Eudris Planche: Oncólogo y escritor

Eudris Planche. Foto página de Facebook del escritor.

Eudris Planche. Foto página de Facebook del escritor.

El intento de censura es casi tan detestable como la censura en sí. A Eudris Planche nadie podrá decirle lo contrario en el largo camino editorial de su novela Hermanas de intercambio. Por un buen tiempo solo le quedó esperar en los salones del hospital Oncológico de La Habana, donde hace su especialidad médica.

El doctor-escritor pasaba los días dando malas noticias y noticias menos malas, mientras lo que le rodeaba, de alguna manera, le conducía por el camino de contar historias. Los extensos apagones de la crisis de los 90 incentivaron la mente del niño guantanamero, que inventaba y narraba cuentos de terror a sus colegas de mataperreo.

Las lecturas también lo atrajeron, pero no solo los títulos que clasifican como Literatura Infanto- Juvenil. “Con ese término me parece que estoy en la facultad de medicina rotando por psiquiatría”, ironiza Eudris.

Un mundo para Julius, de Alfredo Bryce Echenique, fue un descubrimiento. Con la belleza desgarradora de las cartas enviadas a Julius por su hermanita enferma, aprendió más sobre la visión infantil que con muchos libros del género para niños.

Eudris aguardó la respuesta del Instituto Cubano del Libro como en las noches de apagón: con los ojos bien abiertos. Mientras, los días pasaron entregando las guardias. Luego, empezando el verdadero trabajo: la atención a los pacientes en Consulta, la unidad de urgencias o las salas de ingreso. Días, algunos, interminables.

Hermanas de intercambio.
Hermanas de intercambio.

¿Qué inclinó tu vida hacia el camino de la literatura infantil y juvenil?

Mi única respuesta podría ser: porque todo empieza ahí, en la infancia. Pero hay muchas razones. Me gustan los niños. Sobre todo los niños no moldeados. Esos que se deshacen de pensamientos y formas de actuar condicionados por los más adultos. Narrar (intentar hacerlo), desde el punto de vista de ellos, me hace recordar al niño que fui y a mis amigos de la infancia. Me divierto mucho. O sufro. Me arrebata la forma en que ven el mundo cuando no usan los espejuelos que le imponen ciertos mediadores.

Por supuesto, también influyeron en mi camino literario las lecturas de autores como Roald Dahl y su personaje Matilda, con quien compito a ver quien lee más libros. Lygia Bojunga, Terence Blacker, Marcela Paz y su personaje “Papelucho”, Michael Ende. Disfrutar de “Tato y Carmina” en la TV y luego leerme “Cartas a Carmina”. Inventarme un amigo con Enrique Pérez Díaz o descubrir cuál era “El secreto del colmillo colgante” con Joel Franz Rosell. Ver caballos rojos bajo el mar, con Onelio Jorge Cardoso o hacer “Un brindis por el zonzo”. Que me lean “El aparecido de la mata de mango”, de Luis Cabrera Delgado. Recordar que en mi infancia deseé tener una vaca de nombre Matilda y que de adulto Mildre Hernández me la regaló en más de un libro, es alucinante.

Algunos con gran desconocimiento tachan esta literatura de menor, pero a mí, como a Christine Nöstlinger, “me importa un comino el rey pepino”.

Sé que hubo un dilatado proceso de edición y publicación de tu libro, a partir de que ganas con este, el Premio Pinos Nuevos.

Pasan los meses y no avanza el proceso de edición de la novela. Hago reclamaciones y se reúne conmigo el Director de la Editorial Gente Nueva y alguien que me presentaron como el abogado de la editorial. ¿En realidad sería un abogado? Me explicaron que la compañera editora a la que había sido asignado el libro no lo consideraba apropiado para la infancia.

Esos criterios se unieron a los del citado director y otras personas que según dijo consultó, para redactar un informe donde calificaban la novela y extraeré algunas citas del informe que aún conservo: “poco edificante”, “personaje de una negatividad injustificada para su edad”. Acá se referían a Camila la protagonista, “poco real y mucho menos simpática o capaz de despertar emociones como la solidaridad, la compasión o la pena hacia ella”.

Además, pretendían que reescribiera el final del libro para que fuera una especie de moraleja donde otros niños de la realidad con situaciones similares a los protagonistas de Hermanas de intercambio, pudieran encontrar una solución a sus problemas. Toda la reunión la grabé con mi celular.

Sencillamente querían un manual didáctico.

