Cubanos buscan el paraíso… en Allah

Minarete de la mezquita en la calle Oficios. Foto: Ángel Márquez Dolz

Minarete de la mezquita en la calle Oficios. Foto: Ángel Márquez Dolz

Lejos de la Meca y aún sin mezquitas, unos cuatro mil cubanos adoran a Allah. Jorge Elías Gil (Isa), Rodolfo Pérez (Yamal), Alexis Sánchez (Aqil) y Zuleira Arencibia (Maryam) son solo el 0,1 por ciento de la comunidad musulmana registrada en la Isla. Adherentes a la rama sunita, reciben a OnCuba con los brazos abiertos y luego del infaltable salam aleikum (que la paz sea contigo) están dispuestos a contar sobre sus vidas.

Viajan como en un submarino por el tejido de un país caribeño que no escapa a los recelos cuando se habla de musulmanes. “Uff —dicen algunos rayando en la islamofobia— hay que tener cuidado con esa gente. No comen carne de puerco, ni se toman una cerveza y te ponen una bomba en un alfiler”.

El deseo de visibilidad y aceptación en la epidermis social de la grey islámica es tan legítimo como en cualquiera otra comunidad religiosa dentro de un Estado laico que asegura la igualdad de todos los cultos.

“En Cuba hay libertad para  todos las credos”, testifica en uno de sus trabajos la investigadora Mairim Febles, del Departamento de Estudios Sociorreligiosos del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS), un tanque de pensamiento ubicado en una de las casonas del Vedado.

Uno de los credos emergentes, pero de vieja data, es el islámico. El imán Pedro Lazo llama la atención sobre una ausencia institucional lastrada por siglos.

“En 500 años de historia de Cuba no hubo ninguna organización religiosa musulmana reconocida”. Así dice Yahya, en clave de converso, y presidente de la Liga Islámica de Cuba, oficializada desde 2007 en el Rgistro de Asociaciones de la República.

Isa es partidario de que la comunidad musulmana en Cuba maneje sus propios voceros y narradores en la emulación mediática. “Eso borraría y destronaría  una serie de fantasmas que ya existen, por ejemplo en Internet, sobre el Islam en Cuba, porque la mayoría de las informaciones que hablan del tema no están generadas desde aquí”, reprocha.

Si se repasa la cartografía confesional cubana, los musulmanes son apenas un lunar, aunque no el más pequeño. Los seguidores de Allah no buscan los reflectores individualmente. Huyen de la ostentación, es parte de su prédica. El vecino suyo puede leer el Corán y prosternarse sobre una esterilla cinco veces al día que Ud. no se entera.

“En el Islam se cumple una norma de no dar mucha información de algo si las personas no te la piden”, explica Isa, especialista en el Museo Nacional de la Danza. “El Corán tiene una máxima: No hay compulsión en la religión”, calza este graduado de Geodesia en Moscú, para subrayar la discreción proselitista de los practicantes. Durante sus años de bibliotecario en la Unión Arabe de Cuba, unos pocos supieron de su militancia islámica.

Como no adoran imagen alguna —la idolatría es un pecado y representar a Mahoma está prohibido, ya que el profeta no es venerado, solo Dios puede serlo— y tampoco portan señas perceptibles de identidad, los musulmanes en Cuba pasan como el que más en la era de la globalización occidental: vaqueros, pullovers graficados y zapatillas deportivas.

Musulmán cubano con el Corán. Foto: Ángel Marquéz Dolz
Musulmán cubano con el Corán. Foto: Ángel Marquéz Dolz

“Nosotros cumplimos con el precepto de estar completamente vestidos. La camisa hasta los codos y el pantalón por debajo de la rodilla. Las mujeres usan cualquier ropa, igualmente siempre por debajo de la rodilla y que le cubra hasta casi las muñecas”, describe Aqil.

Así que hay que esperar al viernes para saber quiénes son. Ese día sagrado acuden al salón de rezos de la calle Oficios, en La Habana Vieja, para ejercitar el yumu’ah, obligatorio para los hombres. Para entonces la tradición señorea, los marcadores simbólicos se activan y se codifica una imagen de cofradía que se lleva con orgullo y un airecillo de solemnidad. Se saben mirados y por donde pasan, son la comidilla.

Ellas se tocan la cabeza con un pañuelo que les cubre hasta el cuello —el hijab—. Otras, las menos, optan por el niqab, que oculta el rostro con una ranura abierta para los ojos, mientras que la abaya, una bata para encima de la ropa civil, también forma parte de la vestimenta de muchas.

