De la leche que no tenemos

Para varias generaciones de cubanos el “punto de leche” fue una referencia sobre los éxitos del desarrollo ganadero en Cuba, pero desde hace más de 30 años la crisis de este sector no se remonta.

El ordeño es manual en la finca de Raudel. Foto: Otmaro Rodríguez.

Si usted toma la Carretera Central en el paso a desnivel de Las Ocho Vías que lo lleva a Catalina de Güines y continúa hasta la entrada de Matanzas atravesando el humedal del río San Juan, experimentará, quizá, la misma sensación que yo: la de estar cruzando buena parte de las mejores tierras de Cuba.

Un pedazo del trayecto se hace a través de terrenos dedicados a la explotación ganadera (los Valles de Picadura), que, a diferencia de las tierras de Mayabeque, fueron convertidos en suelos fértiles gracias a la acción humana. Ignoro hasta dónde esas explotaciones producen hoy lo que su potencial productivo les permite en las condiciones actuales de restricción de recursos; pero de que el potencial productivo es significativo no hay duda.

Una de las grandes transformaciones de la ganadería en Cuba sirvió a un propósito social y contó en sus inicios con recursos de acceso relativamente fácil. El propósito era elevar la producción de leche para garantizar ese alimento, en especial a los niños y adolescentes en edades tempranas.

Los recursos, en una parte fundamental, viajaban en barco desde Odesa hasta los puertos de Cuba; pero, a la vez, el esfuerzo en crear una fuerza de trabajo calificada complementaba/garantizaba el necesario salto productivo. Había que cambiar la genética para lograrlo, pasar de un ganado rústico a otro de pie fino.

Producir leche se convirtió en el principal objetivo. También es cierto que nunca se alcanzó a producir lo que la demanda efectiva exigía y lo que era potencialmente posible en aquellas condiciones en que sí se disponía de recursos a precios ventajosos, tecnologías a mano, fuerza de trabajo de alta calificación, centenares o miles de técnicos y varios institutos y centros de investigación.

Para varias generaciones de cubanos el “punto de leche” fue una referencia que hablaba de los éxitos del desarrollo ganadero en Cuba, aun cuando los datos no lo confirmaran del todo. Pero, ¿qué podían los datos frente a un buen litro de leche fría, o a un queso crema comprado por apenas centavos, o un yogurt “de vasito”?

En 1989 Cuba obtenía 88 litros de leche per cápita y ello hacía casi inoportuna cualquier discusión respecto a productividad, costos, eficiencia, etc. En 1989 la ganadería cubana estaba a punto de entrar en una crisis a la cual todavía hoy, treinta años después, no parece encontrársele solución.

ONEI: Anuario Estadístico de Cuba, Gráfico 9,18.

En 2021, como parte de las 63 medidas para la reanimación agropecuaria muchas veces mencionadas, varias se asocian directamente al sector ganadero vacuno. Algunos aspectos de esa estrategia llaman la atención:

Los datos disponibles en el Anuario Estadístico de 2021 nos dicen lo siguiente:

En 2017 Cuba tenía 1 172 800 vacas. Cuatro años después, la cantidad se había reducido hasta 1 082 400. Para esos mismos años las vacas en ordeño eran 330 200 y 305 700, consolidándose la tendencia a su reducción.

La proporción de vacas en ordeño en 2021 era 13,2 % para el sector estatal y 86,8 % para el sector no estatal. Estas proporciones se han mantenido oscilando sobre estos valores en el período 2017-2021.

En la producción de leche el sector no estatal es determinante: para 2017 significaba el 84,2 % del total; en 2021 era el 89,8 %.

De 2017 a 2021 la producción total de leche (sector estatal y no estatal) se redujo en alrededor de un 30 %. La reducción experimentada por el sector estatal entre 2017 y 2021 fue del 55 %; mientras que en el sector no estatal fue del 35,6 %.

El rendimiento de leche por vaca en ordeño se redujo un 25 %, desde los 1 624 kg hasta los 1 224 kg. La caída de los rendimientos en el sector estatal fue del 46 %; en el sector no estatal, del 31%.

En resumen, en la producción de leche los datos demuestran que el deterioro experimentado estos últimos cinco años es significativo. Los mismos datos evidencian que en la producción de leche el sector no estatal es determinante y que es mucho más resiliente que el sector estatal.

Si los datos son correctos, cabe un grupo de preguntas:

¿Quién debe liderar la recuperación de la producción nacional de leche?

¿Quiénes deben ser los destinatarios principales de los escasos recursos de que se dispone para la tan necesaria recuperación?

¿Hacia cuál de los dos sectores debe ir la oferta de créditos en condiciones muy blandas (mayores períodos de gracia y tasas de interés muy bajas) para propiciar esa recuperación?

¿Acaso no es un contrasentido asumir que el liderazgo en la recuperación de la producción lechera debe ser ejercido por el sector estatal, siendo este mucho menos importante que el sector no estatal?

Recurrir a soluciones que fueron relativamente adecuadas en el pasado no parece ser la mejor manera de alcanzar los propósitos de cambiar de forma radical un modelo de producción y acumulación que hace años ha demostrado no ser funcional al objetivo de construir un país próspero.

Pero la producción de leche es solo el primer eslabón de esa “cadena productiva”. El acopio, el procesamiento industrial y la comercialización son los otros eslabones, que juegan un rol importante y veces decisivo en la disponibilidad de la oferta. Ellos también deben experimentar cambios radicales porque, si bien es importante que las vacas produzcan leche, más importante es que los cubanos puedan consumirla.

Queda otro análisis pendiente: el del productor. Sin vaqueros, tecnólogos, la recuperación será una quimera. De igual forma, sin mejorar las condiciones de los institutos científicos y los centros de formación será muy difícil alcanzar la recuperación deseada. Faltan incentivos. Ahí el Estado juega y debe jugar un rol esencial que apoye el propósito.

El Estado cubano gasta hoy centenares de millones de dólares importando leche en polvo que apenas alcanza para cubrir las necesidades de destinos de alta prioridad.

Se da la paradoja kafkiana de que los habitantes de pueblos rodeados por tierras ganaderas e infraestructuras de este tipo deban gastar mucho dinero comprando un kilo de leche en polvo.

Recuperar ese sector requiere tiempo; pero la mejora debe percibirse. Y cuanto antes, mejor. En un país con tan escasos recursos debe apostárseles a aquellos que lo han hecho mejor.

63-medidas
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