Cuba espera respuestas y cambios

Foto: Alex Heny.

Foto: Alex Heny.

Esta semana ha comenzado en Cuba un nuevo ciclo político signado por la llegada del relevo presidencial y el retiro de Raúl Castro como Jefe de Estado. En EE.UU. algunos opinan que se tratará de un mero traspaso de poder sin implicaciones de cambio real para Cuba; otros especulan que la nueva dirigencia que parte de otra generación y no tiene apellido Castro, podrá ejecutar una agenda marcada por un mayor pragmatismo.

¿Qué escenario le espera a quien ocupe un puesto con tan extraño título como el de “nuevo Presidente del Consejo de Estado de Cuba”? ¿Cómo determinará en su mandato la permanencia de Raúl Castro como Primer Secretario del Partido Comunista? ¿Qué nuevos y viejos actores, internos y externos, serán sus interlocutores?

HAB07. LA HABANA (CUBA), 18/04/18.- Fotografía cedida por Cubadebate que muestra al presidente de Cuba, Raúl Castro (2-i), abraza al primer vicepresidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel (i), durante la sesión constitutiva de la IX legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular (parlamento) hoy, miércoles 18 de abril de 2018, en La Habana (Cuba). Cuba inició hoy la histórica sesión parlamentaria donde se concretará, a lo largo de dos jornadas, la salida de Raúl Castro de la Presidencia del país y en la que se designará a su sucesor, con el primer vicepresidente Miguel Díaz-Canel como principal favorito. A la sesión asiste Raúl Castro, que fue recibido con "una cerrada ovación", y que llegó al acto acompañado de Díaz-Canel, ambos con traje y corbata. EFE/Cortesía Cubadebate/SOLO USO EDITORIAL/NO VENTAS
Raúl Castro abraza a Miguel Díaz-Canel en el momento de su nombramiento como candidato a presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de Cuba, el 18 de abril. Foto: Cortesía Cubadebate / EFE.

Está claro que el rol del nuevo líder está enmarcado dentro de un proyecto de continuidad apoyado por una mayoría que a todas luces, se muestra cautelosa y aun más, incrédula ante narrativas fantasmas. Pero, ¿cómo responder a la confianza y esperanzas de quienes, aun dentro del contexto de estratificación y desajuste económico que atraviesa la Isla, apuestan por la consecución del sueño socialista igualitario? ¿Cómo comunicarse y servir también a aquellos que no comparten ese ideal? Esas serían quizás, las preguntas más importantes.

A nivel económico, el nuevo líder deberá enfrentar el reto de la unificación monetaria sorteando los riesgos de la inflación e inestabilidad que pueden venir asociados a esta. Más que ello, estaría ante el imperativo de revitalizar la economía, cuyo crecimiento ha sido mínimo en los últimos años. La reactivación del sector privado y el descongelamiento de licencias para cuentapropistas serían vitales. Heredará un complejo panorama de deshielo ralentizado; de un aliado importante –Venezuela– en crisis; y de un progresivo rol protagónico para otros actores económicos como Rusia y China.

Pero sus mejores aliados serán la aplicación de soluciones creativas, con mayor énfasis en la descentralización y en la no reproducción de esquemas de dependencia.

La nueva presidencia tendrá que lidiar con otra esfera de demandas no menos complejas, marcadas por la carencia o poca efectividad de mecanismos regulatorios. Temas como los de la ley de asociaciones, la ley de cine, y la de prensa, han sido parte del debate público por años ya, y deberán ser tratados con la prioridad que ameritan. No se trata de tabúes o de demandas superfluas, sino de reclamos articulados por ciudadanos que han escogido ser parte de su destino de la mejor manera: aportando al proyecto de nación sus conocimientos, sus creaciones y su buena voluntad.

No emigran, porque Cuba es su puerto, pero esperan respuestas y cambios. ¿Qué los invita a permanecer en Cuba, dentro de una situación de crisis? ¿Cómo proveer soluciones a problemas básicos de quienes, hace muchos años ya, ven en la migración un último recurso, y que, si pudieran desarrollarse dentro de formas más normales de subsistencia, escogerían permanecer en Cuba?

La Habana, abril de 2018. Foto: Ramón Espinosa / AP.
La Habana, abril de 2018. Foto: Ramón Espinosa / AP.

