Cacería macartista contra la diplomacia europea en Cuba

Se han propuesto torpedear el camino a un nuevo deshielo, procurando con desespero un apriete de tuercas que incluya un cierre de Europa hacia Cuba

Parlamento europeo. Foto: UnaItalia

Bochornosa es la cacería macartista que ha desatado la extrema derecha en el parlamento europeo contra el embajador de la Unión Europea en Cuba Alberto Navarro. Por iniciativa de un parlamentario de Vox, el partido de los franquistas españoles (dime con quién andas y te diré quién eres) se ha lanzado una campaña contra el embajador Navarro en el entendido de que este firmó una carta publicada por el sitio “La Joven Cuba”.

En esa carta, comprometida con la promoción de los derechos humanos en Cuba, se pedía al presidente Biden que, para clarificar la discusión sobre los mismos, empezase por quitar el bloqueo económico y financiero al que Estados Unidos ha sometido a la isla con sanciones unilaterales, ilegales y extraterritoriales, que son condenadas año tras año por la abrumadora mayoría de la Asamblea General de la ONU.

Carta abierta a Joe Biden pide que Estados Unidos normalice sus relaciones con Cuba

Una posición europea coherente con sus valores e intereses, amiga del pueblo cubano

Desde la derogación de la malhadada Posición Común Europea de 1996, la derecha exiliada cubana pro-bloqueo y sus adláteres allende el Atlántico han buscado cualquier oportunidad para crear una crisis entre Cuba y Europa. El propósito es halar a la diplomacia de Bruselas a apoyar la política imperial de Estados Unidos hacia Cuba diseñada bajo la ley Helms. Hasta los abogados del departamento de Estado advirtieron al entonces secretario Warren Christopher que aquella postura era también una violación de la soberanía de los aliados europeos, y una fuente de irritación y conflicto con los mismos.

Gracias a la dignidad, coherencia y agudeza de los dos últimos comisarios de la Unión Europea para las relaciones exteriores, Federica Mogherini y Josep Borrell, la diplomacia de Bruselas se sacudió de la parálisis en la que la sumergió la obsecuencia y sesgo ideológico del presidente español José María Aznar. El retorno de la diplomacia española a un curso leal a los intereses y valores peninsulares bajo las administraciones de José Rodríguez Zapatero, Mariano Rajoy y luego Pedro Sánchez, de conjunto con otros gobiernos europeos, creó un importante nuevo consenso de política hacia Cuba. Europa no gana nada con obrar de segundona de políticas imperiales norteamericanas sino generando iniciativas propias que sirvan a los valores democráticos, con su entendimiento propio de los derechos humanos desde lecturas socialdemócratas, y avanzando sus intereses estratégicos y empresariales.

Ese consenso, expresado en la visita de Felipe VI y la reina Letizia a Cuba, acompañados por Borrell, quien también había preparado la visita de Pedro Sánchez, puso la guinda del cake tras varias visitas de presidentes, primeros ministros o vice-premieres europeos a la Habana. Por canales paralelos, los líderes europeos habían llegado a conclusiones parecidas a las de la Administración Obama-Biden: Cuba es un país en medio de importantes transformaciones económicas que necesariamente implican cambios y retos políticos. La mejor política dentro de ese diagnóstico es de intercambio y diálogo.

Pero lo que parecía una posibilidad de cortar el nudo gordiano de la situación cubana, sacando las razones que justificaban medidas de resistencia y emergencia, argumentadas por el gobierno del Partido Comunista de Cuba contra el asedio externo, se frustró por la llegada a la Casa Blanca de Donald J. Trump. No hay que explicar mucho la falta de respeto por los valores democráticos a lo interno de Estados Unidos, incluyendo alentar un asalto al Capitolio,  y de cara al resto de los actores internacionales, para entender el retroceso que representó Trump en las relaciones con Cuba y con Europa. Para tristeza de los cubanos de extrema derecha y alegría de todos los demás, la administración Trump duró un solo término. Mucho parece indicar que hay posibilidades de retornar al camino del compromiso, el diálogo, la interacción constructiva y la cordura.

Claro que eso molesta mucho a los que han apostado por el bloqueo desde décadas y también a aquellos que mal calcularon, en su oportunismo, que la derecha macartista que les doblaba el codo terminaría arriba con Trump por los próximos cuatro años. Pero no se dan por vencidos. Tan pronto han entendido que la administración Biden sería confrontada con sus propias promesas de retornar a la ruta marcada por el presidente Obama, se han lanzado a torpedear el camino a un nuevo deshielo, procurando con desespero un apriete de tuercas que incluya un cierre hacia Cuba con Europa. En el colmo del choteo, Rosa María Payá se apareció en el Washington Post con el cuento de que la misma política que apoyó en un mitin de campaña reeleccionista de Trump podría ser vendida a la administración Biden empaquetada ahora como una “tercera vía” entre un supuesto apaciguamiento de Obama y la estrategia de Trump —que ni se tocaba con el pétalo de una flor.