Ellos, por su parte, se enfundan, no en mayoría, la túnica y un turbante o el kufi, un gorro falto de alas o  visera, a veces adornado con filigranas de cuentas o hilos, que es bastante común. Como las túnicas suelen ser blancas, muchos los confunden con practicantes de la santería.

“Queremos que se nos entienda y se nos vea tal como somos”, pide Aqil parado frente a Al-Asmā’ al-Husnà ( los nombres más hermosos).

Rectangular o circular y escrito en caligrafía árabe, de plástico o de metal, este objeto es casi ineludible en la casa de cualquier islámico. “Es un adorno y un recordatorio para cada musulmán de cuál es su fe. No es que vaya a proteger la casa”, advierte.

Al-Asmā’ al-Husnà contiene las 99 maneras en que es llamado Allah y que hacen referencia a atributos divinos: el eterno, el  maestro, el infalible, el clemente, el equitativo, el vengativo…

Debajo del cuadro de las alabanzas, una bandera cubana en blanco y negro está enmarcada en madera. Más allá, un pequeño mosaico remite a al Andalus, el califato que retuvieron los árabes por 800 años en el sur de España. La Andalucía actual es un territorio de unos noventa mil kilómetros cuadrados, poco menos que Cuba, que los comandantes del Estado Islámico incluyen en su ficción imperial.

Ante la puerta del balcón, sobre una canasta de dátiles y panqués con pasas, un incienso aromatiza el salón. El humo es sinuoso y lento. Unos estuches de ron Mulata se acomodan sobre una estantería improvisada. ¿Un mal paso? No. Sirven para embalar creaciones de Isa, quien es artista de la plástica.

En la pequeña biblioteca de la casa, restallan, a la luz de la tarde, los lomos dorados de varias ediciones del Corán en árabe. Esa es la lengua en que debe leerse el libro sagrado y no en traducciones. De hecho, estas últimas no son consideradas por los musulmanes. Son cualquier otra cosa, menos el Corán.

Para los musulmanes cubanos leer el libro sagrado es una prioridad por resolver. Yamal, oriundo de Santiago de Cuba y graduado de una escuela militar, obtuvo en el laboratorio instalado por Arabia Saudita en la Casa del Árabe de su ciudad natal, los rudimentos del idioma. Aunque todavía no entiende palabra por palabra los versículos coránicos (aleyas), puede pronunciarlos y memorizar su fonética, “lo que es más fácil a la hora de recitarlos”, dice.

Aqil ha tenido más preparación. En La Habana estudió árabe con un “hermano que vino de Barbados” y luego, en un viaje de estudios religiosos a Turquía,  “convivió con un grupo de sirios que no hablaban ni inglés”, lo que aceleró su aprendizaje del idioma, perfeccionado nuevamente en La Habana en igual laboratorio entregado por los sauditas a la Unión Árabe de Cuba. “Ahora puedo leer el Corán en un nivel aceptable”.

Aqil lee el Coran. Foto: Ángel Marquéz Dolz
Aqil lee el Coran. Foto: Ángel Marquéz Dolz

Maryam, la  esposa de Aqil, confiesa que aprender árabe es “bastante difícil”, pero alega que “con el empeño y el sacrificio se logra” y mira hacia Aqil, “su maestro”, quien se coloca el kufi de color verde para leer los suras o capítulos del Corán.

Igualmente saber árabe es imprescindible para el rezo. Ese ejercicio implica citas coránicas y debe realizarse cinco veces al día.  Yamal, actualmente chófer profesional, mantiene en la guantera del auto una esterilla. En viajes largos, se arrima a la cuneta y la extiende para la plegaria.

Maryam es optometrista en un policlínico habanero. Dice que puede cerrar el departamento, en horario de almuerzo, y hacer la prosternación. “No me crea ningún problema”. La parte embarazosa es usar el pañuelo en la cabeza junto con la bata blanca. “No compaginan”, considera.

Aqil es  reparador y afinador de instrumentos musicales. También profesor de inglés. Convenció a la directora del conservatorio donde trabajaba de la concesión de unos minutos de privacidad para sus deberes religiosos. “Algunos profesores me facilitaban las cosas diciéndome:  ven dentro de un rato porque sé que tienes que ir a rezar”, relata. Sin embargo, al principio, muchos cuestionaron su régimen de trabajo, “pero siempre desde una posición muy respetuosa y muy flexible. Nada fue traumático”.