Minutos después me quejé en el Centro Dulce María Loynaz, entidad que convoca al Premio Pinos Nuevos que me fue otorgado por esa novela y que, por lo tanto, Gente Nueva debía publicar. Ya en el Instituto Cubano del Libro, al punto de continuar con los reclamos, apareció en mi camino Enrique Pérez Díaz y se encargó de encontrarle una solución “adecuada” a esta censura. El libro debió presentarse en la Feria Internacional del Libro de 2016, pero no ocurrió hasta 2017.

Como dicen por ahí, no hay mal que por bien no venga. Todo lo anterior me permitió, cosa que no es frecuente, estar presente en cada proceso del libro. Se me consultó cada paso del proceso de edición. Feliz y rápido.

Estuve sentado al lado de mi diseñador mientras diseñaba. Se comportó de maravillas. Me sentí como Roald Dahl con Quentin Blake ilustrándole. ¿Qué más puedo pedir? Me premia un jurado integrado por Ivette Vian, Arnaldo Muñoz Viquillón y Olga Lidia Pérez; ilustra Ares, edita Enrique Pérez Díaz; y publica el libro la única editorial en Cuba especializada en la literatura que suelen llamar para niños y jóvenes.

Y ya está en las manos de los lectores la historia de Camila y su hermana Yunieska. Camila, la niña que tiene tantos apellidos como vagones tiene un tren. Retrato de una familia no tan cuerda donde la abuela es portera de fútbol jubilada, la tía es judoka, uno de los padres titiritero y una madre con muchos novios.

Es curioso, hay quien criticó el libro antes de publicarse por el tema que trataba y ahora que salió lo alaban en público. Cuando la palabra con Hipo crecía, Hermanas de intercambio todavía estaba ahí.

Eudris. Foto de diariocolatino.com.
Eudris. Foto de diariocolatino.com.

A la par de tu carrera literaria atiendes pacientes en el hospital Oncológico. ¿Cómo es tu trabajo allí, un sitio visto mayormente como templo de tristezas?

Es incomparable la reacción que pudiera tener con los lectores de cualquiera de mis libros y el encontrarme a un paciente que me recuerda por la atención que le brindé. El agradecimiento de una persona cuando le has sido útil: esas miradas no se olvidan. Cada una tiene sus características: la del paciente que se va curado, la de aquel que regresa para continuar su tratamiento o simplemente para saludarte.

Aquel que te recordó a ti mismo o a alguien que conocías. La madre a la que tuviste que decirle que su hijo ha muerto. Esas personas no se olvidan, créeme. De alguna forma están ahí siempre. Es un ciclo que no para. Pero me encanta respirar el hospital con el mismo placer con que acerco la nariz a libros viejos y nuevos.

Y el día nunca termina. Aun cuando te vas, encuentras a alguien en el camino que solicita una consulta. El paciente por el que tienes que regresar. El que te llama por teléfono. Las conversaciones con otros colegas para discutir un caso. O los chismes de lo que pasó en el día.

A esos días comunes se ha sumado que me lleguen pacientes, por vez primera, y que me digan: ‘yo a usted lo conozco de alguna parte. ¿Tienes un hermano que sale en televisión?’ Y resulta que soy yo mismo promocionando Hermanas de intercambio. Un paciente me vio entrar a consulta según me cuenta, me siguió, esperó su turno y cuando llegó a mí me dije: ‘Este es de los que llegan, te dicen que se auto examinaron, auto diagnosticaron y que quieren tal receta y tantos días de certificado’. Hay muchos pacientes en Cuba, así. Mi ojo clínico falló, el señor quería un libro. Se fue contento, pero me dio tremenda pena pues el absurdo cubano radica en que yo andaba por la televisión promocionando el libro y ni el Instituto Cubano del Libro (ICL) ni la editorial, habían garantizado que estuviera en las librerías. Ni yo tenía un ejemplar en ese momento. Otro día, el señor volvió por su libro.

 ¿Qué es lo más difícil para ti en tu enfrentamiento con el cáncer?

Enfrentarse al cáncer no es solo enfrentarse a un conjunto de enfermedades. Es enfrentarse también al desconocimiento, la muerte y el temor a la muerte; los prejuicios, tabúes, mitos y una larga cadena de obstáculos que a veces no imaginas. Desde los que de manera errónea propagan la creencia que contraer cáncer es una sentencia segura de muerte, hasta los que afirman que la quimioterapia en vez de mejorar te pone peor.

La Oncología Médica es una de las ramas de las Ciencias Médicas donde todavía hay mucho qué descubrir o donde lo que ayer era actual, hoy no lo es tanto.  Es una ciencia en constante actualización. Estudiamos y tratamos a pacientes diagnosticados de cáncer. Algunos vienen con esperanzas de sanar, otros no tanto. Es un camino largo que el médico por sí solo no puede enfrentar sin la colaboración del paciente (ante todo), la familia, la sociedad, el Estado. Y todo eso hay que lograrlo en poco tiempo.