Un obstáculo fundamental a la política de aislamiento que apuesta todo a un colapso del gobierno cubano, creando un vacío de poder, río revuelto donde puedan pescar los partidarios del bloqueo ilegal, inmoral y contraproducente, es el tratado de diálogo político y cooperación entre la Unión Europea y Cuba. Contra eso, más que respecto a cualquier inclusión amateur de la opinión del embajador Navarro, por los gestores de la carta de la Joven Cuba, van dirigidas las últimas acciones de la derecha cubana y sus cómplices en Bruselas.

Lo que les molesta

Al embajador Navarro lo quieren asar por implementar una política de acompañamiento de las reformas en Cuba y empoderamiento de la sociedad civil de un modo no confrontacional. Lo que molesta es la postura de diálogo sin acoso, con intercambios comerciales, respaldo a los inversionistas europeos, espacios de becas para cubanos en España, Alemania, y Gran Bretaña. Es contra esa política que favorece flujos de información y una salida cubana propia a la crisis, del lado de opciones europeas, la que molesta a las publicaciones pagadas con el dinero de la USAID y la NED en Miami y la propia España.

Contra esa defensa de los valores e intereses europeos en torno a la moderación del espectro político, de matriz socialdemócrata, verde, y hasta socialcristiana, comulgante con los cubanos interesados en cambios sustantivos pero graduales, con expansiones de mercados y derechos en Cuba, rompiendo las polarizaciones que reeditan conflictos por sesenta años; va dirigido el carromato que han lanzado virtualmente contra la diplomacia europea. En la proa —no sé si es consciente de estar formando parte de un entramado político mucho más complejo que no tiene que ver directamente con Cuba, sino con las tensiones políticas de derechas e izquierdas europeas, fundamentalmente españolas— está el exlíder del grupo Orishas, Yotuel. La aparición del cantante cubano con el franquista español Federico Jiménez Losantos justo el día antes de su presentación ante algunos diputados europeos para pedirle más presión contra el gobierno de la Isla sin criticar el bloqueo estadounidense dice más que todas sus palabras.

Con bloqueo norteamericano, y desde el anticomunismo antidemocrático de la guerra fría, no hay ni patria ni vida. Ni los protectorados ni las colonias, pueden ser democracias, ni ofrecen dignidad. No hay “historia verdadera” sino tan “mal contada” como la que le critican al gobierno cubano. Estar contra el bloqueo y sus sanciones inmorales, e ilegales no es estar con el gobierno cubano sino con los estándares del derecho internacional para las relaciones civilizadas entre los estados. Es estar con una Cuba independiente, condición para que sea democrática. 

Claro que el gobierno cubano merece ser criticado por beneficiarse de la polarización, sus abusos y los privilegios indebidos, incluyendo la corrupción que se le desborda. Pero quien ignore el bloqueo, padece de la misma ceguera que critica, o peor, pues ignora el papel imperial del país más poderoso del planeta en las escaseces y desgracias cubanas. Allí está también quien tiene el dominó trancado desde 1959 hasta 2020 y más.  Son sesenta años de las sanciones de EE.UU, no solo contra Cuba, sino también contra la independencia de Europa en las relaciones con la Isla.

Los parlamentarios de Vox y el Partido Popular, de conjunto con sus adláteres cubanos, llegan al desparpajo de mentir y atribuirle a la carta de marras ser una defensa al gobierno cubano. Basta leer el texto para descubrir que eso es una burda mentira. La carta le pide a Biden que Estados Unidos haga lo que propuso James Carter en la Habana cuando presentó el proyecto Varela. Lo mismo que propusieron Biden y Kamala Harris cuando hablaron de un retorno al enfoque del presidente Obama. Lo mismo que han dicho varios presidentes y primeros ministros europeos en sus consultas con diplomáticos racionales en Washington. Que Estados Unidos, que es la gran potencia, debe dar los primeros pasos. Que levante unilateralmente las sanciones que nunca debió imponer contra Cuba y contra Europa. No se trata de olvidar los derechos humanos  —como mienten los detractores de Navarro— sino de lo contrario, ponerlos en el centro de la discusión, promoviéndolos de un modo coherente, sin usarlos como pretextos para sanciones que los violan.

Firmé la carta propuesta por La Joven Cuba y la considero cercana a las posiciones oficiales europeas. Los detractores de esa postura usan mentiras y procederes al típico estilo macartista de hace más de sesenta años. Quieren un descalabro que genere desorden en Cuba y los privilegie. Lo que más odian es la reforma. No les gusta ni lo que quiso Obama, ni lo que prometió Biden en su campaña electoral, ni lo que es la política europea hacia Cuba.

 

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