No hay que desestimar, por otra parte, el complejo escenario geopolítico que se heredará, ante una administración (la de Trump) que ha potenciado el viejo lenguaje de la subversión y la injerencia. Con más razón aún, sería valioso para Cuba establecer alianzas con ese arsenal de recursos humanos internos que ha expresado su rechazo a esa retórica, pero que también clama por una renovación de los discursos; por una Cuba conectada; por nuevos escenarios de posibilidades para ejercer sus profesiones. Es un complejo acto de equilibrio, cuya difícil ejecución marcaría un hito para la nueva dirigencia.

No será solamente el nuevo Presidente ni los 11 millones de cubanos en la Isla quienes se enfrenten a los desafíos de este nuevo ciclo. Los cubanos residentes fuera de Cuba, y en especial, en Estados Unidos, serán un factor determinante en el despliegue de las nuevas dinámicas.

Será prioritario reactivar el mensaje que recibió Obama, y al cual prestó oídos: nuestra aspiración a un escenario de normalidad entre los dos países; a una relación entre pares y no a una de tutelajes. No esperamos por un Mesías Rubio que venga a poner fin a nuestros problemas ni a darnos lecciones de democracia. Nos toca a nosotros denunciar la inmoralidad de quienes buscan la mínima oportunidad para exhortar al pueblo a lanzarse a las calles y a fomentar el caos, teniendo ellos techo seguro. Sabemos que no escucharán, pero el mensaje debe permanecer.

En esta imagen, tomada el 14 de abril de 2018, Lázaro Rodríguez, de 42 años, conecta su celular a red pública de internet en La Habana, Cuba. Lázaro, que estudió panadería y trabaja como mozo de mantenimiento, dijo que ha visto cambios muy positivos en la economía cubana en los últimos años y le gustaría ver que ese desarrollo continúa. (AP Foto/Ramón Espinosa)
Red pública de internet en La Habana. Foto: Ramón Espinosa / AP.

Nos toca también marcar distancia de aquellas posiciones ostentadas por quienes se proclaman “oposición”, pero que a quienes se oponen, más que a nada, es al pueblo, cuando pactan con quienes lo asfixian.

No debemos confundir la aspiración a una Cuba más democrática y plural con concesiones ni luneta reservada para aquellos que, sin pudor alguno, piden más bloqueo. En realidad, el problema que tiene esa oposición a estas alturas, no es que no sean populares dentro de la Isla: es que afuera, tampoco lo son. Las encuestas demuestran que una gran mayoría de cubanos en EE.UU. no apoyan el embargo y favorecen el camino de la diplomacia.

El escenario montado por la administración Trump que aúpa a estos farsantes de la democracia, es, sin dudas, desolador. Sin embargo, ha logrado mantenerse un vínculo mínimo en áreas de cooperación marítima, antinarcóticos y medioambiental.

La reciente derrota en el Congreso de una enmienda para limitar fondos a la embajada, así como las declaraciones del nuevo Secretario de Estado, Mike Pompeo, referentes a la disposición a regresar personal diplomático a La Habana y a fortalecer la embajada en Cuba, aun, cuando sea por las razones equivocadas, es una pequeña señal de avance. No obstante, la triada Rubio-Pompeo-Bolton pudiera representar un deterioro aún mayor en las relaciones.

La diáspora debe jugar un papel protagónico visibilizando posiciones que son ya consenso. Seguiremos favoreciendo y enfatizando la política de engagement dentro del reactivado escenario de Guerra Fría. Esto no significa que sacrificaremos nuestras aspiraciones a una política migratoria perfectible (con un precio razonable para pasaportes, por ejemplo); a eliminar los prejuicios hacia un mayoritario sector de la diáspora que no se coloca en una actitud de hostilidad hacia Cuba; a ser incluso parte del futuro político y económico de la Isla al cual, más allá de posiciones ideológicas y gustos políticos, como cubanos que amamos a una Cuba independiente y soberana, tenemos derecho.

Las preguntas sobre los cambios, los apellidos y el radicalismo o no de la nueva presidencia, que tanto entretienen a la prensa norteamericana, no serían las más importantes, sino cómo se asumirán los nuevos retos. Retos que llegan a tocar a las puertas no sólo del nuevo liderazgo, o las de cubanos en la Isla, sino también a las de los que desde afuera, nos sentimos parte de una casa común.

*La autora es profesora cubana residente en Estados Unidos. Miembro de la Junta Directiva de Cuban Americans for Engagement (CAFE).

 

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