen que no volverán porque traicionarían la decisión y el sacrificio de sus padres. Un Peter Pan me dijo que regresar a Cuba traicionaría la memoria de su padre, a quien nunca más volvió a ver, y complicaría su identidad de exiliado.

Cuando uno es exiliado, me dijo otro de ellos, no puede regresar al país de origen hasta que cambie la política que motivó el exilio. En Cuba no ha ocurrido, a grandes rasgos.

Sin embargo, para otros regresar a la casa en Cuba en la que fueron niños puede ser una experiencia curativa (muchos usan el término “curación”). Se sienten más cubanos y se afirma así una parte de su identidad. Además, se cura parte del trauma asociado al abandono.

¿En qué medida los Peter Pan han contribuido a crear una identidad cubanoamericana?

Son parte de una comunidad de exiliados mayor, pero ocupan un lugar especial. Eran niños no acompañados. Los refugiados cubanos tienen muchas historias de dificultad y trauma. Pero los niños que llegaron solos en un avión o en un barco cuando tenían 6, 7 u 8 años tuvieron que enfrentar dificultades particulares.

Además, la cuestión de los niños migrantes está en las noticias en Estados Unidos. El gobernador Ron DeSantis está siguiendo a otros gobernadores republicanos al querer politizar el tema de los migrantes para atacar al presidente Biden y a los demócratas bajo el argumento de la seguridad fronteriza. DeSantis autorizó el cierre de un centro de detención que albergaba a niños migrantes. Esto desató una controversia cuando el arzobispo de Miami, Thomas Wenski, sugirió que ayudar a los niños no acompañados de hoy es similar a ayudar a los Peter Pan de la década de los 60.

Luego DeSantis dio una conferencia de prensa con miembros de la comunidad Peter Pan, quienes dieron fe de que ellos y sus circunstancias eran diferentes a las de hoy y que no se debe hacer la comparación. La relevancia política de Peter Pan, particularmente en la Florida de hoy, sigue siendo aguda.

 


El profesor John A. Gronbeck-Tedesco presentará su libro en Books & Books, en Coral Gables, el viernes 14 de abril a las 6. 30 p.m. 

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