9550 kilómetros para vacacionar en la “Isla de la libertad”

Rusia se está convirtiendo en un prometedor mercado turístico hacia Cuba. ¿Cómo ven los rusos este destino tan lejano y cercano al mismo tiempo?

Timur Dementyev, confiesa que viajó a Cuba huyendo del severo invierno ruso.

Timur Dementyev, confiesa que viajó a Cuba huyendo del severo invierno ruso.

Desde que comenzó a estudiar español, de pequeña, la joven moscovita María (Masha) Kárpova soñaba con conocer Cuba. “Me encanta su cultura, historia y naturaleza. El único problema es que está lejos de Rusia, por eso estaba esperando un momento especial para viajar”. Esa ocasión llegó con su boda. “Mi marido y yo decidimos aprovechar nuestra luna de miel para cumplir este sueño. Decidimos ir a Varadero y a La Habana y no nos arrepentimos. Nos lo pasamos muy bien”, dice Masha, que ahora es Ivannikova, al tomar el apellido de su  esposo.

Ella es una de los 137 mil 500 rusos que visitaron la isla en 2018, lo cual representó un crecimiento de un 30 por ciento, según el ministro cubano de Turismo, Manuel Marrero. En lo que va de año, han ido a Cuba 36 mil 500 rusos, lo que vuelve a significar un incremento  sustancial comparado con igual periodo de 2018.

Estos números crecen a pesar de que, en general, los rusos están viajando menos al extranjero en los últimos tiempos debido a la devaluación del rublo frente al dólar y la subida en el costo de la vida del país. Muchos de los que se deciden a hacer los 9550 kilómetros y cruzar el charco atlántico, prefieren los paquetes más económicos, buscando una buena relación calidad-precio.

Desde la agencia Cruise Travel, en Moscú, Yulia Alxnitis vende con cierta frecuencia el destino Cuba, al que califica de “interesante para los rusos”, en particular por su cultura única y sus hermosas playas, de las que prefieren Varadero, así como otras plazas como Cayo Coco y Holguín, que cuentan con vuelos chárter. “Este año, el flujo de turistas fue mayor precisamente debido a la gran cantidad de vuelos a los centros turísticos”, dice.

Al llegar, las impresiones varían, dependiendo de las expectativas y experiencias de cada cual.

“Estábamos un poco preocupados porque alguna gente aquí dice que los hoteles cubanos no son muy buenos, pero no es verdad. Aunque el hotel en Varadero no era de cinco sino de cuatro estrellas, era perfecto: con una playa maravillosa, mar turquesa, comida abundante y rica, territorio muy verde, gente muy amable, muchas actividades, espectáculos, y por supuesto, el mítico ron cubano”, cuenta Masha. “Para ver la verdadera Cuba fuimos a La Habana. La ciudad es encantadora y aún más lo es su gente, que nos recibía con una cálida sonrisa por todos lados.”

“Para ver la verdadera Cuba fuimos a La Habana", cuenta Masha Kárpova.
“Para ver la verdadera Cuba fuimos a La Habana”, cuenta Masha Kárpova.

Algo distinta fue la idea que se llevó de algunos cubanos Timur Dementyev, quien confiesa que viajó a Cuba huyendo del severo invierno ruso. “Estuve caminando mucho por La Habana, por el casco viejo. Lo más desagradable fue el trato de locales que intentaban engañarme, hubo poca gente que hablaba conmigo por hablar, no por venderme puros, ron, su cuerpo, etcétera. Como viajé solo, pasé mucho tiempo observando a la gente, me parecieron más felices que nosotros, pese a todo”, recuerda.

El lado feo de La Habana no escapó a los ojos de Masha. “No obstante, entre los majestuosos edificios con mucha historia y una gran cantidad de coches coloridos también vimos la pobreza, las ruinas y los montones de basura que no suelen salir en las fotos pero allí están. Y la verdad es que nos dieron mucha pena”, asegura.

Desde su oficina en Moscú, Yulia también recibe opiniones diversas. “Hay turistas que no viajan por primera vez y notan una cierta disminución en el servicio y la calidad de la comida, además de que dicen que los cubanos se han vuelto menos amigables y más mercantiles”, asegura.

La calidad de los productos y servicios suele ser el punto flaco del que se quejan muchos. “El flujo a Cuba está limitado por un pequeño número de buenos hoteles con un servicio de calidad, por lo que los turistas VIP prefieren otros destinos”, afirma la especialista.

Según el ministro Marrero para recibir más rusos es necesario plantear nuevas estrategias en materia de producción y publicidad.

“Tenemos muchos rusos que solicitan hoteles de tres estrellas, pero tenemos que adaptar esos centros para que se cubran sus expectativas y cuenten con más señalizaciones en ruso”, además, de trabajar en la introducción de platos de preferencia rusa, explicó el titular durante la reciente feria turística MITT-2019, en Moscú.

La perspectivas para este año sobrepasan la cifra de 140 mil vacacionistas, afirmó el titular, y la meta a mediano plazo sería de unos 200 mil rusos, algo que no es descabellado si se tienen en cuenta además los lazos históricos y la simpatía que despierta aún Cuba en cierto sector de la población rusa, ansiosa por conocer de primera mano qué ha sido de esa “Isla de la libertad”, como se la conocía en los tiempos soviéticos.

“A pesar de las diferencias, por momentos me sentía como en un viaje en el tiempo”, asegura Nikita Godunov, de 56 años. “No solo por los muchos autos Lada antiguos, que ya apenas se ven en Moscú, sino por situaciones y actitudes con las que tropecé, que me recordaban la época soviética, tanto en lo bueno como en lo malo”.   

Por otro lado, para los cubanos es también un descubrimiento y un intercambio enriquecedor conocer a través de estos rusos que llegan ahora, algo más del devenir y el presente de una nación que, tras décadas de historia común, se convirtió en la gran incógnita, y que poco tiene que ver actualmente con aquella imagen que guardábamos de los “bolos”.

“Regresamos cansados de andar mucho, contentos de acercarnos a la gran historia del valiente pueblo cubano y con mucha esperanza de que el coraje y el esfuerzo lleven a Cuba a la prosperidad y la bonanza”, afirma Masha.

“Sin duda, volvería con muchas ganas a Cuba. Y recomiendo siempre este destino a mis amigos y parientes. De hecho, mi marido y yo nos acordamos mucho de ese viaje y durante los duros inviernos de Moscú repetimos a menudo: ‘¡Ojalá estuviéramos ahora en una playa cubana!’”

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