Visas a EEUU: una política parcialmente recíproca que afecta a los cubanos

Los más enérgicos creen que al dificultar que los cubanos accedan a los Estados Unidos, se fomentarán cambios en Cuba. ¿Esta nueva política llevará a Cuba al punto de ebullición que ciertos sectores políticos persiguen?

Foto tomada en La Habana Vieja en marzo de 2016 durante la visita del presidente Barack Obama a Cuba.

Foto tomada en La Habana Vieja en marzo de 2016 durante la visita del presidente Barack Obama a Cuba.

El pasado viernes el gobierno de los Estados Unidos realizó cambios en las normativas de visado de turista para cubanos. Anteriormente, las visas B2 se podían emitir para múltiples entradas durante un período de cinco años. A partir del 18 de marzo, se cambiará a una visa de entrada única de 90 días. Esto significa que los cubanos que procuran visitar amigos y familiares en Estados Unidos, o que prentendan volar a Miami con frecuencia para comprar los productos necesarios para sus pequeñas empresas, ahora enfrentarán un proceso mucho más oneroso.

Las normas internacionales dictan que las políticas bilaterales de los gobiernos deben ser recíprocas con respecto al movimiento de personas y, por lo tanto, se supondría que estos cambios implican un paso en la dirección correcta. La pregunta es si la nueva política puede realmente considerarse recíproca.

La probabilidad de que las solicitudes de cubanos que procuran visas de no inmigrante (turistas) a Estados Unidos sean rechazadas es mucho más alta que para los ciudadanos de casi cualquier otro país latinoamericano. Además, actualmente los cubanos no pueden solicitar una visa estando en Cuba, ya que la embajada de los Estados Unidos dejó de procesar este tipo de visa dadas las reducciones de personal tras el misterioso y aún no resuelto caso de los incidentes sónicos.

Obtener una visa, en este momento, significa embarcarse en un viaje costoso a un consulado de los EE.UU. en un tercer país, donde de todas formas las personas enfrentan una posible denegación. Para el cubano promedio, esta situación está completamente fuera del alcance. Y Panamá, una popular alternativa reciente para los cubanos que necesitan viajar para importar bienes –desde partes para automóviles y toallas de baño, hasta aceite de cocina– también anunció ajustes para los cubanos ese mismo día.

Para los estadounidenses que desean visitar Cuba, por otro lado, sí es posible presentarse en el aeropuerto y comprar una visa de turista a un tercio del costo que pagan los cubanos, sin preocuparse de si se le otorgará o no. De hecho, la mayoría de los estadounidenses no son conscientes de que es el gobierno de los Estados Unidos el que impone restricciones a los viajeros estadounidenses, no Cuba. Por esas razones, yo describiría esta nueva política como “parcialmente recíproca”.

Los más enérgicos creen que al dificultar que los cubanos accedan a los Estados Unidos, se fomentarán cambios en Cuba. ¿Esta nueva política llevará a Cuba al punto de ebullición que ciertos sectores políticos persiguen? Han pasado sesenta años desde que triunfó la Revolución, y la consecuencia más importante de las políticas de los Estados Unidos ha sido la emigración masiva que resultó también en una fuga de cerebros, y en el aumento de las remesas que sirven para aliviar el efecto de las deficiencias de la economía estatal cubano y el bloqueo/embargo de Estados Unidos.

Los desafíos actuales en Cuba incluyen nuevas limitaciones a la libertad de expresión artística y al cuentapropismo, así como la reducción de bienes y petróleo importados de su principal socio comercial, Venezuela. La creciente escasez de productos básicos, como el papel sanitario y la harina, amenaza con devolver a Cuba a un escenario que se asemeja al “Período Especial” de los años noventa. Al mismo tiempo, casi el 86% de la población votó “sí” en el referéndum sobre la nueva Constitución el pasado 24 de febrero, una muestra abrumadora de apoyo al status quo. Casi el 14% de la población votó “no” o dejó sus boletas en blanco.

El presidente Obama propició cambios enormemente positivos a partir de su papel en la normalización de las relaciones con Cuba desde finales de 2014. No debemos olvidar que una de sus últimas acciones como presidente fue eliminar la política de Pies Secos/Pies Mojados de 1995, lo que constituyó una corrección al trato preferencial para los inmigrantes cubanos. En ese sentido se podría argumentar que esta última medida de la administración Trump en relación con las visas no es tan diferente a las políticas de la presidencia anterior.

Si bien nos acerca más a la “normalización” de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, restringir el turismo y el valor inherente de las conexiones entre personas en nombre de la reciprocidad tiene pocas posibilidades de generar cambios dentro de la isla. Lo más probable es que dicho flujo de cubanos y bienes se desvíe a otros países, como México. Eso significa menos dinero gastado en Florida. También significa que los cubanos con amigos y familiares en Estados Unidos se enfrentarán a la dolorosa realidad de no poder visitar a sus seres queridos en un futuro cercano. Solo nos queda esperar que estos sacrificios sienten las bases para un campo de juego más nivelado en términos de futuras negociaciones diplomáticas.

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