¿Y cómo te orientas para el salat (rezo)? “Debo colocarme con la cabeza hacia el este nordeste”, responde Aqil  después de consular la brújula digital de su móvil. Le indica la qibla o dirección correcta hacia la Kaaba (La Meca).

Cuando su smartphone timbra,  no se escucha ninguna melodía, sino el llamado a la plegaria de un muecín. Por un instante, la voz del almuédano secuestra la realidad y la suplanta. Es difícil reconocerse en un apartamento del Vedado, a unos metros del Golfo de México, y no en una ciudad oriental con el desierto de fondo y el otro Golfo, el Pérsico, minaretes en lontananza y camellos en caravana. Aunque eso suena al más acudido de los clichés, es un cliché inevitable.

II

En su libro, Los árabes en Cuba, de un éxito editorial tremendo, el doctor Rigoberto Menéndez  habla de testimonios documentales -actas bautismales de islámicos conversos, entre otros- que confirman la presencia de moriscos en La Habana de 1593.

“La diáspora morisca hacia Cuba continuó hasta mediados del siglo XVII, en tal medida que autoridades civiles y religiosas emitieron quejas sobre esa «peligrosa presencia» en La Habana”, escribe el investigador.

La mayoría de los árabes traídos a la isla eran esclavos, pero también, como observa el doctor  Menéndez, “arribaron hombres libres, o sea, moriscos conversos al cristianismo”.

Proveniente de zonas del Oriente Medio bajo el dominio otomano, el flujo migratorio árabe a Cuba se consolidó hacia 1870, asentándose principalmente en La Habana y Santiago de Cuba y con ello el arco iris confesional de sus integrantes: maronitas, coptos, sunitas, chiítas, ortodoxos y drusos. Su más extendida ocupación fue el comercio. “En 1936 había 3000 musulmanes en Cuba, pero no hacían acciones para crear instituciones religiosas”, suscribe la investigadora Mairim Febles.

Más allá del aporte religioso de los migrantes, el imán Yahia explica la sostenibilidad y expansión del islamismo en la isla  a partir de los masivos y recientes contactos con becarios árabes e islámicos. Durante décadas han sido y son acogidos en los  programas académicos  diseñados como parte de la vocación tercermundista de la Revolución cubana.

Uno de esos contactos indirectos propició la conversión del santiaguero Rodolfo Pérez en Yamal. Fue a través de un amigo, ahora hermano de religión, quien para casarse con una hermosa becaria de Djibutí accedió a tomar la shahada o credo musulmán (¡No hay más dios que Allah y Mahoma su único profeta!). “Pero al final no se casaron. Es la parte más dura del caso”, cuenta Yamal, reclutado por su desdichado amigo luego de abandonar las filas del protestantismo. “Fue un proceso bastante brusco”, reconoce.

La madre, iracunda, lo invitó a dejar la casa. Rodolfo tenía 21 años. Ya en la puerta, ella se retractó, a cambio de que  “no venga ningún musulmán a visitarte aquí”. Entonces Yamal recibía a sus cofrades en la calle, al sol. La madre cedió. “Y así poco a poco, hasta que en mi casa han dormido y comido musulmanes. Ella sigue siendo cristiana, pero hay un respeto”.

Isa también proviene de una familia protestante. Sus primeros contactos con el mundo islámico sucedieron en Moscú con estudiantes de repúblicas caucásicas y con un libanés, Ismail, aspirante a doctor. “Moscú era muy cosmopolita”, recuerda Isa, y  “los estudiantes árabes hacían una rápida y fácil relación con los estudiantes cubanos”. Pero el abrazo con el Islam le vino mucho después, al graduarse en La Habana de teología. “Descubrí, como un darse cuenta, que el Islam era el espacio de fe que necesitaba, que me completaba mi experiencia religiosa”, testimonia.

¿Renegar del cristianismo no te hizo pensar en un pecado?

“Para nada, y eso fue una de las cosas más interesantes que  yo sentí en mi práctica religiosa.  Sentí que ambos espacios de mi vida se sellaban”, responde con absoluta mesura, invocando a los profetas Jesús y Mahoma, y recordando como ante tal disensión, su familia respondió primero con perplejidad, pero sin conflicto. “Y en el tiempo hubo una aceptación al ver la riqueza de la vida en el  Islam”.