Foto del twitter del escritor.
Foto del twitter del escritor.

Hay pacientes que llegan a nosotros cuando han pasado por el babalao, la señora que corta el crecimiento del bichito, el sacerdote, el vecino que tiene toxina de alacrán, el yerbero, el “peloteo” constante de un hospital a otro (de un médico a otro). O simplemente cuando ya no pueden aguantar más síntomas, encerrados en la casa. Algunos aún tienen tiempo de ser curados, porque crease o no, hay muchas personas sobrevivientes de enfermedades oncológicas.

Y cuando la opción no es la curabilidad, hay otras maneras de sanar. El apoyo, el respeto y la atención debida; también tienen gran valor y eficacia.

También hay que lidiar con las emociones que te pueden despertar la muerte de personas diversas: embarazadas, niños en edad de lactancia, jóvenes, adultos, ancianos. El panadero o el ministro, el artista o el criminal. Personas con familia o sin ella. El cáncer no discrimina.

Incluso hay que tener cuidado hasta de sentirse feliz, pues a tu alrededor puede haber personas con situaciones muy fuertes y algunas de ellos pueden no llegar a comprender porque entras con alegría a la consulta si ellos o su familiar están enfermos.

La intención no es agredirlos, criticar sus creencias o su forma de reaccionar. Cualquiera que tome ese camino no está interesado en sanar. Hay que buscar la manera de lograr un dialogo, exponer nuestras variantes terapéuticas desde el conocimiento científico, pero teniendo en cuenta el conocimiento biopsicosocial y espiritual ya que cada persona es un ente independiente y a todos no se puede llegar de la misma forma. ¿Qué es difícil? ¡Sí, lo es! Nadie dijo que sería fácil. Pero hay que lograrlo en pocos minutos. El tiempo pude ser la principal arma a la hora de tratar a un paciente con cáncer.

Hasta hace muy poco en los medios de prensa- ya lo están evitando-, cuando alguien moría de cáncer, se referían a esto como: murió de un “penosa enfermedad”, “terrible enfermedad”, “mala enfermedad”. Yo me preguntaba: ¿Cuáles son las enfermedades penosas? ¿Cuáles no lo son?  Hasta a las enfermedades les ponen etiquetas. Todo eso lejos de ayudar, lo que crea es miedo.

¿Has tenido alguna anécdota, experiencia, en que se combinen tu trabajo como médico y el oficio literario?

Es muy probable que la forma que tengo de concebir mi literatura, venga de mi formación en ciencias médicas. Mi literatura nace de la investigación. La propedéutica clínica deviene en enseñanza cuyos métodos y procedimientos sirven para inspeccionar, reconocer y clasificar los signos y síntomas relevantes. Y también lo propedéutico tiene su aplicación fuera de la salud. De manera curiosa este término viene del griego pró que significa “antes” y paideutikós relativo a la “enseñanza”. Y paidos significa “niño”. Así como la niñez de una persona define su vida como adulto. La propedéutica es la génesis del conocimiento teórico y práctico para llegar a conocer algo con mayor profundidad.

Detrás de cada libro que hago hay un proceso investigativo largo. Mi segunda novela nació de una investigación que realicé entre el 2005 y el 2007 a niños aquejados de una enfermedad no tan común. Tuve que conocer a algunos de esos niños y también leer mucho acerca del tema. Y aun cuando comencé a escribir esta novela en 2007, seguí investigando y aún lo hago pues la actualizo y reescribo constantemente hasta que se publique.

¿Qué feedback has tenido de los lectores de Hermanas de intercambio?

La primera vez que leí esta novela a alguien, fue a una niña y no paraba de reírse. Cuando terminé, me hizo muchas preguntas.

Una supuesta profesional (locutora de radio) me “cortó el agua y la luz” (me dejó de hablar) por tocar un tema tan fuerte, así dijo, en un libro para niños.

Una joven se me acercó para contarme que cuando niña utilizaba la escoba de su abuela como pértiga, al igual que Camila. Otra persona me dijo que cuando pequeña visitó el zoológico de piedras en Guantánamo y después de leer el libro le parece que todos allí están petrificados. Además, agregó que ahora no consigue imaginar las esculturas del zoológico sin Camila arriba y la abuela debajo. Otros me cuentan la novela, a carcajadas, como si la hubieran escrito ellos. Y es cierto, es de ellos. Ya no es mía.

A pesar de que la distribución del libro ha sido pésima, también me llegan opiniones de colegas desde diferentes partes del país.

 

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