Bonsáis en La Habana: vendo enanitos verdes (de vez en cuando)

Tener un bosque de júcaros, cerezos y ébanos en un balcón o en una azotea de una casa cubana puede parecer una fantasía alocada; pero un coleccionista acaudalado que visitase la Cuarta Bienal del grupo Bonsái Habana hubiese podido comprarse su propio jardín botánico.

Los bonsáis no son plantas domésticas ordinarias. Son ornamentos vivos muy diferentes a los que comúnmente crecen en los exteriores de las casas o en los patios. Estas plantas requieren un esfuerzo y cuidado adicional en su cultivo, pues son modificados para que permanezcan empequeñecidos, y requieren un tratamiento constante a lo largo de su vida. Por eso tienen un precio de lujo.

El profesor Jorge Guerra, presidente del grupo Bonsái Habana, comenta que la venta de estos pequeños árboles no puede ser todavía un negocio estable en Cuba, pues no hay demanda interna y el mercado nacional existente es muy pequeño. El propio Guerra solo vende dos o tres piezas al año.

Estos arbolitos no son baratos, al menos para el poder adquisitivo del cubano promedio. Como cualquier artesanía sofisticada, el precio de un bonsái lo determina la oferta y la demanda.  El precio mínimo es de 25 pesos convertibles, cuando se trata de la categoría más baja. El valor regular de una pieza puede regatearse, a veces en cientos de CUC: la cantidad a pagar lo determina la calidad de la pieza y la experiencia de su cultivador.

En Cuba, las especies más populares, entre los escasos compradores de bonsái,  son la llana de costa, los cerezos y el limonsillo chino. ¿Razón? Pues su apariencia. El distintivo particular que los hace comercialmente atractivos son sus flores: la gente quiere pequeños árboles que, de vez en cuando, florezcan.

¿UN NEGOCIO REDONDO?

La venta del bonsái es solo la primera parte de un servicio de larga duración. Un bonsái es un ornamento que nunca está terminado. A diferencia de otras plantas domésticas, estos arbolitos requieren una atención periódica para mantener su tamaño diminuto y existencia. El bonsái vive en una maceta a la que, por ejemplo, debe cambiársele los sustratos, para renovar los nutrientes de la tierra en que está sembrado.

 El grupo Bonsái Habana tiene establecida una política de atención al cliente: cada comprador debe tener los contactos del cultivador del bonsái, para que en el futuro haga los servicios de post venta requeridos. La comercialización de estos arbolitos tiene su propia ética: un cultivador no puede tratar las plantas de otro especialista, en menos que tenga su permiso.

En Cuba, los bonsáis adquieren una propiedad extraordinaria. Gracias a las condiciones climáticas típicas del trópico, su ritmo de crecimiento es acelerado, muy rápido en comparación con otros países. En Japón, sitio originario de la técnica para crear estos arbolitos, un cultivador necesita al menos un quinquenio para completar uno, pero en Cuba se requiere alrededor de doce meses.

El grupo Bonsái Habana, fundado en 2002 por iniciativa del Tercer Curso de Iniciación que impartiera el experto Jorge Guerra, realizó entre el 21 y el 25 de agosto de 2013 su Cuarta Bienal. Sus integrantes tienen previsto para el futuro otros eventos en su sede oficial, el Museo Nacional de Artes Decorativas, ubicado en la esquina de 17 y E, en el Vedado habanaero.

 Además de las expoventas, el Grupo imparte cursos de iniciación en el arte del bonsái a los interesados en aprender cómo se transforma una planta normal en un árbol enano.

Aunque no tienen la suerte del típico arte que los turistas buscan en las ferias de La Habana, los bonsáis de Cuba cuentan con la naturaleza de su lado, así como la fe de sus cultivadores.

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