Isha y Yamal. Foto: Ángel Márquez Dolz
Isha y Yamal. Foto: Ángel Márquez Dolz

Menos beligerante y más intelectual resultó el caso de Alexis. Llegó al Islam por medio de su interés por la historia y en particular por los conflictos en  Oriente Medio. Gamal Abdel Nasser lo sedujo. También el Libro Verde de  Ghadafi. Malcolm X ( El-Hajj Malik )  terminó de captarlo.

En su barrio de Marianao, en el oeste de la capital, fue toda una revelación saber que Carlos, su amigo, era musulmán. La conexión estaba hecha. “Mis antecedentes religiosos pueden haber sido católicos. Fui bautizado. Mi padre católico, mi madre agnóstica. Nunca fui devoto y en algún momento pensé que la religión era un mecanismo de manipulación, cosa ahora no comparto”, explica Aqil y cuenta de Carlos, quien le pasó literatura hace once años.

Zuleira es otra evadida de su primera religión. Ella, junto a su madre y su hermano más pequeño, renunciaron a las filas pentecostales. “Llevamos dos años. El Islam tiene mucha diferencia con el pentecostalismo. Sentimos el Islam más íntimo y tranquilo. Es la integridad, la paciencia… Le doy gracias a Allah por todo”, dice, casi en un susurro.

Maryam es ahora una mujer que se autoestima “mejor persona y sobre toda con más paciencia”. Es una de las enseñanzas de la religión musulmana. ¿Y por ser mujer, no estás más supeditada al hombre? “No me siento más sujeta al hombre y en desventaja con otras mujeres. Siempre que exista respeto y sinceridad eso todo en la pareja. No veo la diferencia entre una cristiana, una santera, una islámica; o ser menos que ellas, porque todos somos seres humanos.  Pienso que la religión no hace a la musulmana  inferior. Al contrario”.

Y esa práctica de separación de sexos en el salón de rezos en Oficios, ¿cómo la asumes?

“La religión lo lleva. Debe ser respetado así”, responde Maryam, a quien no me atrevo a preguntarle sobre la poligamia. Recurro al experto en jurisprudencia del grupo, Aqil.

“Eso ha sido tergiversado. Si tomas una segunda esposa o una tercera o una cuarta, las cuatro tienen que gozar del mismo estatus económico, sentimental, y no debe haber discriminación de ningún tipo entre estas cuatro esposas. Incluso la mujer tiene derecho a quejarse si son violados los acápites matrimoniales del contrato.”

Isa interviene: “Si una segunda esposa viene a la realidad, la primera esposa tiene que estar de acuerdo. Si no, es imposible”.

¿Y hay casos de poligamia islámica en Cuba? “Hasta donde yo conozco, no hay casos”, contesta Aqil y adelantándose a otra de las etiquetas de cualquier cuestionario sobre islamismo, califica a la ablación femenina como “un acto infame”, que no aparece “en ningún pasaje del Corán”.

¿Y la barba? “La barba es grandemente aconsejable, porque te acercas al profeta, pero por afeitarte no dejarás de ser musulmán”, aclara Aqil, cuyo rostro está levemente barbado, a diferencia de Yamal, que es semilampiño.

 

La homosexualidad está prohibida por la ley islámica. Los hadices o dichos atribuidos al profeta Mahoma contienen varios anatemas contra esa orientación sexual.

¿Cómo son mirados los homosexuales dentro de la comunidad? “No conozco personalmente a  ninguno o ninguna”, dice Isa, quien supone la existencia de homosexuales en una colectividad numerosa como la islámica. “Pero nadie le pregunta a nadie esas cosas, ni nadie invade esa parte de las personas, de ni ellos, ni de ellas”.

En la fe islámica, cualquier rezo tiene que remitirse al Corán y todas las obras, recalca Aqil, valen según la intención moral con que son respaldadas. “Estamos poniendo a Allah como testigo de nuestra  intención. En el Islam está prohibido jurar por alguien que no sea Allah.  Los juegos de azar están prohibidos, al igual que el alcohol, porque distraen la atención de los deberes religiosos. Tenemos prohibido atentar contra nuestra vida, porque  nuestra vida no es nuestra, es de Allah, y él decide nuestra partida de este mundo,” canoniza Aqil.

¿Sería Cuba un  mejor país si estuviera regido por la sharía?  “No, en lo absoluto”, zanja Aqil.

