¿Por qué la COVID-19 es reina en Florida?

Muchos en el estado creen que no tienen obligaciones con su salud y la de los demás, lo cual puede explicar el incremento de los casos de coronavirus.

Esperanza Miranda y su nieto visten tapabocas para protegerse del contagio, el 17 de junio de 2020 en Immokalee, en el sur de la Florida. A costa de su salud miles de inmigrantes mexicanos y centroamericanos declarados "esenciales" lograron sacar este año la cosecha en Immokalee, la capital del tomate en EE.UU. y ahora también uno de los focos más candentes de la Covid-19 en Florida. Foto: Giorgio Viera/EFE.

La COVID-19 parece andar por la libre en Florida, ahora mismo el cuarto estado con las peores estadísticas. Solo el viernes se detectaron casi 4,000 casos, unos 615 más que el día anterior.

Todo se debe a que la gente parece mostrar una cierta indisciplina social que se relaciona con dos cosas: la poca incidencia de gobiernos locales sobre los ciudadanos y el hecho de que estos tienen una forma de ver el mundo basada en que viven  en «tierras de libertad», lo cual les da el derecho de poner en peligro la vida de los demás.

«Yo me cuido como entiendo, no me siento enfermo. En mi casa nadie está enfermo y me junto con mis amigos que no están enfermos», dice Alfonso Mederos, un cliente del restaurante «La Carreta» de la calle 8, en el corazón de la Pequeña Habana. «Si salgo de mi casa una hora al día y no hablo con nadie, ¿cómo voy a enfermar a alguien?», se pregunta su amigo Edelsio Concepción. Por lo pronto, Edelsio no está cumpliendo con lo que dice. Lleva más de una hora con Alfonso en una de las ventanillas de «La Carreta», tomando café y fumándose un tabaco.

Para este par de socios, lo más importante es «la libertad» y no lo que dice el alcalde del condado, Carlos Álvarez. El viernes pasado volvió a la televisión advirtiendo a los ciudadanos que no le dejan otra alternativa que ponerse duro. «La gente tiene que saber que no nos dejan otra alternativa que ser más duros con quienes no usan una máscara», afirmó haciendo un leve ademán para parecer más riguroso de lo habitual.

Pero para Alfonso y Edelsio es como si la amenaza les entrara por una oreja y les saliera por la otra. «El alcalde se hace el guapo, pero nunca lo he visto con una máscara», comenta el primero. Tiene razón: las autoridades no parecen dar el ejemplo. La mayoría de los policías que andan por las calles intentando poner orden parecen haber abandonado en los últimos días el uso de las máscaras.

Hace unas dos semanas, las autoridades relajaron las medidas. Recomiendan quedarse en casa, pero ya no es obligatorio. Esa sensación de «por la libre» ha traído una consecuencia: dado que Estados Unidos es el país de la libertad, la pandemia ya no es un problema. Todos tenemos la «libertad» de hacer lo que queramos,  incluyendo desgraciarle la vida de los demás. «A mí el gobernador no me va a decir lo que puedo o no hacer. No estamos en Cuba», dice Edelsio, quien por si acaso no se deja fotografiar.

Sin embargo se embulla hablando con el reportero. «A mí ningún alcalde me dice si voy a usar o no o no una máscara. Si me lo pone obligatorio, entonces nos vamos a una dictadura”, así de clarito se expresa Edelsio. Su amigo Alfonso no habla. Apenas le aconseja: «No aprietes».

«La pandemia está por ahí, se constata por el hecho de que las contaminaciones van en ascenso, pero la gente no quiere saber de eso. Piensan que es solo para a los demás, no para ellos”, explica el epidemiólogo Jesús de Armas. «Y lo preocupante es que el propio gobernador les está dando la razón».

En Florida el Covid-19 ha sobrepasado los 3,000 muertos y más 82,700 casos

Efectivamente, Ron DeSantis se alzó el jueves con un concepto de la pandemia bastante peregrino: los culpables del problema son los inmigrantes mexicanos que trabajan en la agricultura. Los que cosechan las naranjas. Cortan caña. Recogen tomates. O limpian jardines.

Según el gobernador, los inmigrantes dedicados a tareas agrícolas son los responsables del repunte del coronavirus porque no se cuidan. «Hay que evitar que esa gente se mezclen en las áreas urbanas, pueden contaminar a los demás. De hecho, ya están contaminando a los demás», dijo en rueda de prensa. Una aseveración tan insólita que varios periodistas reaccionaron. «Es una locura, este hombre está loco», comentó uno a OnCuba.

En esta foto del domingo, 7 de junio del 2020, Elbin Sales posa para una foto con su esposa, Yecenia Solórzano, y sus hijos Jordi Sales, izquierda, y Athena Sales, en medio de la pandemia de coronavirus en Immokalee, Florida. Foto: Lynne Sladky/ AP

Pero DeSantis no está loco. Es solo un fiel seguidor del pensamiento del presidente Donald Trump, quien desde el inicio de su campaña ha venido desarrollando una tirria de campeonato hacia los mexicanos. El gobernador oculta que el 42% de los inmigrantes centroamericanos que trabajan en los campos floridanos viven en áreas como la zona Seminole. Allí constituyen el 22% de la población y la cifra de muertes alcanza 42%. En el condado de Orange, al centro del estado, entre el 32% de hispanos residentes la tasa de fallecidos llega al 37%. Todo eso porque en las regiones agrícolas del área solo hay un par de clínicas y ningún hospital. Todos están en áreas urbanas como Orlando. Como la mayoría de los trabajadores agrícolas son inmigrantes indocumentados, tienen miedo de acudir a los centros de salud.

Esta pandemia ha demostrado varias cosas, una de ellas la fragilidad del tejido social ante lo desconocido. Pero también ha puesto a prueba la razón por la que ciertos inmigrantes son marginalizados por la sociedad. O por parte de ella. Al menos en la mayor área poblada de Florida, el condado Miami-Dade.

El sur de Florida tiene una particularidad. Nunca se ha envuelto mucho en la lucha de los derechos de los inmigrantes  porque no comparte sus problemas y angustias. «Son un grupo con necesidades especiales y problemas particulares. Se benefician de una Ley de Ajuste que disuelve sus preocupaciones. Esta es la clave de su conducta”, explica el abogado de inmigración Jorge Miranda.

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