Humanos médicos de la muerte y la violencia

Foto: Claudia Padrón Cueto

Foto: Claudia Padrón Cueto

“Temía pincharme al suturar. Recuerdo mi torpeza al manipular el cadáver, el olor a carne chamuscada, el escalofrío que sentí al tocar los tejidos quemados. Era la primera vez que diseccionaba un cuerpo. Y este era un cuerpo totalmente carbonizado”.

No olvida aquella experiencia inicial, ni esos casos que “uno nunca quisiera ver” pero no le incomoda  su profesión. En ella no hay nada lúgubre, ni gusto por el morbo. Es una mujer con una familia, dos niños pequeños, una vida común. Una mujer que trabaja con la violencia, a veces con la muerte. Ana María Crespo es médico legista.

Medicina Legal, pese a su nobleza y utilidad, es una profesión desdeñada incluso dentro del  propio sector de la salud en Cuba. Existe el precepto de que pierden sensibilidad por el contacto con los crímenes. Para algunos son personas frías, indolentes, capaces de contemplar mutilaciones, asesinatos sin que los afecte, y no es así.

A Ana María le decepciona que la mayoría de las personas los perciban como una “pica muertos”, que no los piensen como médicos.

“Nos asocian con una tarea sucia, escabrosa. Es como si no fuéramos doctores, pero es una especialidad tan válida como cualquier otra. Hay muchos médicos que solo han visto el páncreas en un atlas. A mí la medicina legal me permite ver los órganos, palparlos, observar cómo los afecta o deteriora cada enfermedad. Siempre estoy aprendiendo a pesar de que continuamente escucho opiniones como ¿a ti te gusta eso? Y sí, me gusta”.

Esa apatía no solo proviene de personas ajenas al sector, quienes pueden ser justificados por el desconocimiento. Yehilyn Iglesias aún estudia la especialidad y en poco más de dos años ha sentido el menosprecio de otros especialistas.

“Un médico cercano a mí, en medio de reproches y muecas de asco, me dijo: Seis años estudiando para terminar así. Para eso no hace falta estudiar medicina”.

“Desafortunadamente esa es una opinión tan común como errada. A pesar de que nuestro perfil no es asistencial, como el de la mayoría de los especialistas, nosotros también ayudamos a familias necesitadas de respuestas, a víctimas que merecen ver castigados a quienes las dañaron.

“Un tiempo atrás atendimos a una niña de 13 años violada de una manera sumamente violenta. Con la recopilación de evidencias en unas pocas horas el culpable fue detenido. Entonces ¿no es nuestra profesión útil, valedera? ¿Por qué el menosprecio?”, se pregunta.

¿Invulnerables a la violencia?

Estar rodeados de las pruebas directas de la violencia en las calles hace que estos doctores desarrollen mayor sensibilidad hacia el peligro que la mayoría.

“Estamos recibiendo de primera mano los cambios negativos que se suceden a nuestro alrededor. Sobre todo las violaciones, asesinatos, abusos lascivos a menores. Índices cuyo incremento demuestra el deterioro de una parte de la sociedad”, dice la especialista Ivián Betancourt.

“El número de lesionados cada año ha ido aumentando en más de 100 casos solamente en en Pinar del Río. Otros pueden no tener constancia pero nosotros tenemos que enfrentarlo todos los días. Y tanta agresividad te marca”, agrega.

Esta doctora evita salir a lugares públicos. Quizás una secuela de percibir el alza de criminalidad. “Cuando estás aquí, ves los actos violentos y tienes el respaldo de las estadísticas, sientes miedo o eres más precavido. Temes dar la espalda. No dejas de mirar por encima de los hombros. Aún así, aunque esta profesión te alerte, te lleve al sigilo o la sospecha permanentes, es gratificante ayudar a quienes han sido victimizados. Además, hay personas que no merecen estar insertadas en la sociedad. Y parte de nuestro trabajo es velar por la seguridad de todos”, comenta.

Otro estereotipo es que solo laboran con el cadáver. Tratan las muertes violentas, es cierto. Como también desarrollan una investigación amplia para proporcionar evidencias que lleven hasta el culpable de un crimen. Pero no es el cadáver lo más usual en su faena. Paradójicamente Medicina Legal tiene en su campo de trabajo más acciones en las personas vivas que en las muertas.

La doctora Aisa Serrano Gómez, jeja del servicio provincial en Pinar del Río, explica que ellos se involucran en procesos penales, civiles y también en lo administrativo- laboral. Esta especialidad tiene tanta relación con el derecho como con la propia medicina.

“Atendemos conflictos de filiación, adjudicaciones de paternidad, determinación de edad de las personas, subsanación de algún error cometido en la inscripción. También nos apoyamos mucho en la psiquiatría para determinar si una persona puede tener una responsabilidad penal o no. Esta profesión es más amplia que el molde en el que se nos encasilla”.

De izquierda a derecha: la doctora Aisa Serrano, la especialista en formación Yehilyn Iglesias y la doctora Ana María Crespo. Foto: Claudia Padrón Cueto
De izquierda a derecha: la doctora Aisa Serrano, la especialista en formación Yehilyn Iglesias y la doctora Ana María Crespo. Foto: Claudia Padrón Cueto

El paciente que nadie quiere, que nadie olvida

“Nadie puede mantenerse distante cuando las víctimas son niños. Eso siempre conmueve hasta la última célula. Y cuando eres madre, el dolor es mayor porque inconscientemente comparamos con nuestra vida. Amo mi profesión pero hay cosas que nunca estaré preparada para ver”, dice Ivián.

La doctora Aisa recalca que, ante todo, son seres humanos y sienten como tal. “Los victimarios pueden provocarnos ira, rabia, deseos de aplicar justicia por nuestra cuenta. Hay hechos que te resultan tan monstruosos que puedes llegar a implicarte emocionalmente y decir: no puedo estar en este caso”.

“La legislación establece un recurso que nos permite apartarnos si nos afecta en lo personal. Tratamos de ser objetivos y no ocurre con frecuencia, pero yo misma tuve que apelar una vez a este recurso. No me sentía capaz de peritar a una mujer que había asesinado a su hija de cinco años”.

“Es cierto que es una profesión compleja. Podemos estar de guardia, ser requeridos para un caso y regresar dos días después por la magnitud del hecho o la lejanía. Nuestras familias han tenido que aprender a entenderlo. Es cierto que manipular tantos crímenes nos hace replantearnos qué está pasando en la sociedad,  muchas veces temer, incluso”, insiste Aisa.

“Es cierto que elegimos una profesión que transpira tabúes y hasta desprecios, pero pese a las creencias populares puedo asegurar que trabajar con la muerte y el dolor nos hace más sensibles, más humanos”, sentencia.

La jefa del servicio provincial de Medicina Legal en Pinar del Río, Aisa Serrano. Foto: Claudia Padrón Cueto
La jefa del servicio provincial de Medicina Legal en Pinar del Río, Aisa Serrano. Foto: Claudia Padrón Cueto
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