Niño entrando a la mezquita de La Habana Vieja. Musulmán cubano con el Corán. Foto: Ángel Marquéz Dolz
Niño entrando a la mezquita de La Habana Vieja. Musulmán cubano con el Corán. Foto: Ángel Marquéz Dolz

Entre las cinco obligaciones de todo musulmán, el zacat o limosna se torna problemático en Cuba. Se trata de un dinero que el musulmán entrega a la comunidad luego de saldar sus necesidades propias y familiares.

Aqil lo explica. “Es un asunto muy sensible. El musulmán cubano se ha visto muy restringido de cumplir con ese pilar”, afirma, aludiendo a los salarios bajos o insuficientes que obtienen los cubanos de a pie, particularmente si son contratados por el Estado.

Sin embargo, hay margen para la interpretación. Según  la jurisprudencia islámica, el zacat puede brillar en los detalles. “Pavimentar una calle, retirar un objeto que sea de desagrado colectivo, prestarle ayuda a un enfermo, ser parte de un movimiento social en beneficio de la comunidad”. En el salón de rezos de Oficios existe una caja donde voluntariamente los musulmanes dejan su aporte. “Aquí depende más de la voluntad del musulmán cubano para ofrecer ese tipo de ayuda”, recalca Aqil.

Otra de  las obligaciones es peregrinar a la Meca. Un sueño para los musulmanes cubanos a más de diez mil kilómetros de distancia y caros pasajes de avión. Aqil pudo cumplirlo en su versión restringida: El Umrah.

Pero tanto Isa como Yamal tuvieron el privilegio, mediante un programa saudita para aquellos musulmanes sin posibilidades financieras, de realizar la peregrinación como Dios manda, el Hajj. Por tanto, el prefijo de sus nombres es hajjí, que  significa que han ido a la Meca con todas las de la ley.

“La experiencia es realmente inexplicable”, narra un catártico hajjí Isa. “Eran todas las culturas. Escandinavos con pelo rubio y ojos azules, negros africanos, mestizos, estadounidenses, panameños, cubanos. No  hacían falta idiomas, sencillamente el salam aleikum. Todos estábamos fluyendo y la policía islámica apurando el paso. Ya dentro de la mezquita de la Kaaba fueron dos horas inexplicables. No podíamos contener el llanto. Era algo más fuerte que nosotros  y cuando fui a buscar apoyo en mis hermanos que me rodeaban,  ellos estaban peor que yo y entonces me paré frente a Dios y le di gracias. Nada más”, rememora Isa. Y añade: “Pensé mucho en Martí durante mi estancia en Meca. La importancia de la verdad, aunque vaya contra ti”.

-IV –

La crisis de los noventa hundió a la economía cubana a niveles de drama, pero hizo rebrotar una religiosidad por décadas reprimida que rápidamente llenó los vacíos dejados por la fatiga ideológica.

 

Pedro Lazo llegó al Islam en esa época. Cuenta que por azar halló un Corán, cuyos comentarios en español incitaron su curiosidad. Después obtuvo más literatura facilitada por estudiantes y diplomáticos árabes destacados aquí.  Se convirtió y creó el Grupo Religioso Musulmán Cubano, que mudó de nombre para ser la Asociación Islámica y finalmente la Liga Islámica de Cuba.

Mientras muestra un álbum de fotos de la comunidad islámica en su móvil -rezos públicos en el Paseo del Prado, el Acuario Nacional  o en el patio de su casa en Marianao, un saludo al papa Francisco durante su misa en la Plaza de la Revolución, entre muchas otras escenas,  algunas festivas, al final del Ramadán- Lazo se ufana del crecimiento de la grey. “Hay musulmanes en todas partes de Cuba”. También admite grupos paralelos a la Liga Islámica, entre ellos “la escuela chií”. Aprovechando la oportunidad mediática, invoca el carácter inclusivo de la organización que comanda. “Pueden pertenecer todas las personas que consideren  trabajar por los objetivos de la Liga, que se creó para dar a conocer la fe islámica y la unidad de todos los musulmanes”.

Entre otros factores, la presión demográfica del islamismo en Cuba ha persuadido a las autoridades de permitir la construcción de algunas mezquitas, aunque  todavía yacen en planos. “Las conversaciones avanzan. Los arquitectos del proyecto son árabes”, confirmó a OnCuba una fuente de la Oficina del Historiador conectada a la construcción de la mezquita de Tallapiedra, la cual, se especula,  estará inspirada en la grandiosa mezquita  Ortaköy de Estambul.

