Cuba: sincronía de una imagen (I)

En los 60, la Isla pasó a ser una “cabeza de playa” soviética en medio del Caribe, lo cual se reforzó con la invasión a Playa Girón y, sobre todo, con la Crisis de Octubre.

Crisis de los Misiles. Foto: tomada por un U2. Archivo.

Con la desconexión de Cuba de Estados Unidos comenzaría un proceso de cambio cualitativo de la imagen de la Isla en ese país. El turismo y el paraíso bajo los trópicos cedieron paso entonces a la política, y partir de ese momento el conflicto bilateral viene ocupando prácticamente todo el horizonte visual en los medios estadounidenses. Aun cuando desde un primer momento la prensa y la televisión no articularon un discurso totalmente negativo sobre Cuba y su liderazgo, lo cierto es que ya desde principios de la década del 60 se presentó al público una realidad cubana hecha de fusilamientos dudosos o excesivos a criminales de guerra batistianos que habían cometido hechos de sangre, en general obnubilados por los grandes medios de difusión masiva.

En ese contexto, con las primeras deserciones (Díaz Lanz) y la lucha de clases interna, apareció la idea de la Revolución traicionada, a la que se adicionaron un poco más tarde los códigos de la Guerra Fría, sustentados en última instancia en los nexos estratégicos que el sistema cubano edificó con la Unión Soviética. La Isla pasó a ser una Soviet beachhead en medio del Caribe, lo cual se reforzó con la invasión a Bahía de Cochinos/Playa Girón y, sobre todo, con la “Crisis de octubre” de 1962.

El presidente Kennedy durante la Crisis de los Misisles. Foto: Archivo.

Pero hacia fines de los 70, en el escenario de cierta distensión verificada bajo los mandatos de Ford y Carter, se produjo un cierto cambio de tono en el discurso de los medios estadounidenses, lo que ilustra los siempre complicados (pero reales) vínculos entre la prensa y el poder político. La percepción prevaleciente subrayaba la idea de que la Cuba de la época, después de la caída del “Che” Guevara en Bolivia, había pasado a ser más responsable en el nuevo contexto latinoamericano, en el entendido de que ya los Andes no serían, como en los años 60, la Sierra Maestra de América Latina.

Pero no duró mucho. La presencia militar cubana en Etiopía y Angola paralizó ese proceso y alimentó una calidad de contenidos donde las etiquetas de “satélite de la URSS” constituyeron prácticamente una de las recurrencias fundamentales de la prensa, con una fijeza que se extendería hasta la disolución de la URSS en diciembre de 1991.

Tropas cubanas en Angola. Foto: Archivo.

El período inmediatamente posterior, conocido como la “era Reagan” (1980-1988) ideologizó como pocos el tema cubano al hundirlo todavía más en la confrontación Este-Oeste. La década del 80 significó en Estados Unidos la llegada al poder de un equipo neoconservador e implicó, entre otras cosas, el alineamiento de los medios con la figura del presidente, un ex actor de Hollywood conocido por sus dotes de gran comunicador y uno de los mandatarios más populares del siglo XX en Estados Unidos.

Con un sofisticado equipo de relaciones públicas a cuyo frente estaba el golden boy Michael Deaver, la nueva administración estadounidense desarrolló un proyecto de recomposición hegemónica mundial ejerciendo, entre otras cosas, una labor de monitoreo e incluso control de los medios de difusión, responsabilizados por la “falta de voluntad norteamericana” (American lack of will). Esto explicaba desastres como la derrota en Viet Nam y la crisis de los rehenes en Irán, uno de los hechos que daría al traste con la reelección de Carter. “La guerra se perdió por el enemigo interno, por nosotros mismos” era uno de los mantras que luego desembocó en filmes como Rambo, una sublimación de la derrota militar infligida por los vietcongs e iniciada, de hecho, después de la Ofensiva del Tet (1968).

El presidente Ronald Reagan (1980-1988). Foto: Los Angeles Times.

A partir de ese prisma deben entenderse un grupo de medidas dirigidas a preservar al poder político de una información no deseada, como la directiva presidencial de 1983 sobre la obligación de los empleados federales de someter a escrutinio previo sus escritos e informaciones públicas con el argumento de la seguridad nacional. En resumen, desde temprano la administración presentó a las claras una de sus cartas: la lucha por el control de la información y contra el leak o filtración a la prensa, expresada en amenazas de procesos legales a los medios por publicar material “no autorizado” y en el despido de funcionarios por filtrarlo.

En este sentido, durante la invasión a Granada (1983) se experimentó con un patrón nuevo: el acceso monitoreado de los medios al teatro de operaciones y un riguroso control informativo para evitar el reciclaje del Sudeste Asiático y tratar de ganar así “los corazones y las mentes” de las personas. La movida marcó un cambio histórico desde la Guerra Civil. Desde entonces, los corresponsales reportaban en vivo y en directo desde el teatro de operaciones. En ese contexto, lo hacían de manera limitada y guiados por los militares.

Triunfo de los sandinistas en Nicaragua (1979). Foto: Archivo.

El “reaganismo”, de una retórica muy fuerte, retomó la división del mundo en dos cotiledones: los soviéticos como el “imperio del mal” —una categoría evocadora del conocido filme de George Lucas— versus el mundo libre. Sus circunstancias regionales fueron la herencia del triunfo sandinista en Nicaragua (1979), las guerrillas en El Salvador y el conflicto centroamericano, enfrentado durante su época clásica con el prisma de la bipolaridad y el externismo. En otras palabras, se ubicaban las causas del problema no en razones endógenas —desigual distribución de la riqueza, pobreza y marginalidad, represión y asesinatos políticos, etc.—, sino en la lógica Este-Oeste. Uno de los eslogans de la Guerra Fría —que aludía a la amenaza rusa y había llevado incluso a la construcción masiva de refugios antinucleares en los Estados Unidos—, cambió dramáticamente de ubicación geográfica: de no ser detenido en el “traspatio”, el comunismo estaba entonces, según lo anunciaba el propio presidente, a dos horas de vuelo de Texas.

En ese discurso, Cuba se reafirmó como el gran subrogante del “Oso ruso” y como recurrencia: “ir a la fuente” —esto es, una invasión militar a su territorio—, llegó a constituir la manera en que sectores de la clase política visualizaban los modos de resolver, a su favor, el conflicto centroamericano, que al final terminó con una mediación/ negociación política y no con la violencia.

 

Salir de la versión móvil