La reacción a la COVID-19 depende del origen y respeto a la autoridad, pero también de la ideología

En un año electoral extremadamente polarizado, el combate al coronavirus ha ingresado en la política y se ha visto condicionado por el partidismo. Cada quien reacciona como sus líderes políticos.

Una persona que porta una mascarilla camina por Miami Beach, en Florida, el sábado 4 de julio de 2020. (AP Foto/Wilfredo Lee)

George es un policía de la ciudad de Miami. En las últimas semanas tiene una nueva responsabilidad. Además de sus patrullas diarias en la zona del este de la Pequeña Habana —un área que cada día tiene más inmigrantes centroamericanos, donde lidia con pequeños delitos, disputas domesticas, jóvenes deambulando en la calle en horario escolar y peleas en los mercados—, le han encargado poner multas a la gente que sale a la calle sin máscara para protegerse del COVID-19.

El alcalde de Miami impuso hace dos semanas la obligatoriedad de la máscara, pero la medida no dio gran resultado porque se agotaron en las farmacias. Las autoridades no fueron lo suficientemente exigentes a la hora de aplicar las multas, una primera de 50 dólares, seguida por 150, 500 y pena de cárcel. Tanto en la ciudad como en el condado no existía una ordenanza aprobada por los comisionados y concejales, sino apenas una orden de los alcaldes.

Como consecuencia, el epicentro de la pandemia se movió al sur de Florida y aumentaron contaminados y fallecidos. No solo por eso, sino también porque las autoridades políticas del área, presionadas por el gobernador Ron DeSantis, decidieron, abrir la economía y los servicios. La cifras de nuevos contagios fue tan alta, que se rompieron todos los récords. Ahora ya suman 77,867 contagiados y 1,270 muertos.

Filas de autos esperan para una prueba del coronavirus en el exterior del Hard Rock Stadium, el 26 de junio de 2020, en Miami Gardens, Florida. (AP Foto/Wilfredo Lee)

Según George y un grupo de colegas, la base de este problema consiste en que la mayoría de la gente no lleva máscara, pese al peligro que ello representa. Esto, dice, tiene que ver básicamente con tres cosas. “La gente no respeta la autoridad, no se ve representada en los alcaldes y no cree lo que les dicen. Es una cuestión de divulgación. Y la prensa se preocupa más por las consecuencias de la enfermedad, con cifras escandalosas, que por explicarle al público la necesidad de obedecer las órdenes de las autoridades”, dice George. “Lo de ellos es la espectacularidad de las consecuencias de la epidemia, no la manera de combatirla. Atraer lectores y oyentes, no educar a las personas”.

El alcalde ha ordenado a la policía formar grupos de persuasión y divulgación, pero tampoco tuvieron mucho impacto. Ahora los primeros tienen planificado reforzar esos patrullajes pero sin grandes esperanzas, porque la ciudadanía tiene convicciones muy dispares acerca de cómo reaccionar. Por ejemplo, si atrapan a una persona más de tres veces sin máscara, pudiera parar en la cárcel. Y esto muchas veces tiene que ver con su origen étnico.

Marcos González es un sociólogo nicaragüense de Texas con larga experiencia en temas de hospitales y universidades. Durante la pandemia ha seguido de cerca el comportamiento de las personas ante a una enfermedad sobre la que se conoce bastante poco. «La reacción a esta tragedia es muy dispar, y tiene que ver con la educación y la personalidad de la gente. Por un lado, los políticos, que se supone sean líderes, se mueven en un país un poco diferente al de los demás. Un gobierno central, federal, en algunas cosas es suplantado por los gobiernos estatales. Algunos estados tienen más influencia sobre sus ciudadanos, y por consiguiente sus instrucciones son tomadas más en cuenta», afirma.

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«Tenemos que tener en cuenta» agrega, «que en términos políticos el país está dividido. Por ello tanto los políticos como los ciudadanos se dividen según su pensamiento y necesariamente no creen en lo que un político opositor les dice. Los demócratas siguen a sus políticos, rechazan a los republicanos, y estos hacen lo mismo con los otros. El asunto se agrava porque muchos de los políticos, por su ideología, no siguen necesariamente los consejos de los especialistas o no tienen idea de dónde están metidos. O no les interesa el problema, como es el caso del presidente Trump. El gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, se muestra mucho más interesado, dedicado y disponible», enfatiza González.

Este sería el escenario de comportamiento en el sur de Florida. Como explica George, la gente reacciona en función de sus creencias políticas. «Casi siempre cuando me llaman para sacar a alguien de un supermercado porque ingresó sin una máscara, esa persona comienza a insultarme y agredirme verbalmente en términos políticos. Mis colegas y yo intentamos no responder de esa forma, sino recordar las regulaciones, pero siguen con el insulto político. Que soy demócrata, que estoy llevando el país al socialismo —¿se imagina, yo un policía llevando el país al socialismo?—, y algunas veces comienzan las agresiones físicas», enfatiza.

Unas mujeres caminan cerca de la playa de Hollywood, Florida, el jueves 2 de julio de 2020. (AP Foto/Lynne Sladky)

Es en este momento el asunto se complica porque George y sus colegas arrestan al agresor de inmediato. El individuo puede resistir más violentamente y puede salir herido y terminar en un tribunal. Y como la agresión a la policía es punible. La ley es clara: de 5 a 10 años de cárcel.

Según González, la otra vertiente es la personalidad de la gente por su origen. «Los hispanos y los afroamericanos tienen más tendencia a no hacerle caso a las autoridades. Es una forma de reafirmar su independencia como respuesta a la manera en que han sido tratados ya no por décadas, sino por siglos. Los hispanos aceptan la autoridad, pero con tendencia al cansancio por la interrupción de la actividad económica, ya que sus sueldos son bajos. Necesitan trabajar. Son más sociables, familiares. No les gusta quedarse en casa. También estoy por creer que no tienen mucha confianza en las explicaciones y orientaciones de los gobernantes», afirma.

Los afroamericanos son otra cosa, dice. «No confían en la policía para nada y la rechazan de entrada. Lo que ha pasado en Estados Unidos este año es una muestra muy clara», enfatiza refiriéndose a los asesinatos de afroamericanos a manos de la policía y al alud de manifestaciones que sacudió al país.

Quedan los jóvenes. «Eso es un problema de la escuela y de los padres. Pero como las escuelas están cerradas, los profesores poco pueden hacer. Mi curiosidad es si las escuelas van a abrir a partir de agosto, algunos estados como Florida están muy reacios, pese a que la Casa Blanca las quiere sancionar, si no lo hacen, y sí abren, los maestros van a concientizar a los alumnos sobre los peligros y precauciones del coronavirus», remata.

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