Botear ¿un negocio redondo?

¿Qué sería de una ciudad sin taxis? En todo el mundo existen chóferes hábiles que se burlan del tráfico y los embotellamientos para llevar al pasajero a su destino. Generalmente se trata de modernos autos de color amarillo, pero en Cuba, y más aun en La Habana, la cosa es diferente.

Nuestros taxis son autos antiguos, a veces un poco destartalados o a medio chapistear, otras, relucientes como recién comprados. Los almendrones, un museo sobre ruedas, resuelven los problemas de miles de cubanos que a diario se enfrentan a las guaguas repletas.

Cierto es que, para muchos, coger un taxi todos los días es un lujo, pero sin los almendrones o charangones, como se les conoce en el Oriente del país, la ciudad se paralizaría, pues el transporte público no satisface las necesidades de la población.

Ganancias e impuestos de un buen negocio

Los "boteros”, así se les llama en Cuba a los taxistas particulares, fueron autorizados como una solución alternativa al transporte público de pasajeros, que sufrió un severo deterioro durante la crisis de los 90. Sin embargo la entrega de licencias se congeló en 1999.

Nuevamente los taxis particulares fueron aprobados por una resolución del  Ministerio de Transporte en diciembre de 2008. Además, la reciente liberación del trabajo por cuenta propia significó un aumento del número de licencias, posibilitando un auge de este negocio.

Todo parece fácil para los boteros que en cualquier lugar encuentran pasajeros. En un viaje pueden hacer entre 50 y 100 pesos (MN), según la capacidad del auto y la distancia del viaje. Generalmente dentro de la ciudad los recorridos son de 10 ó 20 pesos. Cuando comienzan a alejarse hacia Guanabo o Mariel, por ejemplo, ascienden a 25 y 30, respectivamente.

Además de recorrer una ruta fija, ya sea Playa-Habana o Coppelia-Víbora, los chóferes suelen alquilar sus autos, por tarifas más altas, para viajes específicos. En un recorrido de $20 pesos, con un auto de ocho plazas, se hacen $160, en un mínimo de cinco viajes diarios la cifra asciende a $800. Con un día de trabajo los boteros ganan lo mismo que muchos cubanos en un mes.

A la ganancia hay que descontar los impuestos. Los taxistas pagan al Estado una cuota mensual denominada Impuesto sobre los Ingresos Personales, además de la contribución a la Seguridad Social y el Impuesto Sobre el Transporte Terrestre. Mensualmente el dueño de ese mismo auto de 8 plazas paga poco más de mil pesos.

Después de este descuento la ganancia sigue siendo importante. Pero, como explican los boteros a todo el que pregunte, nada es tan sencillo y en el negocio influyen otros factores.

Los dilemas del “botero”

El primer dilema para quienes se dedican a este negocio es precisamente el carro, muy difícil de adquirir. La compra-venta de autos significó un auge para el boteo, pues permitió a los taxistas adquirirlos de manera legal, sin embargo en su mayoría se tratan de los mismos autos viejos, heredados de generación en generación.

Los precios de los almendrones varían según el estado del carro, que suelen estar muy maltratados. De esta forma además del dinero de la compra hay que añadir el requerido para el mantenimiento del auto.

Los mecánicos de la Isla se han hecho expertos en construir verdaderos engendros: carrocería de autos de marcas como Ford, Chevrolet, Plymouth, Dodge, Pontiac o Buick; motor de Lada; diferencial de Peugeot. Por esto es posible  encontrar un automóvil del año 59 completamente automático.
El segundo gran problema de los carros es el costo que implican. Un almendrón puede estar funcionando perfectamente, pero la rotura de cualquier pieza, por muy pequeña, puede significar un gran contratiempo. Cuando llega la hora de cambiar un pedal o los neumáticos comienzan los dolores de cabeza del chófer.

Muchos boteros como Abel, que trabaja Playa-Mariel, prefieren los recorridos fuera de la ciudad porque garantizan un pasaje por el recorrido completo sin tener que preocuparse por recoger en medio de la calle, lo que significa competir con otros taxis.

Al parecer la competencia es dura. En las piqueras los chóferes se organizan por orden de llegada y muchas veces los que hacen un mismo recorrido son amigos, pero en la vía prima la ley del más fuerte. Los almendrones se adelantan unos a otros para recoger pasaje y aunque la ley les prohíbe hacerlo en las paradas y los semáforos, es allí donde más personas recogen.

Por unas horas manejando y luchando contra el tráfico, la remuneración parece más que suficiente. Pero los verdaderos problemas llegan con el combustible, el carro roto y las piezas perdidas. Al final la cuenta da, sí, pero no sin antes pasar también por unos cuantos dolores de cabeza.
 

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