En los últimos años, el gobierno ha manejado  con pragmatismo sus relaciones con el enrevesado mundo árabe. Recibe a dignatarios de Bachar al Asad y también a sus enemigos jurados, como el  presidente turco, Recep Tayyip Endorgan. Igualmente acepta donativos millonarios sauditas o cataríes para reconstruir las porosas redes hidráulicas o mejorar acueductos. De hecho, la mezquita de Tallapiedra será el resultado de una urdimbre tejida entre Cuba y  varias naciones musulmanas, incluida la chiita Irán, para evitar descartes y  protagonismos.

Lazo no quiere apurar las cosas. Es gradualista. “Cuba es un país donde la comunidad musulmana nació hace muy poco tiempo, porque 25 años no es nada”, argumenta. “Se construirán mezquitas en la medida de las necesidades, porque en las provincias aunque hay musulmanes, no son cantidades tan grandes como para tenerlas”. En la actualidad existe  una decena de casas templo diseminadas por Cuba para el ejercicio litúrgico de los musulmanes.

Más perentorio que las mezquitas es disponer de una finca para criar animales y la construcción de un matadero, con el fin de realizar el sacrificio bajo el rito islámico y suministrar carne en algunos restoranes que ofrezcan comida halal.

El método halal consiste en sacrificar al animal orientado hacia la Meca,  clavándole un cuchillo perfectamente afilado en la concavidad del bajo cuello y realizándole un corte seco, limpio e inmediato. De 10 a 20 segundos es lo que tarda el animal en quedar inconsciente por falta de oxígeno. Antes y después del acto se deben hacer unas oraciones.

¿Por pertenecer a la Liga, sus miembros reciben algún beneficio o asistencia?  “No creo”, calibra el imán de La Habana.  “El beneficio lo da Allah y  porque la gente venga a la religión no tiene beneficio material.”

Foto: Ángel Marquéz Dolz
Foto: Ángel Marquéz Dolz

Advertencia. Hay una pregunta que no debe hacerse nunca a Pedro Lazo. ¿Habría cubanos combatiendo en el Estado Islámico? La considerará “tonta y necia” y responderá en tono enojado, detrás de unas impenetrables gafas de sol: “No se sabe quién es el que manda a hacer ese tipo de preguntas”.

De la yihad, las fatwas y el Estado Islámico se habló a mares en el Vedado, en casa de Isa. También del presente y del futuro del Islam en la isla.

OC: Salman Rushdie y sus Versos satánicos, las caricaturas de Mahoma… ¿Qué tipo de respuestas desde el mundo islámico merecerían tales hechos?

Aqil: Hay que revisar los contextos. No estoy de acuerdo que se atente contra la vida de nadie, pero sabiendo lo que significa el Islam y la figura del profeta Muhammad para los musulmanes, los países europeos deberían poner coto a ese tipo de provocaciones. La libertad de expresión también tiene límites.

Isa: También me disgustaría mucho si se ofende al profeta Jesús, a su madre, la virgen María, a la figura de Abraham, la de Moisés, que son profetas clave para entender el judaísmo y el cristianismo. Hay que pensar en mantener la paz, en las responsabilidades que tienen los medios. La libertad de expresión de algunos pone en peligro la convivencia pacífica con muchos.

OC: Si Uds son reclutados para la yihad, ¿irían a una línea de combate?

Aqil: El concepto de la yihad ha sido muy manipulado y descontextualizado de sus raíces meramente religiosas. Para los musulmanes  yihad es la lucha diaria por el crecimiento espiritual. También es una defensa de tu religión y comunidad, cuando esta se vea amenazada. Nunca la yihad puede hacerse de manera ofensiva, siempre está en términos defensivos para preservar la vida y los bienes y la creencia de cada musulmán.

Yamal: Un musulmán que tenga conciencia no se deja reclutar así como así, por algo absurdo, inventado por alguien. Es un lavado de cerebro. Los terroristas usan a los creyentes con pocos conocimientos de la fe. El EI supuestamente es para defender al Islam y ¿está matando a los musulmanes?

OC: ¿El paraíso sólo se gana cuando se es mártir?

Aqil: Para nada.

OC: ¿Ustedes buscan la integración o eligen una estrategia de enquiste?

Isa: No se entiende a un creyente o una creyente aislado de la vida social y que no colabore con el bien de su sociedad. El Islam es un fenómeno en crecimiento y en Cuba también.

 

OC: ¿Y cómo avizoran el futuro del Islam en Cuba?

Isa.- El futuro está en las manos de Dios.

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